“Solo en la oscuridad pueden verse las estrellas”. Tal era el pensamiento favorito de Martin Luther King, de cuyo asesinato, el 4 de abril de 1968, acaban de cumplirse cincuenta años. A este extraordinario líder, mártir de la lucha por los derechos civiles, le correspondió vivir tiempos extremadamente difíciles y oscuros para su causa, pero mantuvo siempre la convicción de que algún día, el sueño de una sociedad sin discriminación racial se haría realidad. La noche anterior a su asesinato pronunció en la ciudad de Menfis, Tennessee, el que sería su último discurso. Fue una alocución que luego muchos llamaron premonitoria, porque dijo entonces a sus atribulados seguidores, que él había estado ya en el tope de la montaña, desde donde había visto la tierra prometida, a la que él tal vez no llegaría, pero a la que los suyos sin duda arribarían.
La tierra prometida con la que Martin Luther King soñó sigue inspirando hoy la lucha de los movimientos por la igualdad racial; un movimiento que en las cinco décadas que han transcurrido desde su asesinato ha visto significativos avances, en medio de dificultades y tercos retos. Avances como la elección del primer presidente negro en la historia de su país y viejos retos como la desigualdad que todavía persiste en la calidad y condiciones de vida de esa población respecto al resto de sus habitantes. Pero el sueño de la igualdad racial persiste allí como un faro que alumbra las luchas y el porvenir de los derechos civiles.
En momentos como el que vivimos actualmente los venezolanos, de tan intensa y prolongada oscuridad, este pensamiento de Luther King puede servirnos de guía e inspiración. Esa oscuridad, que a veces aterra, producida por la destrucción masiva y sistemática de prácticamente todo lo que nos rodea, tangible e intangible, nos puede servir como una oportunidad para levantar la mirada y repensarnos radicalmente, en profundidad, como país, como sociedad, como individuos; para distinguir las estrellas. La oscuridad que vivimos hoy es la oscuridad de la tierra arrasada; y tierra arrasada significa también desaparición de ataduras que nos han impedido ver y pensarnos individual y colectivamente, con entera libertad.
Para los venezolanos de hoy, las estrellas que brillan en el firmamento de esta oscura noche son las de la reconstrucción; una que no es solo ni principalmente física. Porque también es la reconstrucción de las instituciones, de la economía, de la política, de la sociedad, de la cultura y de la ciudadanía; de nuestras propias vidas, familiares e individuales. Que no es ni tiene manera de ser una simple vuelta al pasado; porque la reconstrucción no es un regreso al mismo punto donde nos encontrábamos antes de la destrucción. Decimos reconstrucción porque ella sigue a la destrucción, no porque reeditamos lo que ya una vez fuimos. Por ello, la reconstrucción es una oportunidad para edificar las cosas de la manera que siempre hemos soñado que sean.
Hacia las estrellas de la reconstrucción podemos levantar la mirada para que nos señalen el camino y nos den fuerza. Ellas nos dicen una manera de hacer las cosas porque la reconstrucción tiene exigencias y supuestos. Tiene el supuesto de la paz, la reconciliación y la unidad, porque en la guerra y en la división no es posible reconstruir. Tiene el supuesto de la idoneidad y la capacidad porque sin éstas es imposible construir. Tiene el supuesto de la libertad, porque hemos de ser libres para construir lo que queremos ser.
Reconstrucción es promesa de renacimiento, resurrección. Como en la mayoría de las religiones, no se sabe exactamente cuándo, pero sí que habrá de ocurrir. Esa es su fuerza y su encanto en el imaginario colectivo; en nuestro imaginario: saber, tener la convicción, que la podremos comenzar, no importa que ésta sea lenta y larga; porque en el momento en que podamos hacerlo, en el momento en que podamos comenzarla, en ese mismo momento sentiremos un gran aliento que nos permitirá recorrer el camino que tengamos por delante con la determinación y la alegría necesarias para ir hasta donde queramos o tengamos que ir. Mientras sintamos que cada día empieza a ser mejor que el de ayer, aunque transcurran con lentitud, y aunque hayamos partido desde muy abajo, nos sentiremos bien y nos mantendremos optimistas. Porque ultimadamente, la dirección en la que uno va o siente que va, es tan importante o más aún, que la situación en la cual está.
La estrella de la reconstrucción la han comenzado a ver un número creciente y significativo de venezolanos. Grupos e iniciativas, especialmente de jóvenes, se han formado y continúan formándose, dentro y fuera de Venezuela, para explorar lo que pueden ser los caminos de nuestra reconstrucción, para prefigurar el país posible, para ver las estrellas. Ese es el comienzo de la recuperación.