Se marchó el «Poeta de la Fotografía»

Con profundo pesar debemos referir el deceso de uno de los más representativos profesionales de la fotografía artística e insigne reportero gráfico,Pedro Torres, quien marcó hito como uno de nuestros máximos exponentes de la cultura. Pedro era padre del tambien reportero Edwuard Barradas y hermano de la periodista Belkis Torres.

 

Resulta raro, inesperado y hasta desconcertante el comportamiento del destino en la vida de muchas personas. Esto lo digo, porque precisamente este martes 23 de mayo, leía en el portal de nuestro fraterno Pedro Torres, sus palabras de pesar y tristeza por el fallecimiento de su también amigo de la cultura, el Popular «gocho».

Este 24 de mayo, recibimos una llamada que nos quebró la voluntad y nos volvió a hundir en el mar del desconcierto: » Falleció el reportero Pedro Torres». La noticia nos impacta, no por el hecho de que Pedro haya partido rumbo al encuentro con sus padres y parientes también fallecidos, sino porque su muerte ha sido más que inesperada y en un momento en el cual se había sobrepuesto a sus viejas dolencias diabéticas, por las cuales estuvo mucho tiempo convaleciente, incluso con la pérdida por amputación de una de sus piernas.

 

Hombre diáfano y buen amigo

Más allá de sus virtudes y defectos como todo ser humano, Pedro se caracterizó por ser un hombre de diálogo, de compartir entre amigos; de amar profundamente a su familia y aunque tuvo un carácter muchas veces cambiante, no menos cierto es que su honestidad, solidaridad en momentos difíciles y sinceridad no pueden ser cuestionados.

 

Pedro el artista

Hace unos cuarenta años en razón de la realización de un Secretariado Nacional del Círculo de Reporteros Gráficos de Venezuela, compartíamos en la sede del Ateneo de Valera un grupo de reporteros y periodistas. Era la época en la cual nuestro protagonista se había llevado en gallarda lid el Premio Nacional de Fotografía Artística, en el cual participó con una hermosa secuencia sobre la vida rutinaria de un hermoso colibrí que llegaba al jardín de su casa a revolotear y chupar el nectar de las flores circundantes.

Ese trabajo fue tan metódico y con una carga de paciencia, sensibilidad y maestría inigualable, que delante de los presentes lo llamé el «poeta de la fotografía», etiqueta elegante que recibió con mucho orgullo y aceptó como su remoquete permanente.

Desde ese momento, Pedro se convirtió no solo en un insigne representante de la imagen artística, sino se transformó en uno de los fotógrafos profesionales más reconocidos de Venezuela, obteniendo posteriormente infinidad de galardones, de los cuales nunca se ufanó con altanería, sino compartía con sus amigos y familia con la humildad que siempre le caracterizó.

Pedro además de insigne hombre de la buena y oportuna imagen, fue archiconocido por dar cobertura a muchas jornadas institucionales y actos académicos y era común verlo con sus equipos montando el escenario ideal para su clientela.

 

La familia su principal pasión

Testigo de excepción, es quien escribe esta nota, sobre el profundo amor que Pedro prodigó a su familia, especialmente a su abuela, a la cual refería en infinidad de oportunidades en nuestras tertulias bohémicas, al igual que a su señor padre, a quien admiró y respetó hasta más no poder.

Con Pedro compartimos muchas veces en la otrora Venezuela bonita, junto a Luis Huz, Iván Hidalgo, los hermanos Oswaldo e Isaac Pirela, Onesimo Caracas(+), Alfredo Zambrano, Ottoniel Hidalgo, Rodolfo Zambrano (+), Narciso Rondón (+), Francisco Graterol Vargas, el poeta Antonio Pérez Carmona (+), Néstor Vielma (+), Óscar Piñero (+), Gilberto Ascanio, Juvenal Lobo, Juan Chacón, José Gregorio González(+), Ramón Rivasáez, Luis Romero, José Pulido, Ramón Camacaro y por supuesto sus colegas del Ateneo de Valera.

Pero lo que lo que más lo motivaba en la vida, además de su trabajo, fue su amada Yagmira y su pequeño tesoro, el entonces niño Edwuard Barradas.

Pedro no escatimaba palabras ni esfuerzo alguno, para referir el profundo amor por esa mujer a quien le entregó su vida y con la cual decidió, luego de mucho insistir, en formar una familia definitiva.

Sus achaques y su afinidad por la comida suculenta fueron también carta de presentación, incluso cuando todavía era muy joven sufrió una arritmia cardíaca y el médico le recomendó bajar de peso y disminuir grasas y alimentos que no le convenían.

Pedro no se deprimía por esto y cuando ya estaba recuperado retornábamos a nuestras tertulias y compartir cotidiano.

 

Orden Ciudad de Valera

Hace pocos años, en razón de los 200 años de la fundación parroquial de la ciudad de Valera en el año 1820, nuestro protagonista recibió merecidamente la Orden Ciudad de Valera por sus aportes y entrega a esta urbe de Mercedes Díaz, a la cual también quiso tanto y que transitándola como solía hacerlo, a pesar de sus limitaciones físicas, le reclamó este 24 de mayo, su última exhalación terrenal.

Se va este hombre recio; este amigo, colega y confidente con quien vivimos momentos de mucho trabajo, alegrías, nostalgias, éxitos y sinsabores; un hombre bonachón y dicharachero que supo vivir su vida con dignidad y que ofreció sin mezquindad alguna a todos quienes le conocimos, su personalidad noble, dulce y generosa…Sencillamente un hombre bueno que perdemos y con quien nos reuniremos en la tertulia de la eternidad.

Gracias Pedro por existir para nosotros.

 


Gabriel Montenegro
gabymonti59@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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