El Cairo, 4 abr (EFE).- Seis meses de guerra en la Franja de Gaza han dejado unos 33.000 muertos, cientos de miles de desplazados, una catástrofe humanitaria y pocas esperanzas de alcanzar una tregua, que pese a los incansables esfuerzos realizados por los mediadores -Egipto, Catar y Estados Unidos- no se ha podido materializar.
Desde el estallido de la violencia el pasado 7 de octubre, Israel y el grupo islamista Hamás tan solo pactaron un breve alto el fuego de una semana a finales de noviembre, que permitió el intercambio de 105 rehenes por 240 palestinos en cárceles israelíes.
Ese alto el fuego se rompió por acusaciones cruzadas y ante la incapacidad general de otros actores para ejercer influencia para una nueva pausa humanitaria, un clamor de la comunidad internacional reflejada incluso en resoluciones de la Asamblea General de la ONU.
Estas son las claves de los fracasos de la mediación en el conflicto.
Pérdida de influencia de EEUU
EE.UU, el principal garante de Israel, ha sido uno de los más activos a la hora de buscar soluciones para “evitar que se vuelvan a repetir los ataques de Hamás del 7 de octubre», que dejaron alrededor de 1.200 muertos en territorio israelí, al tiempo que pidió al Estado judío una respuesta proporcionada.
Con el paso de los meses, la posición estadounidense de apoyo incondicional e irrestricto a Israel se ha ido matizando y endureciendo, ante el clamor internacional y las presiones políticas internas, en el contexto también de las malas relaciones entre el presidente Joe Biden y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y su gobierno de extrema derecha.
A finales de marzo, EE.UU permitió con su abstención en el Consejo de Seguridad de la ONU la aprobación de una resolución que exige un alto el fuego inmediato, después de haber vetado hasta en tres ocasiones peticiones similares.
EE.UU ha advertido también duramente contra una posible invasión de Rafah y ha instado a que Israel permita el acceso de ayuda humanitaria sin restricciones, a lo que el Gobierno de Netanyahu ha hecho caso omiso.
Israel no solo ha continuado con sus políticas que cada vez más actores internacionales, ONG y organismos como las agencias de las Naciones Unidas califican de genocidas, sino que ha mantenido su acceso al armamento estadounidense, a su multimillonaria ayuda económica para defensa y seguridad, así como su respaldo en foros internacionales.
Egipto y Catar, los pilares
Egipto y Catar han sido claves en los intentos mediadores entre Israel y Hamás. Mientras el primero ha ejercido de mediador histórico entre ambos, Doha ha puesto de relieve su importancia al mantener buenas relaciones con EE.UU y, al mismo tiempo, acoger una oficina política del movimiento islamista desde hace una década.
Egipto mantiene además el único paso fronterizo de la Franja, el principal punto de paso de la ayuda humanitaria al territorio.
Tanto Doha como El Cairo – también París – han acogido múltiples rondas de negociaciones indirectas entre las partes, con presencia de diplomáticos y los jefes de los servicios de Inteligencia de Egipto, Catar, Israel y Estados Unidos para delimitar los puntos básicos para alcanzar una tregua.
Pero hasta el momento estos esfuerzos han resultado infructuosos.
De forma paralela, han sido incontables las visitas de primeros ministros, presidentes, responsables de Exteriores y de seguridad de decenas de países que han intentado mediar, presionar y sentar bases para una solución al conflicto y a la situación humanitaria.
Diferencias insalvables
Las negociaciones han visto la repetición de un mismo patrón: los mediadores han presentado a Hamás varias propuestas para un alto el fuego que Israel estaría dispuesto a aceptar, mientras que el grupo islamista responde con otras exigencias.
Sobre la mesa está una tregua inicial de unas seis semanas que incluya un nuevo intercambio de prisioneros por fases, pero todo está marcado por diferencias y matices.
La principal carta de Hamás es la liberación de los rehenes, de los que se calcula que quedan unos 130 con vida, aunque el grupo islamista afirma que los bombardeos israelíes han matado a más de 70. Israel asegura tener pruebas de que una treintena habrían muerto.
Israel se centra en establecer la liberación de rehenes a cambio de presos palestinos retenidos en sus cárceles, sin renunciar a su presencia militar en Gaza ni a la invasión terrestre de Rafah, donde están desplazados unos 1,5 millones de gazatíes. Su dilema es determinar la cuota de cada preso palestino excarcelado por cada rehén liberado.
Hamás exige como requisito un alto el fuego “integral” en la Franja, que durante el mismo se negocie el fin del asalto israelí, así como el retorno de desplazados al norte del enclave y la retirada de las tropas israelíes; algo que Israel ha calificado de «delirante».
.