Para San Ignacio de Loyola, gran devoto de San Francisco, ser pobre significaba más que un ejercicio ascético: un despojamiento de todo para estar más próximo a los otros y construir con ellos fraternidad. Ser pobre para ser más hermano y hermana.
Para los primeros compañeros de San Ignacio la vida en pobreza, individual y comunitaria, siempre acompañó el cuidado de los pobres, parte esencial del carisma jesuítico. Y San Francisco vivía estas tres pasiones: a Cristo crucificado, a los pobres más pobres y a la naturaleza. Llamaba a todas las criaturas, hasta al feroz lobo de Gubbio, con el dulce nombre de hermanos y hermanas.
Ambos vislumbraban a Dios en todas las cosas. Como lo expresó bellamente San Ignacio: “Encontrar a Dios en todas las cosas y ver que todas las cosas vienen de lo alto”. Y decía más, muy en la línea del espíritu de San Francisco: “No es el mucho saber lo que sacia el alma, sino el sentir y saborear internamente las cosas”. Sólo puede saborear internamente todas las cosas si las ama verdaderamente y se siente unido a ellas. En San Francisco abundan afirmaciones semejantes.
Tales modos de vida y de relacionarse son fundamentales si queremos reinventar una forma amigable, reverente y cuidadosa de la Tierra y la naturaleza. De ahí nacerá una civilización biocentrada. Como afirma la Fratelli tutti, fundada en una “política de la ternura y de la gentileza”, “en el amor universal y en la fraternidad sin fronteras”, en la interdependencia entre todos, en la solidaridad, la cooperación y el cuidado de todo lo que existe y vive, especialmente de los más desprotegidos.
La Covid-19 es una señal que la Madre Tierra nos envía para que asumamos la misión que nuestro Creador y el universo nos han confiado de “proteger y cuidar el Jardín del Éden”, es decir, de la Madre Tierra (Gn 2,15). Si juntos, estas dos Órdenes de los franciscanos y los jesuitas, asociados a otros, se proponen realizar este sagrado propósito, darán una señal de que no se ha perdido todo del Paraíso terrenal, que empieza a crecer dentro de nosotros y se expande hacia fuera, haciendo, de verdad, de la Madre Tierra, la verdadera y única Casa Común en la cual podremos vivir juntos en fraternidad, benevolencia, justicia y paz y alegre celebración de la vida. ¿Son sueños? Sí, son los Grandes Sueños, necesarios, que anticipan la realidad futura.