Buenos Aires, 29 jul (EFE).- Hace cuatro décadas, los astros se alinearon para que un joven músico argentino afincado en España, Roque Narvaja, escribiera una canción imaginando un amor telefónico y decidiera cedérsela a la ya por entonces estrella del rock Miguel Ríos: «Menos mal que la cedí», recuerda hoy el creador de «Santa Lucía», que a sus 70 años sigue, guitarra en mano, al pie del cañón.
Es difícil saber si aquella mítica composición con su pegadizo estribillo -«Dame una cita, vamos al parque, entra en mi vida, sin anunciarte»- habría tenido el mismo éxito si Narvaja (Córdoba, 1951) hubiera decidido grabarla solo él y no dársela al cantante español, pero el argentino no se arrepiente de la jugada.
«Estaba escrito. Así tenía que ser, Miguel hizo la versión, la única posible. Y yo la grabé (después) para que la gente supiera que era mía, nada más», cuenta a Efe el cantautor, quien al poco tiempo de que la grabación de Ríos estallara de popularidad decidió incluir su propia versión en «Amante de cartón» (1981), el disco más conocido de su carrera.
ORIGEN DE UN HIMNO
La historia de esos versos, del primero -«A menudo me recuerdas a alguien»- al último -«a menudo me recuerdas a mí»-, se remontan a los primeros años de Roque en España, cuando las reuniones de amigos eran habituales en un Madrid que entraba en los frenéticos 80.
«Alguien contó de un amor por carta de dos personas que no se conocían. (…) Y me pareció una excelente historia. Yo la pasé al teléfono («el teléfono es muy frío», dice la canción) porque a mí ya me había empezado a llamar alguna que otra fan», evoca.
«Es el relato del chico que quiere conocer a la chica y la chica tiene miedo. Y le dice: ‘dame una cita, vamos al parque’. Esto es ‘Santa Lucía’: un amor, como si fueran ciegos, y la invocación a la santa que no falte, santa Lucía», dice en referencia a la patrona de la vista.
Una vez terminada, le enseñó la canción al productor chileno Carlos Narea y este le convenció para cedérsela a Ríos, a quien le estaba por producir el disco «Rocanrol bumerang» (1980).
«Menos mal que la cedí, se la cedí a Miguel», reconoce Narvaja, quien contribuyó con la canción para ese álbum y se sumó como músico colaborador del roquero granadino, como lo eran Narea, Tato Gómez, Mario Argandoña, Thijs van Leer y John Parsons, que le marcaron profundamente.
«Me convertí en un profesional gracias a la paciencia de estos queridos amigos», remarca.
Tras ese éxito como compositor, trampolín para darse a conocer en España, el argentino reforzó su popularidad al lanzar «Amante de cartón», producido por Narea, Gómez y Argandoña, con temas como «Menta y limón», otro de sus históricos ‘hits’.
En el país ibérico, del que heredó grandes experiencias y un marcado acento español, vivió desde 1977 -cuando llegó escapando de la dictadura argentina junto a su entonces mujer y un hijo de 11 meses- hasta que regresó definitivamente a Argentina en el 2000.
LOS COMIENZOS
Roque empezó a tocar la guitarra influenciado por los Beatles. Con el grupo La Joven Guardia, exponente de la música beat en Argentina, compuso su primer éxito, «El extraño del pelo largo» (1968), sobre unos acordes de Enrique Masllorens. Y vivió el fenómeno fan.
Pero no tardó en lanzarse en solitario, grabando, en los convulsos 70, varios discos con letras incómodas para los Gobiernos de entonces.
«Tuvimos muchísima vocación por la libertad y un cambio en el mundo que hiciera la vida más justa», afirma.
Y como tanta gente amenazada, Roque dejó el país: «El Roque que llega a España es un joven arrogante, intolerante. (…) Junto con la democracia española, yo aprendí a ser un demócrata, a escuchar al que no piensa como yo», subraya.
EL PRESENTE
Lejos de jubilarse, Narvaja publica ahora nuevo álbum, «Mar de la tranquilidad», que abre con «Una foto de papel», tema que relata su propia historia de amor: una fan incondicional, a la que había conocido fugazmente en los 80, acabó siendo su esposa al llegar el nuevo siglo.
«Aunque lo he sido casi siempre, me he vuelto muy agradecido a la vida, a un Dios que pueda haber y que me ha dado todo lo que he querido. Musicalmente hablando, la carrera ha sido impecable (…) La suerte que tuve me la he ganado trabajando», señala.
Mientras desempeña su otra pasión, la aérea -es piloto e instructor de vuelo-, ansía volver a los escenarios tras más de un año de pandemia y poder viajar a España, donde vive su hijo.
«Espero subirme al escenario, cumplir con mi obligación, y que la gente me dé su visto bueno. Y así yo puedo irme a dormir en paz. Y algún día ese sueño será largo, pero espero que falte mucho», culmina entre risas.
Rodrigo García