Desde los años 1990 se han realizado investigaciones que ilustran algo muy interesante: Los celos del hombre y los celos de la mujer pueden ser causados por factores distintos.
David M. Buss (nac. 1953) es un conocido investigador estadounidense de la llamada ‘Psicología Evolutiva’, es decir, el estudio de la evolución sociobiológica de la mente humana. En una primera investigación con 511 estudiantes universitarios de ambos sexos, este autor comparó las respuestas ante dos escenarios desagradables: a) Su pareja incurre en infidelidad sexual, b) Su pareja se involucra sentimentalmente con otra, es decir, incurre en lo que se podría llamar: ‘infidelidad emocional’. El 83 % de las mujeres encuestadas consideraron peor que su pareja incurra en infidelidad emocional en comparación con un 40 % de los hombres que consideraron peor este tipo de infidelidad. En contraste, un 60 % de los hombres consideraron peor la infidelidad sexual de su pareja en comparación con un 17 % de las mujeres que consideraron peor tal infidelidad sexual.
Las diferencias eran obviamente significativas, pero ese estudio se basó solamente en respuestas verbales. Entonces Buss hizo otra investigación con 30 hombres y 30 mujeres en un laboratorio psico-fisiológico. En ese laboratorio Buss colocó electrodos en las cejas y en los dedos primero y tercero de la mano derecha, con el fin de medir la respuesta electrodérmica y la sudoración. También puso electrodos en el dedo pulgar de la mano para medir las pulsaciones cardíacas. Entonces Buss solicitó a los hombres que se imaginaran claramente a su mujer teniendo relaciones sexuales con otro hombre. Cuando el participante se lo imaginaba, apretaba un botón y durante 20 segundos se realizaban los registros electrofisiológicos. En el caso de las mujeres se hizo lo mismo: se les solicitó que imaginaran a su hombre teniendo relaciones sexuales con otra mujer y se realizaron los respectivos registros electrofisiológicos. Luego se solicitó a los hombres que se imaginaran claramente que su mujer se enamora de otro hombre (infidelidad emocional). En el caso de las mujeres se les solicitó que se imaginaran claramente que su hombre se enamora de otra mujer. Los resultados de pulsaciones cardíacas y conducción eléctrica de la piel fueron muy claros: la mayoría de los hombres manifestaban más desagrado al imaginar la infidelidad sexual de la mujer, mientras la mayoría de las mujeres manifestaban más desagrado al imaginar la infidelidad emocional del hombre.
Este tipo de investigación se repitió en Alemania, Holanda, Corea y Japón y se encontró lo mismo. Pero algunos autores hicieron la siguiente crítica: la infidelidad emocional y la infidelidad sexual frecuentemente van unidas y en el trabajo no se separaban de manera excluyente la una de la otra. Entonces Buss hizo la investigación con 1.122 estudiantes universitarios pero comparó las respuestas ante dos escenarios mutuamente excluyentes: a) Infidelidad sexual sin infidelidad emocional, b) Infidelidad emocional sin infidelidad sexual. Los resultados evidenciaron de nuevo una diferencia muy clara entre ambos sexos: los hombres mayoritariamente se sentían peor ante una infidelidad sexual sin infidelidad emocional, mientras las mujeres mayoritariamente se sentían peor ante una infidelidad emocional sin infidelidad sexual.
