Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
En siglos pasados las personas se formaban en todas las áreas del saber, es decir, se formaban de una manera integral. Como ejemplos podemos citar a Aristóteles, Leonardo da Vinci, I. Kant, Voltaire, Hegel, Goethe, Marx, Engels, y paremos de contar.
No obstante, con el vertiginoso avance del conocimiento, vino la especialización en la educación y la fragmentación de la formación de la persona, que comenzó aproximadamente desde mediados del siglo XIX. Por supuesto se hacía imposible ‘saber de todo’, pero esa especialización fue algo nefasto.
En efecto, el conocido filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) en su obra: ‘La Rebelión de las Masas’ (1930), en el capítulo XII titulado: ‘La barbarie del especialismo’ hace una crítica muy fuerte a la especialización. Por ejemplo, dice que el ‘especialista’ llega a: “proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama ‘dilettantismo’ a la curiosidad por el conjunto del saber”. Aclaremos a la lectora o lector, que el término ‘dilettantismo’ proviene de la palabra italiana ‘dilettante’ que se utiliza para alguien que se dedica a aprender algo como aficionado. Ese término se ha utilizado frecuentemente de manera peyorativa. Más adelante en ese capítulo dice: “El especialista ‘sabe’ muy bien su mínimo rincón del Universo; pero ignora de raíz todo el resto”…Podríamos acotar que eso que dice Ortega y Gasset, lamentablemente muchas veces no se cumple en el caso del ‘especialista’, porque ni siquiera ‘sabe muy bien’ su angosta área del saber.
Algunos autores ya se percataron antes que Ortega y Gasset de los efectos dañinos de tal especialización. Por ejemplo, el notable autor alemán J.Ch. Friedrich Schiller (1759-1805) criticaba duramente la fragmentación del hombre moderno que se educa en una especialidad del saber y luego trabaja en una rama especializada. Así, en una de sus ‘Cartas sobre la educación estética del hombre’ (1795) dice: “Eternamente encadenado a un solo pequeño fragmento de la Totalidad, el hombre se educa como un mero fragmento” (Carta VI). Como alternativa Schiller proponía el ‘hombre total’ sin fragmentaciones.
Esa especialización ocurre en los procesos productivos. El genial cineasta británico Charles Chaplin (1889-1977), en su famosa película ‘Tiempos Modernos’ (1936), hace una sabrosa sátira de tal especialización. Chaplin es un trabajador que todo el tiempo se dedica a apretar tornillos en su trabajo en una línea ensambladora, y cuando termina su jornada y sale de su trabajo, sigue haciendo los mismos movimientos de apretar tornillos de manera maquinal y compulsiva, aunque ya no aprieta nada.
Luego, en los planes de estudio, se enfatizó esa división nefasta de la cultura en ‘cultura científica’ y ‘cultura humanística’. El novelista y científico inglés Charles Percy Snow (1905-1980) publicó en el año 1959 una obra titulada: ‘Las Dos Culturas’, en la cual plantea que los científicos eran poco apreciados en la sociedad inglesa y que ya había dos culturas: la científica por un lado y la literaria y humanística por otro lado.
En la segunda edición de esa obra, titulada: ‘Las Dos Culturas. Una segunda visión’ (1963), Snow plantea de manera optimista que surgiría una ‘tercera cultura’ que permitiría la comunicación entre científicos e intelectuales de las ramas humanísticas. No obstante, el conocido empresario estadounidense John Brockman (nac. 1941), en su importante obra titulada: ‘La Tercera Cultura’ (1995), señala que desde hace unas décadas esa ‘tercera cultura’ no se ha dado por una comunicación entre unos y otros, sino que ha estado representada por algunos científicos eminentes que se han dedicado a divulgar temas científicos para el gran público lector y lo han hecho con mucho éxito (1).
En su obra titulada: ‘Los Nuevos Humanistas’ (2003), Brockman asevera que esos científicos divulgadores abordan temas que atañen a importantes cuestiones filosóficas, y que por lo tanto se están convirtiendo en los nuevos humanistas. Asimismo Brockman fustiga duramente a esos profesionales que todavía no conocen ni están al tanto de esta importante vertiente cultural (2). En verdad, resulta demasiado evidente que hay una serie de preguntas fundamentales que todo ser humano se puede hacer en algún momento de su existencia : ¿Cuál es el sentido de la vida?…¿Cómo se originó el universo y el planeta terrestre?…¿Cómo se originó la vida en el planeta terrestre?…¿Cómo funciona el cerebro?…¿Qué es la mente y la conciencia?…¿Qué es el amor?.
La ciencia ha avanzado mucho durante las últimas décadas y ya es posible responder algunas de tales preguntas, aunque en varios casos las respuestas todavía sean tentativas y provisionales. Sea como sea, podemos aseverar que en el presente siglo habrá un vertiginoso avance científico y cada vez tendremos respuestas más satisfactorias.
No obstante, muchas personas que pasan por ser ‘cultas’ desconocen todavía esos importantes avances. Si alguien no ha leído a Shakespeare, Dante, Aristóteles, la Biblia, y muchas otras obras, o no valora la música clásica, entonces es considerado ignorante con toda razón. Pero si alguien no conoce la teoría biológica evolutiva, o los descubrimientos sobre la evolución humana, el cerebro y la psicología evolutiva, o las teorías cosmológicas sobre el origen del universo, entonces eso no se considera tan grave. Sin embargo, esta situación probablemente cambiará durante las próximas décadas, y la cultura necesariamente vendrá dada por la confluencia de la vertiente intelectual humanística y la vertiente científica, de manera que ya no habrá una primera cultura, una segunda cultura, ni una tercera cultura, sino una sola cultura integradora y universal.
Por supuesto, es imposible saber con profundidad en todos los campos del conocimiento. Obviamente, un cierto grado de especialización es ineludible. Pero lo que sí es posible es una educación que forme de manera integral a la persona con las obras más importantes e imperecederas de la cultura universal, además de su formación especializada.
NOTAS: (1) Pags. 18-20 en John Brockman (1995) ‘The Third Culture’. Simon & Schuster (2) ‘Introduction’ en John Brockman (editor) (2003) ‘The New Humanists. Science at the Edge’. Barnes & Noble Books