Salvar la educación para salvar al país

 

El gobierno ha sido muy exitoso en destruir las dos palancas para el progreso de los pueblos: el trabajo y la educación. El autodenominado Presidente Obrero ha logrado el milagro de que ningún trabajador pueda vivir hoy con su salario, entre ellos los educadores de todos los niveles, que hemos sido condenados a llevar una vida de miseria e indigencia. De este modo, el gobierno ha logrado imponer esa mentalidad perversa de que no merece la pena estudiar o trabajar, pues no son puertas para el ascenso social. De ahí que escuelas, liceos y universidades, no sólo se están quedando sin profesores que abandonan en masa la educación en busca de un trabajo o un lugar donde puedan vivir dignamente, sino también se están quedando sin alumnos, que no le ven sentido a estudiar y esforzarse pues bachaqueando cualquier producto pueden ganar un sueldo muchas veces superior al de sus profesores. ¡Y para qué estudiar una carrera de cinco años si con unos cursitos de unas pocas horas y voceando la fidelidad al Psuv me van a permitir trabajar como Maestro!

El regreso a clases está siendo muy difícil no sólo para los maestros sino para los alumnos y sus familias. Aterra enterarse de los precios; ya no sólo de los uniformes, zapatos y libros, sino de cosas tan elementales como un sacapuntas, un lápiz o un cuaderno. Y a las legítimas protestas, se responde con golpes. ¡Pobre país que manda a sus colectivos a golpear a las maestras!

Pero no podemos abandonar la educación si queremos que el país resurja de sus cenizas. Es urgente que todos colaboremos en su salvación, condición para lograr un país próspero y en paz.

Estamos en la sociedad del conocimiento, y a nivel mundial, hay un consenso generalizado de que la educación es el medio fundamental para combatir la violencia, construir ciudadanía y lograr un desarrollo sustentable. Por ello, si bien es cierto que el nuevo año escolar se presenta lleno de problemas y dificultades, los genuinos educadores no podemos permitir que los problemas nos agobien, nos desanimen y nos derroten. Necesitamos todos sacudirnos el pesimismo y los miedos, convertirnos en personas corajudas, valientes, resilientes, creativas, capaces de asumir con entusiasmo nuestra misión de educadores y entender y vivir nuestro trabajo como un medio fundamental para producir vida abundante para todos, empezando por nosotros que debemos exigir un salario y unas condiciones de vida coherentes con la importancia de nuestra labor.

Son tiempos para cultivar la pedagogía de la esperanza comprometida y del amor hecho servicio. La decisión de los que hemos optado por quedarnos no puede convertirse en un acto de resignación y de lamentaciones, sino que tiene que ser una actitud decidida que se traduzca en trabajar por derrotar la resignación y el miedo, y afianzar la resiliencia, el compromiso y la solidaridad.

Para la reconstrucción de Venezuela, los educadores somos más necesarios e importantes que los economistas, los políticos y los militares. Por ello, si bien la crisis del país ha originado el colapso de la educación, debemos trabajar con firmeza por salvarla y trabajar con dedicación y entrega por una educación de calidad para todos que ponga los cimientos para una Venezuela próspera, productiva y en paz. Eso va a exigir educadores de calidad, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos, que, a pesar de los problemas, asumen su trabajo con entusiasmo, responsabilidad y creatividad.

 

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