Ruta Electoral venezolana: Esperanza y firmeza por el Cambio vs. ‘realismo’ continuista | Por: Luis A. Villarreal P.

Luis A. Villarreal P.

Los días transcurren como en cuenta regresiva, obviamente tensando la cuerda a ver hasta qué punto la resistencia democrática tendrá el aguante y apoyo necesarios para cambiar las adversas circunstancias, si bien exultantes de optimismo irreductible, ya mostrando las rojas luces de salida a la única y robusta Candidatura del Cambio Político de la Ruta Electoral.  Esta etapa de la travesía electoral presidencial podría ser ‘no apta para cardíacos’.

Todo, pareciera haber sido programado con la previsión de llevar a esa candidatura ‘primaveral’ a la UCI y allí desentubarla para declarar su muerte; aunque nacida y legitimada por un pueblo olvidado del miedo y armado de paciencia, indiferente a los parapetos, cambalaches y conformismos, habidos y por haber, destinados a socavar su determinación y voluntad de Cambio.

Por supuesto, antes del fatídico día de la proclamación de muerte de la Única Candidatura Democrática, esperada por el alacranato, la pre determinación del pueblo a seguir luchando por la participación de su candidatura seguirá causando asombros y trastornos en el pragmatismo de moda »no hay que dejar al pueblo sin opción». Una frase grandilocuente rayando casi en un condolido desprendimiento filantrópico, en una obra de ‘caridad’ por Venezuela.

Esa expresión interesada y mendaz si algo corrobora es oportunismo y deslealtad con el país; la injusticia sobre la violación de los derechos políticos conculcados; la aversión o animadversión contra la Candidatura del Cambio, convertida en la fuerza de gravitación del proceso electoral sin la cual no tienen sentido las elecciones presidenciales.

Para muchos la Candidatura Unitaria del Cambio llegó al llegadero. Automáticamente se cerrarán las posibilidades de formalizar la postulación o los cambios ante el CNE, sobre todo vía electrónica —aunque ha estado bloqueada—, al concluir el lapso para dichos requisitos; y a llorar al valle, tal vez abrazados a una abstención esquiva y sin atractivo o a la posibilidad de algún evento mucho más extraordinario.

Stalin González, misterioso y escurridizo dirigente de UNT, miembro de la delegación opositora en las negociaciones aún con domicilio en México, ha tenido el desbuche de criticar a la máxima representante de la resistencia democrática,  principal figura de quienes asumieron las Primarias como compromiso democrático y levantaron el alma de los venezolanos, legitimada por el pueblo el 22 Oct, cuando arguyó ante los medios:

“— María Corina Machado debe dejar de engañar al pueblo.

No vale la pena sentarse a dialogar con ella si mantiene posiciones inflexibles.

La oposición necesita más líderes y estadistas y menos candidatos. ¿?

La inscripción de Manuel Rosales con la tarjeta de UNT fue una decisión conjunta con ‘las demás fuerzas de oposición’. ¿?

Desde la Primaria se sabía que había una gran posibilidad de que María Corina no se inscribiera, por lo que nunca se discutió la posibilidad de un candidato sustituto.

La inscripción de Edmundo González con la tarjeta de la MUD, fue parte de una estrategia para continuar las negociaciones internas y no para llegar al 28 de julio como candidato”.

De tal manera, el alfil de Rosales da a entender la secuencia ya no de negociaciones serias sobre aspectos partidistas democráticos candidaturales para asegurarnos del necesario cambio, mas por el contrario deja muy visible la estela de unas componendas dispuestas a tirar a la cuneta la principal candidatura con madera de Cambio, y a dejar abierta la posibilidad de un respaldo ‘sustantivo’ para el califa Manuel Rosales, ahora personaje de Las mil y una noches en la Tierra de Gracia. Un ‘ídolo’ ideado para liderar sin base la oposición cual heredero de ‘Mahoma’, tal vez un cuento en el cual Rosales ha puesto excesiva atención y corazón, por su vehemencia presidencial, al ser objeto de un inexplicable encantamiento.

