El estudio científico de las condiciones de vida de la población venezolana, efectuado por investigadores y académicos serios, acreditados nacional e internacionalmente y pertenecientes a la UCV, la USB y la Ucab, arroja una cifra espantosa de miseria en Venezuela para 2016, que hoy debe ser peor dada la velocidad rápida con la que progresa el deterioro. Más de 60 por ciento de miseria extrema, 87 por ciento de hogares en pobreza, reducción promedio de 7 kilogramos de peso, con pérdida sin proponérselo de 9 kilos en la población más pobre; disminución del número de comidas diarias a dos o a una. Si a esto agregamos, la reaparición de la desnutrición en todas las edades, mayor en niños y adolescentes; las muertes directas e indirectas por hambre y la morbilidad y mortalidad por ingerir alimentos fuertemente contaminados, al provenir de sitios de desechos orgánicos y basuras, el cuadro es dantesco y criminal para con la gente.
Estamos entre los países más miserables del mundo y ya llevamos por lo menos cuatro años en esta posición; pero además con el gobierno más cínico del momento actual, que no sólo desconoce la situación sino que hace gala de lo contrario. El Instituto Nacional de Estadística, organismo del cual la nación entera se sentía orgullosa hasta hace varios años, hoy es un instrumento perverso de desinformación al servicio de nefastos intereses contrarios a la nación venezolana. Pareciera ser parte de fuerzas ajenas de ocupación y dominación, sólo empeñadas en satisfacer los deseos hegemónicos de sus amos y gobernantes y de justificar cualquier exceso o depravación que cometan. La Encuesta de Condiciones de Vida ya mencionada, recientemente presentada en forma pública, desenmascara la vileza de sus informes, que sólo pueden ser producto de su descomposición ética, moral y profesional interna.
Es inentendible que haya gente pensante y supuestamente preparada, que sea capaz de convalidar, e incluso exaltar, a una gestión gubernamental capaz de tal grado de destrucción de la nación. La capacidad de asombro de los venezolanos pensantes ha sido completamente desbordada, por la actitud de quienes se presentan como gestores de la máxima felicidad posible, término con el que prostituyen una frase del Libertador. De la misma forma que envilecen su apellido al adjudicarse el término bolivariano. El imperialismo ha existido desde inicios del siglo XX; sus acciones contra Venezuela o contra otros países latinoamericanos y del mundo no son de ahora ni exclusivas contra el chavecismo. Invadieron México y lo despojaron de una extensión del doble de la Venezuela actual, invadieron Nicaragua y fueron expulsados por Sandino y han protagonizado cientos de incursiones en nuestros países.
En el pasado, catalogaron a Rafael Caldera como “dinosaurio” y enfrentaron a Carlos Andrés Pérez cuando adelantó la reversión petrolera, solo que en aquel momento estaban demasiado ocupados en Vietnam y en el oriente medio, situación manejada hábilmente por el líder adeco. No es por lo tanto ninguna excusa hablar de las acciones del imperialismo, pues de ellas tenían que estar al tanto desde antes incluso de tomar el poder. La descomposición de Venezuela sólo puede atribuirse al fracaso total de quienes nos dirigen desde hace 19 años. Más nada. Lo demás es retórica estéril.