Salir de la crisis… al encuentro del nos-otros | Por: Clemente Scotto Domínguez

 

“Venezuela, más que de acusaciones personales, está urgida de un “mea culpa” colectivo. Hasta tanto no adoptemos una actitud humilde y serena frente a los problemas de la Nación, no alcanzaremos la claridad requerida para entender nuestra propia acción social” Mario Briceño Iragorry (1897-1958) en “La traición de los mejores” (1953)

Los humanos vivimos en sociedades históricas, donde pensamos un pasado y un futuro, donde podemos concebir un mundo construido por los seres humanos dentro de la sociedad donde  actuamos; nos influye y marca su impronta al mismo tiempo que, con el andar individual y plural, podemos influir en ella y dejar huellas transformadoras.

“La historia emerge del caminar de la especie humana sobre el planeta creando territorialidad, mediante estructuras dinámicas siempre cambiantes y muy concretas en el espacio, el tiempo y la cultura”. Es muy importante escoger una unidad de análisis y acción, para que la aproximación a la realidad nos permita acertar tanto en el diagnóstico de la situación a la que queremos atender y resolver, como en el análisis prospectivo de los futuribles (esos futuros deseables y posibles de alcanzar) para que el destino sea humano.

Para acercarnos a la comprensión de la presencia humana organizada  sobre el territorio y mirar  el complejo mundo en el cual vivimos, “lo manejaremos como el sistema social integral que la especie humana ha construido y construye en su caminar, creando Espacio- Tiempo- Culturales”. Esta unidad de análisis y acción es parte de la búsqueda en la que se inscribe la visión Sistema Mundo impulsada por Fernando Braudel en Francia y por Immanuel Wallerstein en Nueva York, con grandes aportes de Humberto Maturana, Fritjof Capra, Samir Amin, Giovanni Arrigi, Gunder Frank y muchos otros autores; como nos lo enseña José Luis Pacheco Simanca en una obra suya, “Un modelo energético para Nuestra América; Visto en el Espacio Tiempo Culturales”; (ediciones desde abajo, Colombia 2011); un libro de lectura que recomiendo para la mejor comprensión de las complejas situaciones de nuestro tiempo.

“Hablamos de los Espacio- Tiempo- Culturales como unidad de análisis y acción para  comprender el movimiento de la especie humana en los distintos territorios que ocupa; una unidad de análisis mucho más compleja y abarcadora con primacía del papel cultural como impulsor histórico de la actividad humana y que se inscriba en la historia  en un todo holístico/integrador donde las partes se concatenen horizontalmente en todo momento”.

Con Edgar Morín y su método del pensamiento complejo entendemos, que así como en lo biológico y mental estamos en continua transformación, en sucesión de muerte y vida, por lo que somos seres en permanente renovación lo cual nos va haciendo distintos a lo largo de nuestra existencia, también eso ocurre con la necesaria interacción en la vida social con los otros, donde vamos desarrollando modos  de hacerlo que van “modulando” la manera de relacionarnos como seres humanos;  el ambiente y la cultura del con-vivir se crea en una dinámica relacional, con un proceso constante de significación sostenido en los deseos que impulsan esos encuentros, donde se van poniendo de relieve identidades y diferencias, semejanzas y desemejanzas, encuentros y desencuentros con los cuales se organiza la red que nos vincula y da cohesión, no sólo en el asiento del pasado de nuestra memoria social sino sobremanera en el sueño de futuro compartido que dota de significación al presente donde nos desenvolvemos. “La historia de la humanidad sigue el curso de los deseos, del tipo de vida que queremos vivir, porque son nuestros deseos los que determinarán qué es un recurso y qué no lo es, qué es una necesidad y qué no la es”, como lo expresa Humberto Maturana en su libro “El sentido de lo humano”.

Nos precisa Pacheco: “Cuando hablamos del Espacio, este concepto piensa al ambiente, a veces definido como paisaje, como un entorno mucho más complejo que el territorio geográfico. Ambiente como un constructo, que la especie humana ha creado históricamente, dando lugar a unas relaciones de poder que se erigen sobre el territorio, mediante las instituciones que determinan la dinámica transformadora de dicho territorio en su escala temporal bajo la flecha del tiempo”. En efecto, todo cambia y cada momento vivido es único e irrepetible; como siempre nos lo recuerda Heráclito “Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, pues tanto el río como nosotros, somos y no somos los mismos”; es así como nos suceden  los asuntos y eventos por los cuales pasamos a lo largo de nuestra vida y van conformando nuestra historia, individual y colectiva, de constante transformación y cambio; el mismo Heráclito nos dice: “lo único permanente es el cambio”.

