Londres, 7 mar (EFE).- Más de 400 días ha habido que esperar para que ver a Roger Federer en una pista de tenis sea algo más que un sueño. Mucho ha pasado desde que el suizo se marchó abatido de la semifinal del Abierto de Australia 2020, su último partido oficial. Se iba tocado físicamente y sabiendo que iba a estar un tiempo fuera de las canchas. Nadie predijo que sería tanto.
Será en Doha donde el tenis vuelva a sonreír cuando el suizo desempolve la raqueta. Desde aquella derrota ante Novak Djokovic el mundo del tenis ha visto de todo, mientras Federer se refugiaba en su casa de Zúrich y hacía retos con sombreros y peloteaba en la nieve.
Esa era la cara más amable de un Federer dedicado a su esposa y sus cuatro hijos en su parón más largo desde que tuvo que retirarse de la temporada 2016, también con un problema en el menisco, tras la disputa de Wimbledon.
La parte oscura radicaba en su rodilla derecha, tocada tras la semifinal de Australia. Federer apuró la primera operación para jugar con Rafael Nadal una exhibición en Sudáfrica, que reunió a más de 50.000 espectadores por fines solidarios el 7 de febrero, y se operó 10 días después. La primera de las dos artroscopias a las que sometió a su rodilla derecha.
La segunda llegó en julio y confirmó los peores pronósticos. Esa operación, ya en medio de la pandemia, cercenaba la temporada de Federer al tiempo que se suspendía la gira de hierba, la superficie idónea para una posible reaparición.
Tan triste estaba el tenis con su ausencia que incluso las puertas de Wimbledon, su jardín, no abrieron por primera vez en más de 70 años.
Y llegaron tres Grand Slams y desde su domicilio Federer asistió a la coronación de Dominic Thiem en Nueva York y al décimo tercer Roland Garros de Nadal en París. Perdía de esta manera uno de sus récords más preciados, el de más Grand Slams conquistados, con 20.
Nadal fue reduciendo poco a poco la desventaja y le cazó, ya que Federer lleva sin tocar plata desde el Abierto de Australia en 2018.
Al mismo tiempo, Djokovic seguía acumulando semanas como número uno del mundo y será esta semana, precisamente la de la vuelta de Federer, cuando le arrebate otro récord histórico. El helvético dejará de ser el tenista con más semanas como número uno. Djokovic sumará 311 por las 310 de Federer.
Con 39 años, al maestro se le marchitan las marcas, aunque no pierda la ilusión. A su regreso en Doha, un torneo ATP 250, le seguirá la participación en Dubai, un 500, y un parón, porque Federer ya ha renunciado a jugar el Masters 1.000 de Miami.
Es lógico, ya que el estado físico de Federer es un incógnita y lo que ha desgranado su preparador Pierre Paganini no son noticias esperanzadoras.
«Ahora hemos tenido una completa interrupción en la que sus músculos se han deteriorado considerablemente. Hubo mucho tiempo entre la primera operación y cuando en julio vimos que podíamos volver a entrenar poco a poco», dijo Paganini en una entrevista con el diario Tages-Anzeiger.
«Sus músculos no estaban al mismo nivel de antes y había muchos desequilibrios. Necesitaba más tiempo de recuperación. Cuando empezamos a entrenar, empezábamos de cero. No se puede comparar esto con lo de 2016. Para Roger será una victoria si sale ahí y dice «he jugado bien y me encuentro bien».
Tras esta pequeña gira por Doha y Dubai, Federer aún tiene que confirmar cuál será su hoja de ruta. Las opciones son jugar en tierra batida, como ya hizo en 2019, cuando alcanzó las semifinales de Roland Garros, o guardar todas sus cartas para la gira de hierba e intentar el asalto al noveno Wimbledon.
Sea como fuere, comienza la vigésimo tercera temporada de Federer en el circuito ATP y la que más ha demorado su vuelta. 400 días después el tenis sonríe de nuevo.