Seamos realistas. Conversando lograremos lo imposible I Por: Carlos Vignolo

“CONVERSANDO SE ARREGLAN LAS COSAS”, dice la sabiduría popular.  ¿Sí?
¿Se podrá conversando eliminar la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la falta de solidaridad, la violencia y otras lacras y atrocidades ocurriendo hoy en el mundo, incluyendo algunas naciones que eran supuestamente más “desarrolladas” y “civilizadas»?

Sí.
Todo eso se puede arreglar.
Sí, se puede.
Si nos lo proponemos de verdad y abandonamos
la desesperanza aprendida,
la resignación,
el cinismo,
la negación y
la evasión,
¡se puede!
Si enfrentamos los brutales hechos de la realidad reafirmando, al mismo tiempo, nuestra firme determinación a no cejar en nuestros esfuerzos por lograrlo, ¡se puede!

Se puede arreglar si no vivimos en función de resultados sino en función de nuestro compromiso con el proceso. Si, independiente de cuantas veces fracasemos, de que a veces nos parezca que no logramos nada, sigamos adelante sin desfallecer.

Sí, se puede.
Si no nos preocupamos de cuantas y cuantos somos las y los que estamos en esa postura, se puede.
La historia muestra que un grupo pequeño, con esa convicción y determinación puede cambiar la historia. A veces una sola persona, con su ejemplo, con su coraje, moviliza gradualmente a decenas, cientos, miles y millones de personas tras propósitos grandes y nobles como los referidos. Mahatma Gandhi es uno de los ejemplos cercanos de ello.

Esas y esos que no se rinden nunca, esas y esos son los indispensables.
Y esos y esas son quienes alcanzan la verdadera felicidad, el verdadero gozo de vivir y convivir.
Quienes logran la eco-felicidad.
No la ego-felicidad.
La eco-espiritualidad,
no la ego-espiritualidad.

Son estas y estos los que conversan y no sólo hablan y discuten.
Son quienes no buscan con-vencer, ganar las discusiones, salir airosos y felices cuando sus opiniones y posiciones son las triunfantes.
Son quienes interactúan en función de avanzar en la consecución de esos nobles propósitos con disposición no sólo a ceder y con-ceder sino a dejar opiniones y posiciones atrás, allí en la sala de conversaciones, agradecidos de ello. Quienes se inclinan hacia las y los otros, reverencialmente, con respeto y aceptación de las diferencias, valorando la diversidad como una forma de ampliar el espacio de posibilidades para arreglar las cosas.

Son estas y estos quienes de verdad con-versan, quienes están dispuesto a convertirse, a ser con-versos. No conversos a una religión.
Conversos a una causa.
Conversos a las posturas y propuestas de otras y otros o, mejor aún, a las posturas y propuestas que se acuerdan en la conversación y respecto a la cual todas y todos se convierten.
Idealmente conversos a una propuesta de acción que emerge del conversar y no es ninguna de aquellas que las y los distintos conversantes trajeron a la conversación. Mucho mejor esta conversión por cuanto lo es a una creación colectiva, a una creatura gestada participativamente por la comunidad.

Esa creatura tendrá un parto normal y será querida y cuidada por todas y todos quienes participaron en su gestación. Tendrá muchas madres y muchos padres. Una nueva familia surgirá de la conversación. Una comunidad que se desarrolla con-viviendo bien gracias a esa conversación generatriz de una nueva realidad.

Una comunidad que tiene, por tanto, un alto nivel de capital social, sin el cual no hay posibilidad alguna de lograr un desarrollo integral y sustentable, así como una real democracia, con los principios de igualdad, fraternidad y libertad y todos los derechos humanos fundamentales efectivamente instalados en el alma colectiva, respetados, honrados y cuidados.

Es a través de  conversaciones de esa naturaleza que generaremos un proyecto común, construiremos confianza, acordaremos principios, valores, normas y reglas y estableceremos el firme compromiso de cumplir y hacer cumplir lo que acordamos.

Es una buena noticia que podamos abordar y superar estos aparentemente imposibles desafíos a través del conversar.

Es una mala noticia el que somos muy incompetentes en conversar y tendemos a excluir, discriminándolas, a muchas personas cuya participación en esas conversaciones es fundamental.

Es una buena noticia que podemos aprender a conversar. Practicando, desde la humildad y el deseo de aprender.

Es una buena noticia que podemos avanzar en el conversar y en el aprender a conversar si los contextos conversacionales son adecuadamente diseñados.

Es una buena noticia que la pandemia que estamos sufriendo haya incrementado el porcentaje de la población que se ha hecho consciente de las brutales lacras de nuestras sociedades, tomando la decisión de participar en las conversaciones a través de las cuales lograremos transformar esta mega crisis en una oportunidad para innovar y encontrar los caminos para superarlas.

Sí. Se puede. Conversando sí se arreglan las cosas. Con determinación, pasión, humildad, paciencia y perseverancia, se puede.

Seguiremos conversando …

Académico Universidad de Chile
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