Rómulo Gallegos: magistral lección de dignidad y honradez

Después de él, antes de él, no tuvimos a nadie parecido.

 

Se le ha considerado como el novelista venezolano más relevante del siglo XX. Junto con el argentino Ricardo Güiraldes y el colombiano José Eustasio Rivera, Gallegos fue uno de los máximos representantes de la tendencia realista de las primeras décadas del siglo XX

 

 

Don Rómulo Gallegos, El Maestro fue uno de los más significativos escritores del Continente, nacido en Caracas el 2 de agosto de 1884 y falleció hace 50 años, un 5 de abril de 1969.
Gallegos, cuya obra engloba tres aristas del espíritu: lo ético, lo social y lo estético. Y en verdad que la Venezuela de aquel tiempo crítico -la que abarca ese largo y dolorido tránsito de 1910-1935- requería un bisturí como el de Gallegos para que las generaciones que vertieran las décadas del 30 y el 40, estuviesen lo menos contaminadas posible de la barbarie esclerosada en un caudillismo decimonónico. Esto en cuanto a lo social y político; y en las cuentas de lo artístico, que se abrieran nuevos caminos para romper las coyundas de las hornadas de El Cojo Ilustrado que se mantenían abrochadas a cuanto llegara de España, porque ya era la hora de un auténtico estremecimiento creador que aplanara definitivamente los academicismos estériles abombados de grandilocuencia. Según han reseñado a lo largo de la historia los grandes críticos y analistas de la obra de Gallegos, ahí reside el éxito de la narrativa de Rómulo Gallegos. Una dignidad intelectual pareja a una acción política consustanciada con los anhelos insatisfechos de su pueblo, que reclama la democracia más allá de los simples términos electoralistas, legalistas y parlamentarios. Su trabajo literario se enraizó a la colectividad venezolana porque tocó el corazón de todos en libros como Doña Bárbara, Pobre Negro, La Trepadora, El Forastero, Reinaldo Solar, Sobre la Misma Tierra y Una Brizna de paja en el Viento. Han pasado muchos años, se siguen manoseando los temas galleguianos. Pero aun hoy, Venezuela pareciera no vislumbra en su futuro ese destino dorado de promesas y buenos augurios del Maestro en aquella frase con pretensiones de definición de «tierra ancha y tendida, toda horizontes como la esperanza, toda caminos como la voluntad».

 

Literario indiscutido

 

Desde algunas perspectivas, Gallegos resultaba un narrador tradicional. Apegado a fórmulas y viejos esquemas narrativos de un realismo que pretende explicarlo todo por el apunte ingenioso, por el propio peso de la trama del relato, por la frecuente intervención de un narrador que no resiste la tentación de poner en boca de ciertos personajes algunas verdades necesarias y moralizantes para «descargar» la propia conciencia y advertir al lector sobre ciertas situaciones reales, paralelas o similares a las del relato; en suma, por la eficacia de un narrador que conoce todo, que relata en una impecable e indefectible tercera persona y que conoce todas las circunstancias que rodean a sus personajes, por lo mismo que se permite a veces, subrepticiamente adelantárseles en sus propios actos y manejar totalmente sus irreversibles destinos, para los cuales parecen haber sido creados.

 

Justicia, cultura y democracia

 

Para el periodista e historiador, Don Luis González, La obra de Gallegos es la búsqueda y explicación del hombre venezolano: “lo que hace es tropezarse a cada momento con el viejo español a lo Tirano Aguirre, a lo Inca Garcilaso, a lo Márquez de Casa León, a lo Andrés de Ledezma y a lo Juan Bautista Araujo. Desde luego, los actores no están en el viejo proscenio de la Península, o del norte de África en las Cruzadas, o en los Países Bajos. El escenario es otro, rotundo, asombroso, incomprensible, inmensurable en sus ríos, sabanas, árboles, coloridos de los pájaros, la terrible vitalidad del humus, es decir, todo el desparpajo de una naturaleza hecha para jugarle malas pasadas a cualquier aventura de trasladar, mecánicamente, los modos de ser y de hacer del viejo continente. La obra de Gallegos, de una gran belleza literaria, entraña una búsqueda de lo racional en términos de justicia, cultura y democracia.”
Es bueno recordar que aun cuando el propio Gallegos quería y creía encarnar en una Venezuela más amplia, abierta, culta, democrática, con los anhelados asomos de una apertura coherente.

 

Amor por Venezuela

 

El doctor y escritor Raúl Díaz Castañeda, al exaltar la obra de Rómulo Gallegos se refiere al rencor y mezquindad para negar los méritos a su obra: “Por rencor político, los escritores de la izquierda militante de los años 60 pretendieron negar los méritos literarios de Gallegos, que lo convirtieron en nombre imprescindible de la historia de la más alta literatura castellana de todos los tiempos, pero además de la motivación política había una generacional, el odio inconsciente al poderoso padre ancestral, porque Gallegos era en el medio literario venezolano, una presencia terrible, apabullante, que no pudiendo ser imitada fácilmente, ante ella había que cerrar voluntariamente los ojos para no verla. Ahora, en nuestro tiempo, la obra de Gallegos exige una aproximación distinta, una relectura, como propuso el poeta y crítico Juan Liscano, para entrar en la simbología críptica de algunos de sus personajes y ambientes, que ya hacía ver el alemán Ulrich Leo al hablar del simbolismo psicológico en «Doña Bárbara”.
Gallegos realmente, es algo más, una magistral lección de dignidad, de honradez, de amor por Venezuela; fue una magistral lección de grandeza humana. Hoy al glorificar a Rómulo Gallegos, le estamos dando la razón al tiempo. El tiempo dictó sentencia inapelable”.

 

1884-1969

PRIMER
PRESIDENTE
CIVIL

Rómulo Gallegos fue el primer presidente civil de la Venezuela contemporánea, a quien se eligió en unas elecciones universales, directas y secretas. Entonces 1947, votaron todos a quienes se suponía con juicio para saber lo que estaba haciendo.

 

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