Francisco González Cruz
La frase “Sólo el pueblo salva al pueblo” del poeta Antonio Machado cobra popularidad frente a la severa crisis institucional sufrida por las instituciones públicas en la Comunidad Valenciana, por causa de recientes inundaciones que causaron gravísimos daños. Esta comunidad española en particular está muy bien dotada de instituciones públicas y privadas, con un elevado capital humano en sus excelentes universidades y parques tecnológicos, planes urbanísticos que sirven de modelo para otras ciudades del mundo y también con un detallado conocimiento de sus amenazas naturales, la principal de ellas las inundaciones del río Turia, documentadas desde hace siglos.
Si existen “ciudades inteligentes” o “smart city” en el mundo una de ellas es Valencia, que cuenta desde 1992 con Sistemas de Información Geográfica donde trabajan más de 1.500 personas en las 350 capas de información, más de 20 servicios y más de 310.000 puntos georreferenciados, según dice el portal de su ayuntamiento. Ante la estupidez demostrada por las autoridades locales, comunitarias y nacionales en estas emergencias – y en las anteriores, porque ya existías experiencias parecidas -, por las mismas razones que se imponen frente a la sabiduría, léase las ideologías, el apego al poder, la procrastinación, la codicia y otras menudencias, la gente reaccionó con la elemental lógica de salvarse cada quien y tratar de salvar al vecino. Todo lo que despertó una verdadera avalancha de solidaridad.
En Venezuela tenemos una larga tradición a este respecto, sin que se tengan los recursos institucionales ni de capital social de que gozan otros países. Creo que la graduación solemne y trágica en estas experiencias fue en “La Tragedia de Vargas”, pero continúan al largo de los días, meses y años cuando ya no nos sorprende nada y casi todo el mundo aprendió que hay que resolver con lo que se tenga a la mano. Gracias a la Divina Providencia, no veo otras razones, el pueblo sigue siendo solidario y está mucho más claro que las autoridades.
Quizás es tiempo de rescatar el mensaje de Don Mario Briceño-Iragorry sobre la responsabilidad de los venezolanos en su reafirmación como pueblo sujeto de la historia, como protagonista principal de hacer futuro con su identidad y compromiso, para lo cual debe consolidar su conciencia cívica y su potencial transformador.
Hoy cuando están de moda las modernas tecnologías y la Inteligencia Artificial, se ponen de manifiesto las estupideces habituales de los líderes que carecen de las virtudes que no se adquieren sino en hogares y lugares de calidad. ¿Cómo hacer una ciudad inteligente donde sus gobernantes – y muchos de sus habitantes – son estúpidos? En estas emergencias, cada vez más cotidianas, se ponen de manifiesto las más elementales condiciones de la sabiduría humana: Saber ser y saber vivir.