Ejemplo también pueden ser las expresiones de todos aquellos acríticos del Régimen, sobre quienes pesa la sospecha de tener armada una conjura anti Candidatura Democrática, contra una transición acercándose y  llenándolos de pavor; un nuevo sistema pisándoles los talones lupa en mano —no en cacería de brujas, no, sino al menos para refrescar la memoria electoral del pueblo—, dispuesto a revisarles su comportamiento con Venezuela, a quitarles sus privilegios y la máscara de manipuladores y corruptores del sistema democrático. Su desparpajado celestinaje ‘político’ con el cual han puesto a Venezuela en postración institucional, volviéndola una república discapacitada, impotente, absolutamente a merced de los más torcidos y perniciosos intereses.

Las diferencias entre esta clase politiquera agonizante —de estrepitosa incapacidad y claudicación, succionada por el sistema absurdo y oprobioso del chavismo— y esa otra clase emergente propulsándose desde unas instituciones extenuadas y exhaustas, va mucho más allá de la natural rivalidad y competencia de posicionamiento electoral para ocupar cargos y disfrutar el ego del poder:  va a tratar de implementar los correctivos, de poner las cosas en su justo lugar.

Quienes deben dejar el camino en aras de la reconstrucción de Venezuela, desde hace tiempo tratan de salvarse a sí mismos como adláteres de un régimen perverso obcecado en mantener bajo su puño la perturbada vida de los venezolanos.

Son pocas opciones tal y como están las cosas, porque el Régimen ha desahuciado todo acuerdo donde figure, directa o indirectamente, MCM

Ese es el filo de tan difícil situación. Empero, debemos pasearnos por algunas opciones aunque parezcan marginales o inconsistentes:

La Plataforma Unitaria Democrática tiene su tarjetica en el tarjetón, y la postulación de González Urrutia; indicando un ‘por si acaso’, un ‘peor es nada’; o un  ‘eso es lo que hay’; en caso de no poder hacer cambios o ajustes, y el postulado se muestre mientras tanto inocente del utópico respaldo de MCM. Lo cual también hará escéptico e inseguro el verdadero Cambio y pondría las aspiraciones  del pueblo en entredicho y desconfianza.

Otra opción es la sustitución de Manuel Rosales —si él lo aceptara, obvio— por una persona acordada entre la Plataforma Unitaria Democrática y MCM, y con la anuencia del Régimen. Lo cual seguiría siendo no sólo súper riesgoso sino absolutamente indigno.

La opción de hacer cumplir los Acuerdos de Barbados [pacta sunt servanda], como debe ser, aplicando un lubricante capaz de aflojarle las tuercas a la terquedad del Régimen, en términos pacíficos, con iniciativa de Estados Unidos, no obstante el infructuoso recién encuentro entre personeros del presidente Joe Biden  y de la contraparte caraqueña, por cuanto las sanciones difíciles de restaurar e incrementar ya no meten miedo al oficialismo venezolano.

El tarjetón aún sin oposición

 No hay modo de saberlo

como quisiéramos. Por ello estamos

ahora más atentos,

sin siquiera alejarnos

un instante del ideal de Cambio.

 

Ni porque hayan mostrado

‘tarjetón electoral’ que predice:

‘solo estos candidatos

son aptos y elegibles

a la Presidencia’. Sendos perfiles,

 

cara de continuismo,

se proponen proseguir el ‘modelo’

de gobierno fatídico

a la medida de ellos,

pero del resto del país ajeno.

 

A ese tarjetón

le falta lo esencial: una persona

del frente opositor,

real opositora,

que indique competencia y no

                                   [tramoya

 

                                       L A V P

La crisis diplomática de México y Ecuador merece los comentarios de rigor de la ciudadanía internacional

Siempre es preferible abogar por el debido respeto al derecho internacional, siendo este un derivado del deseo de justicia, paz, cooperación y respeto mutuo, máxima aspiración de civilidad humana en aras de la sobrevivencia misma de la especie obligada a saber convivir.

Por ello es menester ponderar y cumplir los acuerdos asumidos [pacta sunt servanda] para regular el comportamiento de las naciones, o, mejor dicho, de quienes a ellas representan, porque estos personajes en sus interpretaciones dejan colar sus sedimentos e intereses ideológicos; la Convención de Viena […1964 ], Convención de Caracas [1954], el Pacto de Bogotá [1948]; la inviolabilidad de las sedes diplomáticas; y, por sobre todo, el derecho de asilo, sagrado recurso de los Derechos Humanos.

