Karley Durán. CNP: 23.921
Cada 14 de febrero, el mundo celebra el Día de San Valentín, una fecha que ha evolucionado para convertirse en un símbolo del amor y la amistad. Pero, ¿quién fue realmente San Valentín y qué significado tiene su legado en el contexto de la enseñanza cristiana sobre el amor?
San Valentín fue un sacerdote romano del siglo III, conocido por su valentía al desafiar las órdenes del emperador Claudio II, quien había prohibido los matrimonios entre jóvenes. Claudio creía que los hombres solteros eran mejores soldados, por lo que San Valentín continuó celebrando matrimonios en secreto. Su desobediencia lo llevó a ser arrestado y finalmente martirizado el 14 de febrero alrededor del año 269 d.C. Su sacrificio no solo simboliza la lucha por el amor verdadero, sino también la importancia de defender los valores fundamentales en tiempos difíciles.
La figura de San Valentín ha trascendido su historia personal para convertirse en un emblema del amor romántico y fraternal. Sin embargo, es esencial recordar que este amor se encuentra profundamente arraigado en las enseñanzas de Jesucristo. En el Evangelio según Juan (13:34-35), Jesús nos instruye a amarnos unos a otros como Él nos ha amado. Este mandamiento no solo resalta la importancia del amor entre las personas, sino que también establece un modelo divino para nuestras relaciones.
El padre Luis Felipe Torres, párroco del Santiario Diocesano San Alejo de Boconó, indica que el amor cristiano se manifiesta en diversas formas: el amor agape (incondicional), el amor filial (entre amigos) y el amor romántico. Cada uno refleja una dimensión única del compromiso humano y espiritual. En tiempos donde las relaciones pueden verse afectadas por la superficialidad o la inmediatez, recordar las enseñanzas de Cristo sobre el amor puede guiarnos hacia conexiones más profundas y significativas.
Además, San Valentín nos recuerda que amar implica sacrificio y entrega. En un mundo donde a menudo prevalecen intereses individuales, su legado invita a reflexionar sobre cómo podemos vivir ese amor auténtico en nuestras vidas diarias. Desde actos simples de bondad hasta compromisos más profundos con nuestros seres queridos, cada acción cuenta.
El Prebistero Torres recalca que todos los cristianos debemos aspirar a grandes cosas, y todas esas grandes cosas vienen del amor, el amor únicamente entre hombre y mujer, quienes deben morir uno al otro para un verdadero amor incondicional de cara al plan de Dios.
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