Buda (aprox. 563-483 A. de C.) en su Primer Sermón expresó que la vida es sufrimiento y que el origen de ese sufrimiento es el deseo. Según el Budismo, la ‘salvación’ de tal sufrimiento solamente se alcanza con el descubrimiento del ‘no-yo’. El Budismo plantea que el ‘yo’ no existe y que la idea de ‘individualidad’ es una consecuencia del deseo: ‘Yo quiero esto’, ‘Yo necesito esas cosas’. Según el Budismo, ese sujeto (‘yo’) de esos anhelos es una ficción gramatical. Asimismo la noción de pertenencia (‘mi carro’, ‘mi casa’) es una construcción imaginaria pues nada pertenece a nadie. Entonces, según el Budismo el sufrimiento puede ser erradicado al descubrir que ese ‘yo’ es una construcción artificial (1).
Creo que el Budismo exagera porque es muy difícil o imposible vivir sin deseos y sin algún grado de ‘yo’. Pero probablemente el Budismo tiene razón si consideramos que un exceso de ‘yo’ (‘egocentrismo’), es una de las causas más poderosas de sufrimiento. El ‘Dhammapada’ es una antología de textos budistas en el Canon Pali y en el Cap. 5 titulado ‘El Tonto’ se dice que el tonto: “deseará reputación, tener superioridad entre los monjes, autoridad en los monasterios y ser venerado por la gente” (Estrofa 73) (2). Obviamente ese anhelo causa sufrimiento.
Por otra parte, los antiguos filósofos estoicos griegos y romanos insistían en el autocontrol de las emociones para despojarse de las trampas del propio ego y en eso coincidían con el budismo. Los estoicos valoraban mucho su independencia mental y por eso eran renuentes a hacer cualquier cosa que diera a otras personas poder sobre ellos. En efecto, cuando una persona busca estatus social y aprobación de los demás, tiene que hacer muchas cosas con el fin de lograr esa valoración y admiración, y se debe abstener de hacer cosas que le puedan resultar desfavorables. El filósofo estoico Epicteto (55-aprox. 135), nacido en Frigia, aconsejaba no buscar estatus social para no perder libertad. Así en su ‘Enquiridión’ (Manual) dice: “Si alguna vez llegas a volverte hacia las cosas externas por querer agradar a alguien, debes saber que has perdido el propósito de tu vida. Conténtate en toda circunstancia con ser filósofo” (Enquiridión, 23). Epicteto también dice que si queremos mantener nuestra libertad mental, debemos ser indiferentes a la condena o el elogio de los demás. Por eso dice: “Si alguien te hiciere saber que un individuo habla mal de ti, no te defiendas contra lo que se haya dicho, sino responde ‘Pues ignora los demás defectos que hay en mí: de lo contrario no hubiera dicho sólo estos” (Enquiridión, XXX.9). También dice: “No pongas ninguna atención a lo que alguien diga sobre ti, porque eso no lo puedes controlar” (Enquiridión, 50). El emperador romano Marco Aurelio (121-180) también era estoico y consideraba que solamente debemos tener en cuenta las opiniones de las personas que vivan de manera justa y buena, pero no las opiniones de las personas carentes de valores (Véase su obra: ‘Meditaciones’, XII.4, III.4, VIII.1, y IV.18). Según Marco Aurelio solamente podemos controlar no cometer acciones que susciten el desprecio de los demás y dice: “¿Alguien siente desprecio por mí?. Eso es asunto de él. Yo por mi parte, me cuidaré de no decir o hacer algo que merezca desprecio” (Meditaciones, XI.13). El filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970) en su obra: ‘La Conquista de la Felicidad’ (1930) señala que el temor a la opinión pública es una importante causa de desdicha (véase Cap. 9). La mayoría de las personas desea el reconocimiento social, pero ese deseo se exacerba cuando son egocéntricas y causa sufrimiento. Creo que la concepción de Marco Aurelio es la más acertada: ¡Solamente nos debe importar la opinión de personas que tengan valores humanos!!!.
NOTAS: (1) Tomado de Pags. 72-78 en Donald Palmer (2000) ‘Visions of Human Nature’.Mayfield Pub. Co. (2) Pag.45 en ‘The Dhammapada’.Translated from the Pali with an Introduction by Juan Mascaró.PenguinBooks (1973).
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