“Tengo la cuenta de la pensión bloqueada y los bancos no están trabajando. Sobrevivo con verduras que me regalan en Makroval, día por medio camino hasta allá a ver que me dan pero hay días que ya no quiero ni levantarme de la cama”, inicia Juana Bastidas, una anciana de 79 años que habita en un ranchito en la parte baja de Conucos de la Paz del municipio Valera.
La señora que vive sola, hasta hace pocos meses contaba con la compañía de otro anciano al que cuidaba, su único hijo murió hace tres años luego de una ACV. Además de las verduras que consigue en el mercado de mayoristas, de vez en cuando sus vecinos en condiciones similares le ofrecen algún bocado.
En el sector a orillas de la vía que conduce al municipio Escuque, y en el que con los años han proliferado los ranchos de latas, además de la sobrevivencia que obliga a muchos, a “resolver como sea” el día a día y la comida que deben llevar a sus casas, también escasea el agua potable, y aunque cuentan con unas conexiones de aguas blancas rudimentarias, el preciado líquido se asoma una vez al mes.
La bolsa o caja de comida de los denominados Clap, tan requerida en tiempos de cuarentena, les llega cada tres meses, y en su mayoría los productos solo alcanzan para calmar el estomago por una semana.
Yoerli Viloria
Gráficas: Alexander “Chaparro” Viloria