Existe una idea idílica de la ruralidad, de campos verdes, riachuelos de agua cristalina, espacios anchos, montañas altas, casitas llenas de flores, con sus corrales de animales domésticos, con árboles frutales y tierras sembradas. También hay las miradas contrarias de vías de acceso difíciles, basura, ranchos de bahareque, malos olores, pesticidas, moscas y zancudos.
Lugareño o campesino son palabras que se asocian con campestre, aldeano o pueblerino e incluso con los calificativos de sencillo y rústico, trabajo rudo, familia grande, madrugadora y de trabajo, trato reservado pero atento. Así misma gente que come chimó y bebe aguardiente, personas ordinarias, sobre todo frente a lo urbano que se asocia a culto, respetuoso y civilizado.
Resulta que las tecnologías de la información cambian muchas cosas, para bien o para mal. La gente del campo tradicionalmente aislada y desinformada, ahora tiene acceso y recibe o envía información. La televisión satelital, el uso de internet y la popularidad del teléfono inteligente puso a los lugareños o campesinos a la par de los urbanos. En la granja, en la aldea y en el rancho campesino hay información, y eso cambió la naturaleza de estos lugares.
No sólo se informan más y mejor de lo que pasa en las ciudades y en el mundo, sino que toman conocimiento de las innovaciones que hacen más fácil la vida, pero también de los peligros que encierran y que igualmente comienzan a sufrir. Así como en las grandes aglomeraciones urbanas comienzan a valorar la vida lugareña, sobre todo luego de este mega aislamiento de la pandemia global, los campesinos la valoran y están dispuestos a luchar por ello, aprovechando las ventajas de vivir en el campo, pero con las innovaciones urbanas.
Les cuento que una de las comunidades rurales que en Venezuela empiezan a recorrer estos caminos es la gente del municipio Urdaneta, del estado Trujillo, un municipio andino situado en la vertiente que mira al oeste en la Cordillera de Trujillo. Liderado por su nuevo alcalde, un campesino del páramo de Tuñame de nombre José Leocadio Castillo – llamado El Dioco – su equipo de trabajo, y el Concejo Municipal presidido por Asmara Godoy, una madre de familia de Jajó, los concejales y sus equipos, decidieron ponerse a conversar sobre estos asuntos, dispuestos a soñar con audacia aprovechando estos tiempos recios. Decidieron no sólo cultivar las sementeras, sino labrarse su propio destino.
Luego de diversas reuniones, talleres y conversaciones, el día miércoles 22 se juntaron en La Quebrada Grande, capital del municipio, delegados de sus seis parroquias: Tuñame, Jajó, La Mesa de Esnujaque, La Quebrada, Santiago y Cabimbú, unas 60 personas para, mediante la técnica del World Café, en seis mesas de trabajo, unos buenos equipos de apoyo y durante todo el día, responder a las preguntas seleccionadas por ellos mismos:
1 ¿Qué nos enorgullece de nuestro municipio?
2 ¿Qué debo hacer yo ahora para mejorarlo?
3 ¿Cómo soñamos nuestro municipio para el año 2030?
4 ¿Cómo lograr desarrollar nuestro talento humano?
5 ¿Que potencial tenemos para el desarrollo del municipio Urdaneta
6 ¿Cómo lograremos la autosuficiencia?
Compartimos a lo largo del día el sabroso café de por aquí, las carabinas o hallaquitas de caraotas, arepas de trigo con queso ahumado, guarapo de panela y curruchete. Al final votamos por las numerosas respuestas encontradas, más o menos 20 o 30 por cada pregunta, y se seleccionaros 5, para 30 en total, reservando esas y todas las demás para posteriores conversaciones.
Los resultados serán validados en jornadas parecidas en cada una de las parroquias, y con sus resultados se elaborará la visión del municipio y de cada parroquia, sus valores y estrategias. Una vez decidido de manera consensuada lo que se quiere, proceder a la elaboración del Plan de Desarrollo Municipal, los planes parroquiales, los esquemas de ordenamiento de cada centro poblado y un plan de ordenamiento rural. Y que todos tratemos de hacer lo que cotidianamente hacemos, pero de manera compatible con lo que soñamos.
El convencimiento general en los presentes es que la gente lo que quiere es seguir siendo comunidades rurales, pero con las comodidades que da la modernidad. Mantener y consolidar la identidad campesina y lugareña con las facilidades que dan la tecnología para mejorar la calidad de vida, la productividad y la calidad de los alimentos, protegiendo las aguas y la naturaleza en general. Procesar esos productos y mejorar su comercialización. Recibir mejor información pero subir más y mejor información de lo nuestro. Ser el municipio con la mejor educación de Venezuela.
Por allí van los sueños, que seguramente con trabajo y perseverancia, propias de estos campesinos, mujeres y hombres, se harán realidad. Diría en dos palabras que lo que quiere la gente del municipio Urdaneta del estado Trujillo es una ruralidad innovadora.
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