Todo desarrollo humano sea individual, local, regional, nacional, sostenible, integral y demás calificativos, comienza por el reconocimiento a su dignidad como un atributo propio de cada ser humano, independientemente de cualquier condición o diferencia en términos de sexo, color de la piel, edad, creencias, lugar de nacimiento, oficio, comportamiento y otras condiciones.
El respeto a la dignidad de la persona humana es la base primera del propio ser, de la familia y la sociedad, del Estado y de todo tipo de organizaciones humanas. Se inicia por el respeto a sí mismo y no se extingue por ninguna razón.
Se basa en la condición emocional y racional del ser humano, y su libertad, de donde deriva su responsabilidad. Tiene relación con la equidad, la seguridad, la autonomía y la adecuada satisfacción de sus necesidades existenciales y axiológicas
Como la persona humana no puede sobrevivir sin los demás se estableció la familia: padre, madre y demás parientes; y se formó la sociedad que tiene como base a las familias y vecinos. Y se creó el Estado para, como lo dice la Constitución venezolana y casi todas las constituciones: “Artículo 3. El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución. La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.
De manera tal que al principio de todo está el ser humano, luego de manera inseparable la familia, luego la sociedad y al final el Estado y todas las demás estructuras multinacionales, que todas deben respetar la dignidad de la persona humana y estar al servicio del bien común.
Este el concepto de dignidad parte de tres hechos: el de ser persona y tener una identidad individual; el de necesitar a la familia y a la sociedad para poder realizarse como tal; y la libertad para decidir su destino. Por eso el prestigioso experto en desarrollo sostenible Amartya Sen establece el concepto de desarrollo, como un “proceso de expansión de las libertades y capacidades humanas”.
Llegado a este punto, es lógico pensar que las principales decisiones en torno a su propio desarrollo personal le corresponden a cada individuo, con apoyo de su familia, la sociedad y el Estado. Es lógico pensarlo, pero es un asunto mucho más complejo por todo el entramado que el propio hombre ha creado y que muchas veces conspiran contra su desarrollo. Razones para ese entramado hay muchas, en particular el propio progreso de la humanidad, donde muchas veces no privan los intereses vinculados al bien común, sino al poder, la codicia y otros asuntos.
Pero eso no quita el poder de la definición de subsidiariedad como principio de la organización de la sociedad, que lo dibujó el Papa León XIII en la carta encíclica “Rerum novarum” el 5 de mayo de 1891, pero que no se puede escribir mejor que como lo hizo Pío XI en su encíclica “Quadragesimo anno” el 15 de mayo de 1931, en los siguientes términos:
“Como no se puede quitar a los individuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos” (QA 79).
De aquí que todo centralismo y todo autoritarismo es contrario al respeto a la dignidad de la persona humana y al desarrollo humano sostenible e integral.
En el programa presentado por María Corina Machado, y asumido como buen cristiano por Edmundo González Urrutia, se establece en el primer numeral de Venezuela Tierra de Gracia: “1. Bases políticas para la convivencia: restablecimiento de la libertad, la democracia y el funcionamiento efectivo del estado. Nuestra propuesta concibe al Estado como una estructura al servicio del ciudadano. Será un Estado subsidiario, por lo que estará dedicado a garantizar el acceso a los bienes y servicios públicos e intervendrá en aquellas áreas que el mercado y la sociedad no puedan atender”.
Este es el camino para reestablecer el respeto a la dignidad de la persona humana y restaurar los valores establecidos en nuestra Constitución.
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