Álvaro Quintero: “El primer semáforo de Valera fue Aura Salas Pisani” | Por: Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

“La expresión cultural de un pueblo se realiza como expresión colectiva, en atención fundamental a la expresión de tradición, a la permanencia; y como expresión individual, imantada casi siempre hacia el cambio y la transformación”.

Víctor Bravo

En La Quebrada, la Semana Santa era muy bonita, todo el mundo rezando, la gente construía los altares en el frente de sus casas y se hincaba pidiéndole a Dios y la Virgen por tantas cosas que cada quien solicitaba o agradecía.

Yo me venía al pueblo desde la travesía de Miquinoco a jugar metra y trompo. Picábamos esas tremendas troyas, que era ese recorrido territorial establecido por los acuerdos de muchachos, en donde se cobraba y se pagaba. Los que ganaban cobraban con los quinios y los que perdían con el trompo también se hacían partidas de metras.

Una vez perdí una troya y me vine desde La Quebrada hasta Quebrada de Cuevas, a pie, porque no había carretera por La Picachuda, era el camino entre dos grandes cerros, a la bodega de don Carmelo Bencomo y pedí «fiao» un trompo y una bolsita de metras sin permiso de mí papá Esteban Añez. A los días, se encontró a mi papá y le dijo aquí estuvo el muchachito y llevó metras y un trompo a su nombre. Me descubrieron, el castigo fue grande, era mejor haber perdido una troya.

Recuerdo que una Semana Santa excomulgaron a “el Colibrí” por entrar a la iglesia sin camisa, era un personaje popular muy travieso, los dulces, las comidas, las carabinas el pescado y tantas cosas. Yo estudié hasta tercer grado en La Quebrada, cuarto en Cuevas, luego se tenía que venir a Valera pero mí situación era difícil. Me vine a casa de una hermana, hija del primer matrimonio de mi papá. «Déjeme decirle, se viene a estudiar, pero en condición de sirviente».

En este lugar la situación se hizo difícil, de ahí me fui a la casa de mi madrina Abigail Sosa, me fueron a buscar, pero preferí quedarme en la casa de la familia Sosa, la comprensión y el trato era diferente, es decir, humano. Yo fui deportista, esa actividad me favoreció mucho, en atletismo corrí 1.500, 3.000 metros, fui campeón occidental en los Juegos Nacionales de Educación Media con sede en San Cristóbal, en un maratón de 27 kilómetros desde Capacho a San Cristóbal y darle 10 vueltas al estadio.

Le di los 20 puntos al Liceo Rafael Rangel, tuve buenos maestros, entre ellos al profesor Luis Loreto Lira.

Estudié tres años de Medicina en la ULA Mérida, no terminé, me fui por poco tiempo a la UCV, regresando al NURR, realicé actividades políticas por la DCU (Democracia Cristiana Estudiantil), eso lo traía de familia, mi papá había sido concejal por Copei en Urdaneta. Recuerdo que Arístides Calvani venía aquí a Trujillo a dictarnos los cursos de formación política.

¿Cómo era la Valera de esa época? Un pueblo pequeño, recuerdo que las entradas eran, la de La Floresta, una de las principales. La del barrio hoy El Milagro, la de La Puerta y una en el norte, por una vía que venía más o menos de lo que hoy es Valera Motors y entraba en dirección al sector El Bolo.

La hoy Avenida Bolívar se construyó por etapas en varios gobiernos, la Redoma de Plata Uno, conocida como la Plaza de la Bandera o la de la Valford, como dice la gente y la prolongación de la avenida hasta hoy la Torre Unión, se hizo en el primer gobierno de Caldera. Al igual que el espacio que va desde la redoma de arriba donde estaba una fuente que la gente le decía la ponchera de Hortensio Hernández, hasta el Liceo Ciudad de Valera, también en el primer gobierno de Caldera.

Mientras que el centro de la ciudad era calle tradicional a cemento doble vía. Esa ampliación de mucho trabajo y costos se hizo en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Aquí se derrumbaron muchas edificaciones para poder ampliar la vía y finalizar la gran Avenida Bolívar de la ciudad, que es columna vertebral de Valera.

El bulevar se construyó en el gobierno de Jaime Lusinchi y en administración regional del gobernador Eleazar González. Cuando hicieron la avenida, la isla era continua, no tenía corte para darle continuidad a las calles, para hacerlo se tenía que recorrer la avenida y voltear en las redomas. Las parroquias Mercedes Díaz como la de Juan Ignacio Montilla cuando se andaba en carro, pues estaban separadas y la comunicación se hacía compleja.

El Concejo Municipal del periodo (1979 – 1984) atendió esta incomodidad para algunos, otros decían que así estaba bien. Se planteó hacerle corte a la isla para darle la continuidad al recorrido. Unos afirmaban que ello podría generar accidentes, choques y podría ser un peligro, además el pueblo no estaba acostumbrado a esta actividad.

Los concejales que fuimos partícipes de cortar la isla, fuimos Aura Salas Pisani, Pedro Bracamonte (padre) y yo, que era para ese momento el presidente del Concejo.

Este debate salió a calle y fue compartido con la ciudadanía, la maestra Aura Salas iba a la escuela Eloísa Fonseca y preparó a los alumnos en la cultura de los semáforos (o semafaros como le decía alguna gente). Llegaba a la avenida, se instalaba en cualquier esquina y dirigía el tránsito, con la luz amarilla, la roja y la verde, y la gente prestaba atención, ella lo hacía como un gesto de formación por su esencia de educadora y como protesta también.

El primer semáforo instalado en Valera fue en la avenida Bolívar con calle 13. Fue una solicitud que se le hizo al ingeniero Cecilio Colmenares, jefe de la zona diez del Ministerio de Transporte y Comunicaciones de Caracas y con mucha gratitud colaboró, a los pocos días llegó el segundo, lo instaló la compañía de Mérida que se había encargado del alumbrado de la avenida, aquí no había experiencia en esta materia.

El corte de la isla se le encargó al maestro de obra Ernesto Barazarte, con dos obreros del Concejo y así sucesivamente se fueron cortando las demás esquinas. A Valera le faltan muchas cosas que hay seguir buscando, como el bulevar cultural que es la unificación del Rafael Rangel, la Eloísa Fonseca y todo el complejo cultural del Ateneo, que es la esencia de la ciudad.

Siempre me ha gustado la política, fui concejal suplente, luego principal y presidente del Consejo Municipal por Copei, más adelante diputado a la Asamblea Legislativa, pero con Convergencia, con esta organización seguí el camino del Dr. Caldera, con quien tuve amistad. También con el Dr. Luis Herrera, me decía el cabito de Trujillo.

Siempre recuerdo el autobús de Convergencia que recorría la avenida Bolívar cargando pasajeros gratis. Fue una colaboración de una amiga de Machiques, Ivett Viloria, quien nos prestó un autobús viejo, lo equipamos, se pintó con los colores de Convergencia, amarillo, verde y rojo, para ochenta pasajeros. En las esquinas nos montábamos, pedimos el voto para nosotros Jesús Muchacho Matheus para el Congreso y yo para la Asamblea Legislativa. Eso eran mítines continuos y pasajes gratis…

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