Nuestra realidad social e histórica venezolana está marcada por algunos elementos que le dan una connotación importante de significativos; nuestro espacio definido y abierto por la territorialidad tropical y las raíces caribeñas, con una trayectoria de pensamiento y visión del mundo impuestos por el proceso derivado de la invasión del eurocentrismo que se hizo presente en nuestras costas desde el año 1498, hemos evolucionado en medio de la contradicción entre las fuerzas “pro sistémicas” de la cultura dominante que luchan por su permanencia y las fuerzas sociales de culturas dominadas subyacentes que muestran su emergencia y politización en el  combate para transformarla. De manera resaltante nuestro sentido histórico de los últimos doscientos años ha estado cargado de esa contradicción y luchas que en diversos momentos nos han significado devastaciones con penurias internas en las cuales, también intereses foráneos han jugado papel significativo para su propio beneficio.

El deseo de hacernos dueños de nuestro propio destino es cortar la dependencia en relación a los centros de poder; pero no vivimos en un mundo unipolar, sino en emergencia multipolar. Los vínculos entre lo interno y lo externo hacen que elijamos a otros en el interior de la sociedad, por sus conexiones y semejanzas con los otros externos, para representar dentro de nosotros mismos la lucha que llevamos a cabo contra el enemigo en la dirección del modelo que se defiende. La tensión social interna entra en el juego de las internacionales, y con esa mirada pueden ser apreciadas como interiores, “en una constelación que plantea la amenaza de aniquilamiento total a través de la guerra, contra la esperanza de emancipación de toda la humanidad a través de la revolución…” (Hanna Arendt)

Hoy, la narrativa que nos propone vivir en un proyecto de futuro, y al mismo tiempo la defensa de un presente amenazado, pero oculta la realidad que se vive en este presente, termina por disolver las mejores esperanzas para el futuro. En los procesos elitistas, la falta de controles por parte de la sociedad genera una libertad arbitraria en los grupos gobernantes, lo cual convierte las mejores ideas salvadoras en las peores fuentes del despotismo; se multiplican los caminos erráticos y la vía al abismo va conduciendo… al abismo. El culto del narcisismo en el ejercicio del poder representa un aberrado camino a la implantación de la estupidez, con lo cual se multiplican las conductas de los bandidos y la desprotección a los menos listos y a los más respetuosos del buen vivir social.

Se hace necesario recuperar lo que determina  la existencia radical de la política: la causa de la libertad contra la tiranía y el propósito de contribuir a organizar la capacidad de respuesta social con transformación institucional, de modo que liderar y gobernar ayude a dinamizar las energías internas de la comunidad, para desarrollar su capacidad de acción determinante en la atención del presente y la construcción del futuro en el servicio y el respeto para todo el pueblo.

Superar la dependencia de la mirada del otro como modelo y también el odio que desarrolla el miedo del otro como amenaza; superar la tensión de la cuerda que amenaza la línea roja de la guerra y la violencia a la cual nos incitan intereses foráneos, hacer la tracción que permita reconocernos como “nos-otros” para  recuperar el camino largo, escabroso y difícil, del sentido histórico de nuestra independencia; para abordar las plurales crisis del presente en nuestro Espacio- Tiempo- Cultural y que nos afectan como personas, como sociedad y como especie.

Tenemos que ser capaces de cambiar la mirada y abrirnos a la necesidad del encuentro con los otros para comprender que en nuestras diferencias también hay deseos y querencias que compartimos así como la necesidad de superar las grandes crisis de nuestro tiempo, para no dejar a un lado las mejores ideas y caminos en la búsqueda del tipo de vida que queremos vivir; como nos recuerda Maturana, “la historia de la humanidad sigue el curso de los deseos, del tipo de vida que queremos vivir, porque son nuestros deseos los que determinarán qué es un recurso y qué no lo es, qué es una necesidad y qué no la es”. Para salir de las crisis que nos afectan como país y como humanidad, es necesario considerarnos en nuestro Espacio- Tiempo- Cultural y disponernos ir al encuentro del nos-otros.

 

 

 

 

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