Para el cronista de cronistas, Ramón Rivas, “el ají chirere es parte fundamental de la gastronomía trujillana. Sin ese ingrediente es imposible saborear con el paladar las sabrosas comidas que son preparadas con tanto amor y cariño… Es el símbolo natural que vincula física y espiritualmente nuestras vida en la mesa. Ha permeado históricamente desde el punto de vista sociológico los más diversos grupos sociales que se han constituido en nuestra geografía.”
En su hermosa narración, Ramón Rivas, destaca: “Ese fruto ha resistido los embates de los procesos de globalización a partir del descubrimiento de América. Así, penetró las cortes europeas y cambió entre los príncipes y emperadores la forma de cómo degustar sus alimentos. El ají trujillano conquistó los espacios geográficos venezolanos… La emigración de nuestras familias hacia los campos petroleros y la presencia de escritores en el escenario nacional permitieron que ese fruto natural poco a poco se fuera irradiando en la cocina nacional. En la medida que fueron las vías de comunicación, en esa medida nuestro fruto llegaba a la cocina de nuestros hogares.”
El chirere para la paz y la guerra
Dice el excelente cronista Ramón Rivas, «Nuestro ají, el chirere, ha sido un elemento natural para la paz y la guerra. Por un lado unió a nuestras familias en el hogar; pero también ha sido utilizado para enfrentar los avatares de la naturaleza, y de aquel que ha intentado perturbar la tranquilidad de nuestra geografía. Los indígenas lo consumían para fortalecer su capacidad física y muscular y así dominar la fuerza de nuestros bosques. De igual modo, lo hicieron en contra de los españoles: el ají se secaba y se hacía arder en fuego produciendo gas tóxico que provocaba malestar en los pulmones de los conquistadores.
El soldado que comía ají, servía para la guerra
-El caudillismo trujillano preparaba a sus hombres con ese elemento maravilloso y mágico proveniente de la naturaleza, recuerda Ramón Rivas… Soldado que comía picante, soldado que se graduaba y se aventuraba hacia la guerra… Había una relación significativa entre el caudillo, sus hombres, el picante y la guerra. Juan Vicente Gómez siempre respetó al caudillo trujillano, decía en su silencio y su mirada penetrante: “esos hombres comen demasiado picante y eso produce una fuerza indomable para las batallas”… De alguna manera había cierto machismo cultural que provenía del ají chirere. Por ejemplo, el viejo Nava decía: “que aquel que comía tres veces ají se hacía hombre”. O como se decía en el hogar a los niños: “Aprenda a comer picante desde la cuna para que sea un verdadero macho”. Es decir, la cultura machista del trujillano estaba relacionada con ese fruto.
Trujillo dejó de ser tierra de caudillos
Finalmente, el investigador de nuestras raíces culturales, Ramón Rivas, manifiesta: «Es de fama el sabor y picor del picante trujillano, pero también es cierto que sus efectos es lo que hace que se comente en el mundo que los trujillanos son “corajudos» porque comen mucho picante. Desde su descubrimiento, hace miles de años hasta 1980, el picor del ají trujillano era fuerte. Sin embargo, desde la caída de la utopía comenzó a disminuir su picor. Es una interrogante que se viene haciendo nuestro querido colega el profesor Luis Caraballo Vivas. Nota con cierta preocupación que ese fruto ya no parece ser el mismo el que tanto animaba el espíritu de nuestra geografía hace décadas. ¿Qué pasó? La respuesta que le dí fue la siguiente: el Estado Trujillo dejó de ser tierra de caudillos.
Un Dios le pague…
Al historiador Alexi Berríos, por hacernos llegar tan maravillosa crónica del afamado ají chirere. Dice la sabiduría popular que pica tres veces, cada quien busque la respuesta.