Redacción Ciencia, 13 abr (EFE).- Los niños nacidos por reproducción asistida con intervención de terceros tienen el mismo bienestar psicológico y relaciones familiares que el resto, según un estudio realizado durante 20 años, el cual sugiere que es bueno hablar de sus orígenes biológicos antes es de ir al colegio.
Donación de óvulos, de esperma o gestación subrogada. Un estudio de la Universidad de Cambridge que publica Developmental Psychology siguió durante dos décadas a 65 familias británicas para conocer los efectos a largo plazo de este tipo de concepción sobre la crianza y adaptación de los hijos.
“Hoy hay tantas familias creadas por reproducción asistida que parece algo normal», pero hace veinte años, cuando arrancó el estudio, “se pensaba que tener un vínculo genético era muy importante y que sin él las relaciones no funcionarían bien», señaló su coordinadora, Susan Golombok, de la Universidad de Cambridge.
Después de dos décadas, los resultados sugieren que la ausencia de conexión biológica entre hijos y padres en la reproducción asistida “no interfiere en el desarrollo de relaciones positivas entre ellos ni en el ajuste psicológico en la edad adulta”, destaca la universidad en un comunicado.
En la investigación participaron 22 familias con hijos nacidos por gestación subrogada, 17 por donación de óvulos y 26 por donación de esperma y compararon con familias que no habían recurrido a la reproducción asistida durante el mismo periodo.
Estos resultados, en los que no se encuentran diferencias en el bienestar psicológico o la calidad de las relaciones familiares con los niños nacidos de forma natural, concuerdan con las evaluaciones anteriores hechas a las edades de uno, dos, tres, siete, diez y 14 años.
El estudio sugiere, además, que hablar a los niños sobre sus orígenes biológicos “pronto, antes de comenzar el colegio, puede ser ventajoso para las relaciones familiares y una adaptación sana”.
Las madres que empezaron a contar a sus hijos sus orígenes biológicos en la etapa preescolar tenían relaciones más positivas con ellos y además mostraban niveles más bajos de ansiedad y depresión.
La mayoría de los progenitores que lo habían revelado lo hicieron a los cuatro años y comprobaron que el niño se tomaba bien la noticia.
En la fase final del estudio de 20 años, solo el 7 % de las madres que habían revelado el origen de su hijo antes de los siete años informaron de problemas en las relaciones familiares, en comparación con el 22 % de las que lo hicieron después de esa edad.
Los jóvenes adultos a los que se les habían comunicado sus orígenes antes de esa edad tuvieron puntuaciones “ligeramente más positivas” en las medidas del cuestionario de aceptación parental, comunicación y bienestar psicológico.
Además, eran menos propensos a declarar problemas en el cuestionario de relaciones familiares; 12,5% frente a 50 %, según los datos.
«Parece tener un efecto positivo ser abierto con los niños cuando son pequeños, antes de que vayan al colegio, sobre su concepción. Es algo que también han demostrado los estudios sobre familias adoptivas», afirma Golmobok.
Las madres por donación de óvulos declaraban tener relaciones familiares menos positivas que las habían recurrido a la donación de esperma. Los investigadores sugieren que podría deberse a la inseguridad de algunas ante la ausencia de una conexión genética con su hijo.
Los datos también señalaron que solo el 42 % de los padres por donación de esperma lo habían dicho a sus hijos a los 20 años, en comparación con el 88 % de los padres por donación de óvulos y el 100 % por subrogación.
Al reflexionar sobre sus sentimientos acerca de sus orígenes biológicos, los jóvenes adultos se mostraron en general indiferentes y los autores citan la respuesta de uno nacido por gestación subrogada: «En realidad no me preocupa, la gente nace de formas diferentes y si yo nací un poco diferente, no pasa nada, lo entiendo».