Rodajes y sets cinematográficos convertidos en búnkeres en la era de la covid

El director de cine Israel González (2i) sigue el rodaje de su nueva película, "La vida que no es nuestra", en Alcorcón, Madrid

Madrid, 31 ene (EFE).- Tras sufrir numerosos retrasos y aplazamientos, hacer cambios de guiones y malabares con las cuentas de producción, la industria audiovisual española se blinda contra la covid-19 con exhaustivos protocolos de seguridad. «No podemos permitirnos un positivo en el equipo», declara a Efe el director Israel González.

«El positivo de un técnico obligaría a poner en cuarentena a una parte del equipo, pero si el contagio se produce entre los actores, la filmación se paralizaría. Habría que esperar a que los contagios se pasaran y volver a poner todo de nuevo en marcha, y eso afecta mucho a nivel económico a la película», explica González, que rueda actualmente la película «La vida que no es nuestra».

La Agencia Efe ha conseguido uno de los pocos permisos que se conceden hoy en día para entrar a un plató de filmación. Hace sólo unos meses era algo habitual, común y constante hacer reportajes de rodajes; ahora los sets de grabación se han convertido en una especie de búnkeres y tan solo a unos pocos autorizados se les permite la entrada.

Las productoras invierten miles de euros en equipos de protección individual, en pruebas serológicas y PCR, en personal especializado y en el diseño de acciones concretas para salvaguardar la salud de los trabajadores.

«Llevamos unos tres días rodando y el presupuesto solo en medidas COVID ya es de más de mil euros (más de 1.200 dólares), y todavía nos quedan bastantes días de rodaje», indica a Efe Andrea Golo, directora de producción de la película.

 

 

MASCARILLAS E HIGIENE

Toda persona que llega al rodaje, tras pasar por el set donde se le toma la temperatura, recibe una mascarilla FPP2, se limpia los pies en una alfombrilla de desinfección y se echa gel hidroalcohólico, que hay repartido por todas partes. El movimiento de los protagonistas está absolutamente coordinado y nada se deja a la improvisación.

Se ha contratado personal encargado específicamente de velar por las medidas de seguridad: el set se desinfecta antes y después de cada toma; los baños, después de cada uso, la zona de vestuario y maquillaje, así como los sofás o sillas donde esperan los actores su turno se limpian constantemente, igual que los espacios donde se desarrolla la acción.

«Las fuentes de agua han sido reemplazadas por botellas individuales y cada uno tiene su propia bandeja de cáterin y horario de comida; tampoco se permite fumar cerca del set o al lado de personas», detalla Golo.
Dentro del rodaje se han creado círculos de acceso, es decir, no todo el mundo puede estar en el mismo lugar que los actores, si no son imprescindibles, ya que son los más sensibles al no llevar la mascarilla puesta durante la grabación.

 

La directora de producción Andrea Golo posa durante el rodaje de la nueva película «La vida que no es nuestra», en Alcorcón, Madrid.

 

PERSONAL REDUCIDO

La primera localización de este rodaje, al ser un bar de espacio reducido, obligó a mandar a buena parte del equipo fuera y comunicarse por ‘walkie talkie’.

Antes de la aparición del coronavirus, en el plató y durante los rodajes podían coincidir, dependiendo de cómo fuera la película, entre 120 y 140 cuarenta personas. Ahora solo está el equipo imprescindible.

«Los actores somos los únicos que podemos quitarnos la mascarilla porque tenemos que actuar, pero el resto del equipo siempre va protegido», manifiesta a Efe la protagonista de la cinta, Érika Bleda.

La actriz cuenta que, antes del rodaje, los actores y el equipo tienen que firmar una declaración en la que se comprometen a que «en todo momento han de ser responsables», también cuando acaba el trabajo y vuelven a casa. «Tenemos que ser conscientes todos de la situación que estamos viviendo», apostilla.

«La industria tiene que seguir. Si queremos volver a la normalidad tenemos que acostumbrarnos y hay que convivir con esto hasta que haya solución. No hay que preocuparse, pero sí ocuparse, no tener miedo y seguir viviendo», apunta el director.

El rodaje de «La vida que no es nuestra», un drama social sobre un chico de barrio que sale de prisión, también se vio afectado por la gran nevada del 8 y 9 de enero en el centro y este de España.

«Tendríamos que haber rodado la segunda semana de enero y estar ya en fase de postproducción, pero se nos retrasó todo», lamenta González.
Silvia García Herráez

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