Por Luis A. Villarreal P.
Hemos memorado los últimos días de Jesús en la Tierra, que fueron de sufrimiento: traición, vejación, flagelación, crucifixión, tribulación y muerte; pero también de plácemes porque fue resucitado; de gloria, por haber realizado una Misión que tenía por finalidad dar a conocer a Dios, acercarse a él y reconocerlo.
A partir de Jesucristo, Dios ya no era la divinidad exclusiva de descendientes hebreos, sino de todos los seres que habitan los confines. Desde Cristo Redentor, divino e histórico, todos somos pueblo de Dios, y se ha estado haciendo mucho más para avanzar por el camino de la reflexión —acerca de quiénes somos y cuál es nuestra razón de ser—; empezando por reconocernos como iguales —con los mismos deberes y derechos— ante la mirada de un Ser justo, bondadoso y magnánimo, también estricto y exigente, al que por sus obras infinitas denominamos Creador y Omnipotente.
Del Padre, ‘sin perfil histórico’, esperamos un reconocimiento a nuestro granito de arena por haber invertido nuestras vidas en la causa del bien común, de la superación del ser humano, en su civilismo; y también el merecido castigo por haber sido egoístas y desconsiderados con el hermano que es el prójimo; con la familia que es nuestro debut en Comunidad —del vivir en sociedad—, por haber sido indolentes como vecinos en el pueblo o en el barrio, inconsecuentes con el país que debemos enaltecer y servir.
El país es el grandioso legado a la posteridad generacional de patriotas y benefactores, que con sus sacrificios y sangre derramada tuvieron la Visión de dotarnos de un territorio, de un gentilicio; con la idea de conquistar un sistema de gobierno de independencia y soberanía, cuyos estandartes sean de Libertad, Igualdad y Fraternidad, en el marco de nuestra relación continental y global, y más allá.
La Justicia Divina, a la que con esperanza todos apelamos, en vista de la deficiente justicia terrena, es la que definitivamente nos redime y nos libera desde nuestra condición espiritual que es la más trascendente.
Haber reflexionado en el porqué Venezuela anda tan mal —excesivamente atrofiada en su quehacer político que es el principal— no es sino estar de acuerdo en que debemos revisar una y otra vez nuestra conducta de ciudadanos, la ciudadanía de cada uno.
La Pascua que esperamos
Reflexivos e inquietos
hemos estado. En los días
[santos
tradiciones cumpliendo,
comedidos orando,
por su perdón Jesús
[reverenciado.
En paz sin duda no íbamos
a estar. Nuestra Venezuela
[soporta
el maltrato mezquino.
Hijos que la deshonran
con más indiferencia la
[conforman.
Su corona es de espinas.
Como inconscientes se finge
[quererla,
dejando a la deriva
ese deber con ella.
Ser rescatada en Unidad
[espera
porque azotes y clavos
la laceran. En su estado de
[madre
malherida, su llanto
una petición hace:
volver a la democracia cuanto
[antes.
A sus conciudadanos
atada, proseguirá su existencia.
Siempre consustanciados
tendremos la certeza
de que esta Patria siempre será
[nuestra.
L A V P
En nuestro continente y el mundo entero suceden cosas incomprensibles y decepcionantes, pero los exabruptos que acabamos de observar en Nicaragua, que vienen recrudeciendo año tras año, nos llena de lamento y desconcierto, lo que por supuesto nos empuja a elevar el nivel de la crítica, de reproche e indignación unánimes.
El régimen nica ha estado derramando hace mucho ya el vaso de la intolerancia hecha desprecio por los valores sociales, culturales y religiosos, desde su enclave de dominación y humillación pseudo política.
Además de querer borrar del mapa de la civilización al pueblo nicaragüense, eliminando todo emprendimiento social —anti régimen— como las ONG, la libre asociación, la libertad de culto, la vinculación con los países democráticos y sus organismos multilaterales, el ‘gobierno’ Ortega-Murillo, en aguda etapa de su desquicio se ha dado el postín de romper relaciones con el Vaticano, y de convertirse en perseguidor de la Iglesia Católica, institución que no se ha dejado intimidar ni acallar, pese a las amenazas, por las satrapías del grotesco régimen. En tal sentido, la Iglesia ha tomado la batuta de la resistencia en nombre de Dios, emulando a Jesús histórico.
Esta vez se ha notado más la desvergüenza del régimen dictatorial de Managua, al poner en carrera con la policía a quienes han intentado en las procesiones interpretar la Semana Santa en las calles, a los personajes del Calvario, y sobre todo a los cirineos.
Se dice que «un policía logró interceptar a uno de los jóvenes vestidos de cirineos cerca de la iglesia Santa Ana, en Nindirí, y le dijo que la actividad religiosa estaba prohibida. «Sólo te lo digo, nada más”, le advierte el policía, de acuerdo con un video que circuló en redes sociales. Esta tradición de Semana Santa es una de las más llamativas en el departamento de Masaya. Participan hombres, mujeres, jóvenes y niños vestidos con túnicas, cordones y mantos con cruces al hombro que simulan a Simón de Cirene quien, según el relato bíblico, ayudó a Jesucristo a llevar la cruz al Calvario».
En nuestra Venezuela sigue la expectación por los 51 exfuncionarios que han sido «privados de libertad», pero aunque parezcan suficientes, el pueblo sincero de Venezuela —que no encubre ni tiene rabo e’ paja— espera por la captura de los principales en los graves casos de corrupción que han sido señalados por la Fiscalía General.