Ecuador está pasando por un infortunio ya con precedentes en otros países, no solo en relación a la violación de sedes diplomáticas sino al estado de sitio impuesto cuando se les quita la debida protección por parte del país albergue, llegando al extremo de cortarles los servicios básicos.

Nuestro hermano país, tal vez en la impotencia, ha autorizado —so pena de vulnerar la investidura presidencial de Daniel Noboa—  la irrupción policial a la sede de México en Quito, con la excusa —acompañada de argumentos importantes por supuesto— de evitar la violación a su propio derecho y soberanía por la excesiva y cuestionable solidaridad del presidente López Obrador con un individuo procesado por la justicia en atención a sus delitos comunes cometidos desde su cargo de vicepresidente del gobierno ecuatoriano, en lapso presidencial de Rafael Correa.

Lo interesante es el aplomo de la cancillería ecuatoriana al reconocer su craso error —la incapacidad al no saberse valer del salvoconducto para no dejar escapar al procesado con influencia ideológica— no sin dejar de advertir el deseo de canalizar su explicación sobre las cuestiones de fondo de la abrupta situación, en la cual se ha pretendido imponer la viveza con la omisión de específicos procedimientos establecidos en el otorgamiento de asilo político.

Pero lo irónico ha sido: la solicitud del prófugo ex presidente Correa de imponer castigo a Ecuador, su propio país; y la petición de AMLO de expulsar a Ecuador de la ONU; también el rompimiento de relaciones diplomáticas asumida por Nicaragua frente a Ecuador. La pregunta para nada capciosa es: ¿por qué tanta solidaridad con un convicto —cuyos derechos y humanidad están siendo atendidos en el marco del sistema de justicia ecuatoriana— en perjuicio de un país soberano?

Interesante y consecuente nos ha parecido la comparecencia de la delegación venezolana ante la Corte Internacional de Justicia [CIJ] en La Haya

Pese a la persistente negativa del gobierno venezolano al no reconocer la jurisdicción del referido tribunal en el caso de la usurpación inglesa de nuestra Guayana Esequiba, según el Laudo ‘Arbitrario’ de París de 1899, nos ha parecido apropiado el procedimiento oficial llevado a cabo.  No sólo por consignar ante el despacho judicial la documentación del derecho venezolano sobre la Guayana Esequiba sino también por la entereza de reiterar el no reconocimiento de la  CIJ, lo que reivindica la dignidad venezolana frente a un caso dominado al parecer por oscuros intereses solidarios con la pretensión guyanesa de quedarse con el territorio, intentando hacer valer el Laudo usurpador y desconociendo sin ambages el Acuerdo de Ginebra de 1966 [pacta sunt servanda].

Ya se han visto en los medios las reacciones inconformes y críticas con la forma cómo se ha desenvuelto la delegación venezolana, porque estos ciegos compatriotas siguen prefiriendo ver al Régimen antes que a Venezuela; en su manera de criticar dan a entender su decepción, porque tal vez, este 8 de abril, esperaban la ausencia del gobierno venezolano a la hora de entregar la contramemoria de los argumentos legales e históricos, un requisito impuesto por la Corte.

Pero no resultó así, menos mal, por cuanto a pesar de la imposición ‘arbitraria’ de ese tribunal, primero se puso por delante la precaución de tener a salvo las posibilidades de Venezuela para rescatar la integridad de nuestro territorio, por ellos mismos descuidada y comprometida en tiempos pretéritos.

La Asamblea Nacional de Venezuela, tal vez observando la continua indisposición del gobierno de Guyana para volver al redil del Acuerdo de Ginebra y negociar la solución, ha dado un paso más cumpliendo con el mandato referendario del 3D y ha aprobado la Ley de la Creación del Estado de la Guayana Esequiba.

Sobre estos particulares la oposición venezolana sigue sin darse por aludida y no dice gran cosa, en su abierto desdén frente a un problema de importancia trascendente para nuestra patria.

 

 

Salir de la versión móvil