Nueva York, 12 ago (EFE). – El escritor Salman Rushdie, con respiración asistida y heridas muy graves, lucha por su vida tras ser acuchillado el viernes en el estado de Nueva York 33 años después de ser condenado a muerte por el régimen de Irán, mientras su presunto agresor, detenido sin derecho a fianza, se enfrenta a cargos por intento de asesinato.
La atención del mundo, y en particular el literario, están puestas en cómo se desarrolla la salud del autor de la novela «Versos satánicos», por la que recibió en 1989 una fetua del régimen islámico de Irán, que puso precio a su cabeza por considerar esa novela un insulto al Corán, a Mahoma y a la fe islámica.
Rushdie, que por años vivió en la semiclandestinidad temiendo por su vida pero que en los últimos años llevaba una vida bastante normal, continúa en el hospital de Pensilvania al que fue transportado tras la agresión que sufrió poco antes de dar una charla en una institución educativa al noroeste de Nueva York por un hombre de 24 años, identificado como Hadi Matar, quien hoy fue acusado de intento de asesinato.
Se sabe que Matar nació en California, hijo de libaneses que habían emigrado del pueblo de Yaroun, en el lado libanés de la frontera con Israel (una zona de población chií), y que recientemente el joven se mudó a vivir a Fairview, un distrito de Nueva Jersey (noreste), donde agentes del FBI fueron vistos entrando a su residencia el viernes, según el canal 4 de la cadena NBC.
Aunque aún las autoridades desconocen las razones por las que Matar apuñaló al escritor de 75 años, especialistas en el radicalismo islámico han rastreado sus redes sociales e identificado al joven como simpatizante de Irán y concretamente de la Guardia Revolucionaria Islámica, considerada la «ala dura» del régimen teocrático de ese país.
«No tenemos ninguna indicación de un motivo en este momento», ha dicho el comandante de la policía del condado de Chautauqua, al noroeste del estado, Eugene J. Staniszewski y señaló además que creen que Matar actuó solo.
Matar nació una década después de que Rushdie escribiera «Versos satánicos», una obra marcada por la tragedia ya que en 1991 el traductor japonés de la novela fue asesinado a puñaladas y su traductor italiano resultó gravemente herido. Mientras que el editor noruego de la novela recibió tres disparos en 1993 frente a su casa en Oslo y resultó gravemente herido.
Matar apuñaló en varias ocasiones al escritor -que tenía previsto publicar su próxima novela en 2023-, y entre los múltiples daños que le causó su agente literario, Andrew Wylie, detallo al diario The New York Times que el atacante cortó los nervios de un brazo, dañó gravemente el hígado de Rushdie y también causó heridas que harán que pierda con probabilidad uno de sus ojos.
Wylie ha mantenido hoy silencio en torno al estado de la salud del escritor, que ha recibido muestras de apoyo en las redes de todas partes del mundo.
A ellas se unió el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien dijo estar «consternado» por el ataque al autor.
«En ningún caso la violencia es una respuesta a las palabras pronunciadas o escritas por otros en el ejercicio de sus libertades de opinión y expresión», afirmó.
En Irán, por el momento, ni el Gobierno ni los líderes religiosos han hecho declaraciones acerca del ataque contra el escritor, aunque algunos medios conservadores, minoritarios, lo han celebrado.
El periódico conservador «Keyhan», cercano al líder supremo, alabó el ataque y ofreció «100 bendiciones de Dios» al atacante, mientras que el diario Jorasán afirmó en su portada que «Satán va camino del infierno» en relación a Rushdie.
Por su parte, Mohamad Marandí, asesor de comunicación de Irán en las conversaciones para salvar el acuerdo nuclear de 2015, puso en duda los motivos del ataque y dijo en su cuenta de Twitter que le parecía sospechoso que el ataque se produzca «cuando se acerca un potencial acuerdo nuclear».
La agencia oficial IRNA se limitó a informar del ataque pero no olvidó calificar al escritor de «apóstata», a su novela «Los versos satánicos» de «blasfema», además de recordar la fetua y consiguiente condena a muerte que pesaba sobre su vida.
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