¿Cómo se podría interpretar desde un punto de vista biológico evolutivo esta diferencia entre sexos?….La Psicología Evolutiva plantea la siguiente explicación posible. La mujer siempre tiene un 100 % de certeza de que sus hijos son de ella, pero el hombre siempre puede tener la duda de que sus hijos sean realmente de él. Por otro lado, el bebé humano nace muy desvalido y depende totalmente del cuidado materno. Obviamente para la mujer es muy importante que el hombre colabore con la manutención y el desarrollo de los hijos. Entonces para el hombre es más angustiante imaginar la infidelidad sexual de la mujer porque eso implica la posibilidad de que los hijos no sean de él. Por el contrario, para la mujer es más angustiante que el hombre incurra en infidelidad emocional con otra mujer, porque eso implica que puede dedicarse a atender a esa otra mujer y descuidarla a ella y sus hijos (1). Yo hice la encuesta en más de 10 ocasiones con mis estudiantes de distintos cursos de la asignatura ‘Evolución de los Seres Vivos’ que impartí en el NURR-ULA desde el año 2002 hasta el 2017 y todos mis resultados coincidieron con los de Buss. Pero recuerdo una vez que un estudiante me dijo que esos resultados podían explicarse por un condicionamiento cultural en nuestras sociedades que son machistas. Ciertamente es posible que el condicionamiento sociocultural también juegue un papel importante. En una ocasión Henry Kissinger (nac. 1923) que fue Secretario de Estado de los Estados Unidos entre 1973 y 1977, dijo: “El poder es el gran afrodisíaco” (The New York Times, 19/01/1971). Eso quizá sea un condicionamiento cultural típico de las sociedades opulentas de consumo, en las cuales un porcentaje significativo de las mujeres toman en cuenta la posición social del hombre y su poder adquisitivo antes de tener una aventura amorosa o aceptarlo para casarse. Pero nótese, que una mujer puede ver en un hombre con recursos más garantía para criar a sus propios hijos, lo cual estaría de acuerdo con lo que plantea la Psicología Evolutiva.
No obstante, la historia evidencia que las costumbres sexuales pueden cambiar mucho. Heródoto (aprox. 490-425 A. de C.) fue un historiador griego que viajó mucho y escribió su famosa obra: ‘Historias’ (investigaciones) que consta de 9 libros y en la cual describe minuciosamente muchas costumbres de diversos pueblos. Veamos algunos pasajes. Sobre los masagetas (antigua Persia) dice: “Sus costumbres son estas: todos se casan, pero todos usan en común sexualmente a sus mujeres” (Libro I, 216). Sobre la antigua Lidia dice: “las hijas de cada familia lidia pobre trabajan como prostitutas para acumular suficiente dote que luego les permita casarse” (Libro I, 93). También: “Los lidios tienen costumbres parecidas a las de los griegos, salvo que prostituyen a sus hijas” (Libro I, 94). Más adelante Heródoto condena una costumbre de los antiguos babilonios: “La costumbre más infame de los babilonios es que toda mujer debe ir una vez en su vida al templo de Milita (nombre asirio de Afrodita) y unirse sexualmente con el primer forastero que le ofrezca dinero (…) Sea cual sea la suma de dinero ofrecida tienen que aceptarlo porque ese dinero es sagrado. Después de la relación sexual la mujer regresa a su casa. Las mujeres bellas consiguen rápido un forastero y regresan a sus casas, pero las que son feas pueden tener que esperar tres o cuatro años” (Libro I, 199).
Por otra parte, el gran médico austríaco Sigmund Freud (1856-1939), fundador del Psicoanálisis, en una ocasión dijo a una paciente llamada Marie Bonaparte: “La gran pregunta que nunca ha sido respondida, y que yo tampoco he sido capaz de responder, a pesar de haber investigado durante 30 años el alma femenina, es: “¿Qué es lo que una mujer quiere?” (2). Freud obviamente tenía mucha experiencia como psicoanalista, pero podríamos aseverar que una de las cosas que la mayoría de las mujeres desean por instinto maternal es una seguridad social para sus hijos menores de edad, lo cual actualmente abarca: buena alimentación, educación, vestido, vivienda, medicamentos, salud, etc. Esto es acorde con los resultados de Buss en varias partes del mundo…En fin, el tema de los celos y las costumbres sexuales es muy complejo y quizá puede haber una combinación de predisposición biológica evolutiva y condicionamiento sociocultural. NOTAS: (1) La información la he tomado de pags. 325-329 en David M. Buss (1999) ‘Evolutionary Psychology’. Allyn and Bacon. (2) Pag. 324 en ‘The Oxford Dictionary of Quotations’. Fifth Edition. Edited by Elizabeth Knowles (1999) Oxford Univ. Press.
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