Cada vez que alguien decía que “la infancia es la época más feliz de la vida”, mi papá invariablemente acotaba “sólo de algunos”. En muchas partes del mundo se acaba de “celebrar” el Día del Niño, y basta con ver alrededor para darnos cuenta de las dificultades, retos, tristezas, conflictos, problemas y ahogos que representa ser niño en este siglo. No hay mucho de qué celebrar…
Hay quienes aseguran que en la infancia se forja el futuro. Ciertamente, la infancia es una etapa crucial en el desarrollo humano, donde se sientan las bases para el crecimiento físico, emocional, cognitivo y social. Durante estos años tempranos, los niños exploran el mundo, adquieren habilidades y construyen la base de su personalidad. Según Humanium, una ONG internacional de apadrinamiento de niños comprometida a acabar con la violación de los derechos infantiles en el mundo, hoy hay aproximadamente 2.200 millones de niños que viven, en su mayoría, en “países en vías de desarrollo”. Para decirlo en cristiano, viven en condiciones adversas que afectan su bienestar y desarrollo: pobreza, insalubridad, enfermedades, hambre y poca o escasa educación. ¡Qué tragedia! ¿Qué clase de futuro se forja en esas condiciones?
Tiene que haber un llamado a la acción urgente. La tasa de natalidad en los países desarrollados, en su mayoría, es negativa. Si quienes se están reproduciendo son las familias que escasamente pueden proveer para sus hijos, ¿quiénes van a tomar las riendas del mundo a la vuelta de dos o tres décadas? Millones de niños en todo el mundo se enfrentan a los problemas más apremiantes. Hay que tomar medidas para protegerlos y promover sus derechos.
La pobreza, como sucede desde que el ser humano empezó a caminar por la Tierra, es uno de los mayores obstáculos que enfrentan los niños. La falta de acceso a alimentos adecuados, la ausencia de atención médica, el escasísimo acceso a una educación de calidad y condiciones de vida dignas, afectan negativamente su desarrollo. La desigualdad socioeconómica en los países subdesarrollados agrava aún más estas disparidades, porque deja a los niños más vulnerables en una situación de absoluta desventaja.
A pesar de los esfuerzos realizados en el ámbito de la educación, millones de niños son analfabetas y en la mayoría de los casos, no pasan de ser analfabetas funcionales, simplemente porque no tienen acceso a una educación de calidad. La falta de infraestructuras, recursos y docentes calificados limita las oportunidades educativas. Para muestra, un botón: Venezuela. Nuestros niños no tienen manera de obtener información relevante y de importancia y eso limita sus oportunidades y participación plena en la sociedad.
También hay muchos niños que son víctimas de diversas formas de violencia, incluyendo abuso, explotación, trata de personas, matrimonio infantil, reclutamiento en conflictos armados y violencia de género. Los conflictos armados y la inestabilidad política en muchas partes exponen a los niños a situaciones peligrosas y traumáticas. Según Humanium, en los últimos 10 años el número estimado de niños muertos como resultado de la guerra es de unos 10 millones y hay entre 250.000 y 300.000 niños luchando en conflictos armados en todo el mundo. Esto, sin lugar a dudas, deja cicatrices emocionales profundas. También limita su desarrollo.
En cuanto a salud y bienestar, aunque se han logrado avances significativos en la salud infantil, millones de niños continúan enfrentando desafíos en este aspecto. La desnutrición, enfermedades prevenibles y falta de acceso a atención médica básica siguen siendo problemas persistentes. Además, la falta de saneamiento adecuado y la falta de agua potable afecta la salud y aumenta el riesgo de enfermedades. Hace un año entrevisté al Dr. Óscar Noya, director del Instituto de Malaria del Instituto de Medicina Tropical de la UCV y encendió todas las alarmas por la inmundicia del agua en Venezuela.
Es una certeza que la protección de los derechos de los niños es fundamental para garantizar su bienestar y, sin embargo, han sido fallidas las políticas y programas que promueven su protección, así como los sistemas legales y judiciales que deberían garantizar la justicia y rendición de cuentas. No sólo en Venezuela, pasa en todo el mundo. Por eso la situación de los niños presenta desafíos que requieren una respuesta urgente y coordinada a nivel global. Es responsabilidad de los gobiernos, ciertamente. Y hay muchas organizaciones nacionales e internacionales que trabajan con denuedo para proteger y promover los derechos de los niños. Pero se necesita también que la sociedad civil y cada individuo tome medidas para ayudar. Sólo así construiremos un mundo más justo y equitativo para las generaciones futuras.
@cjaimesb