SENTIDO DE HISTORIA / Los prostíbulos valeranos

Por: Alexi Berríos Berríos

Heladería Roma, parte de aquella historia de la Valera del siglo pasado

Los prostíbulos son unos de los sitios ideales para precisar la cotidianidad de una ciudad. Allí se revelan los tonos de vida y en su interior se cruza la sociedad a causa del deseo, del placer, inquietudes y dicharachos parroquiales. Por tal razón, valdría la pena recoger en crónicas-relatos el ingrediente cultural de los prostíbulos valeranos, tras saber que en el fondo de los mismos vibra el alma social de nuestra localidad en sentido epocal. Dar cuenta de esa vida nocturna como dato microhistórico para las nuevas generaciones, se convierte en labor de sumo interés y orienta el camino para comprender un motivo clave de la ciudad, sin respeto de linajes a determinadas horas cuando Valera dormía y en sus alrededores entonaban el himno de la lujuria sin contradicciones de ningún tipo.

Con su habitual bullicio y el encanto femenino, los burdeles tomaron muchos corazones que todavía laten en suelo valerano. Tan pronto como se inicie el trabajo escritural sobre los prostíbulos, empezarán a llenarse vacíos en el cuerpo microhistórico de una ciudad virginal en la traza social desde la década del 70 del siglo veinte.

La puesta en marcha de dicho trabajo sería romper el silencio y sobreponerse a las repeticiones escriturales con la magia que ofrecen los lupanares, al saberse sobre todo de fuentes orales que el pudor femenino tan acentuado en los hogares de la ciudad de Mercedes Díaz, estimulaba la búsqueda del erotismo en los burdeles de la Calle Vargas, en el Arco Iris, el Dandy, el Siboney, el Acapulco, entre otras casas de citas con mujeres livianas y queridas hasta la saciedad. Siguiendo el testimonio de viejos amigos y algunas comprobaciones personales, el jolgorio prostibulario iniciaba después de las diez de la noche en medio de un ambiente movido y aderezado con melodías, brandy, ron, whisky, cerveza… El trago de la mujer dependía de sus gustos y el placer estaba sujeto a la atracción y cordialidad, sin pasar por alto el buen ritmo musical en la pista de baile.

Las meretrices se paseaban de lado a lado esperando ser llamadas por las voces masculinas procedentes muchas veces del cura, del prefecto, del médico de la comarca, del acartonado académico o del rico comerciante, aspecto que refleja el sentido democrático de los prostíbulos y el comprensible secreto cultural que vale la pena descubrir mediante un puterío decorado con lágrimas de don Juanes y patriarcas locales, quienes, en algunos casos, decidieron llevarse para siempre a una meretriz y así pasar de cliente eventual a un marido amoroso con pasado burdelesco, dormido en las sepulturas de los inolvidables prostíbulos valeranos.

 

Salir de la versión móvil