RÍO MOTATÁN La yugular de los trujillanos

El río Motatán es la yugular de los trujillanos. Por allí circulan en incesante pendular los elementos claves que oxigenan la mayor  parte de las actividades a que se dedica el hombre en su tránsito de rutina vital. Los trujillanos como los egipcios han levantado un historial de la dependencia a través de una generosa matriz de agua. Aunque parezca extraño, la economía y la cultura regional han sido moldeadas, unas veces directa, otras indirectas, por esta avenida de agua que se llama el Motatán. No cabe la menor duda que el pensamiento y el espíritu de nuestros sectores sociales están influidos por estas marcadas referencias del agua que, no se deben dilapidar.

Los hechos primerizos de la historia de Trujillo están enfundados por el arrobamiento del Motatán sobre el territorio timotocuicas, comarca de sus cuencas. En esas tierras altas, y medias los indios pueden cultivar; levantar riegos y catafós para almacenar los frutos; crían ovejas y siembran cocuizas de donde extraen materiales para los tejidos del uso doméstico; de los árboles vienen la madera para las casas y con la combinación más extraña, de agua y fuego, le imprimen soplos expresivos a la cerámica. Todo el existencialismo de los escuqueyes, por ejemplo, flota sobre las voluntades del Motatán y sus afluentes mayores o menores.

Nos cuenta el cronista, periodista e historiador, Don Luis González, que “La primera expedición de tanteo de los españoles establecidos en El Tocuyo, por tierras de los cuicas, se topa en Escuque con una sociedad indígena organizada que ha superado la etapa de la cacería, del gitanismo, y ahora pasa por un estadio de sedimentación, agrícola-urbana, con un concepto claro del trabajo, con una simbología, ya materializada, de la religión, con un concepto de estado, de autoridad. En fin, lo que pudiéramos llamar, a prudente distancia, civilización o civilidad del hombre”. Las fundaciones posteriores de los pueblos trujillanos: Trujillo, Motatán, San Pablo de Bombay o del Momboy, La Quebrada, Mendoza, San Lázaro, La Mesa, Jajó, Durí, Betijoque, La Ceiba y, mucho después, Valera, según Don Luis, responden al factor agua que ofrecen los valles, hondonadas mesetas y filos de la tierra trujillana enroscada por ese múltiple pulpo que se llama el Motatán cuya  cobertura espacial es de 5.500 kilómetros cuadrados, nacido de un desparrame inicial que vierte el páramo de Santo Domingo (en Mérida) a 4.300 metros de altura; y poco después, en La Vega, ya toca tierras trujillanas y más abajo engrosan la corriente las quebradas Tuñame de alta sedimentación). El Salvaje, Sururuy, las Porqueras, Cacique, Durí, quebrada Grande; “en las terrazas de Valera desembocan en esa autopista líquida los ríos Momboy y la Quebrada «colorada» que baja de Escuque, luego el Jiménez y el Carache. Cuando el torrente toma la las planicies de la zona baja, el ímpetu de desplazamiento de las aguas se amodorra; la orientación del curso es variable. Baja en dirección sur-norte, ahora enfila hacia el oeste, y se afirma que se interna en el lago de Maracaibo a través de tres brazos: el Tomoporo, el Ceuta y el Barúa”.

 

Las tres escalas del Motatán

Como se lee en la extensa y fina exposición de Don Luis González,  las tres escalas del Motatán: alta, media y baja, abarcan más del 75% del territorio del Estado. La aerofotografía ha permitido medirle su curso con exactitud: 290 kilómetros.

“Si regresamos al empate de la historia con la economía, presidido por el circular y eterno fluir del Motatán en un abanico de coberturas con diversidad de cotas, nos encontramos con que la manifestación por la independencia de los ricos trujillanos el 9 de octubre de 1910, por lo menos, los Briceño, de Mendoza, y de Don Jacobo Antonio Roth, sus bienes proceden de estancias de café, caña y cacao en Valera, Motatán y El Cenizo. Fue tan de leyenda la riqueza de Roth que la gente solía decir: Dios en los cielos y don Jacobo en la tierra. Este personaje, a quien calificaran como el primer ciudadano de Trujillo, de origen inglés, fletaba barcos desde La Ceiba, cargados de cacao, rumbo a Veracruz en Méjico”.

 

EL DATO

Dice Don Luis González, que “La primera expedición de tanteo de los españoles establecidos en El Tocuyo, por tierras de los cuicas, se topa en Escuque con una sociedad indígena organizada que ha superado la etapa de la cacería”.

 

Primer proyecto de navegación

El primer proyecto de navegación fluvial en Trujillo es asumido por Franklin Grillet en 1839, quien logró permiso del gobierno para canalizar el río, desde el lago hasta Agua Viva, a través del cual hubo algún tráfico de pequeñas embarcaciones de carga. “El saboteo, de los envidiosos dueños de arreos de muías, cerró esta navegación. La apertura de la aduana de La Ceiba, en 1850, obra del Dr. Ricardo Labastidas, permite la salida de productos agrícolas cosechados en la región para otros lugares del país por la vía lacustre, especialmente café y frutos menores, al mismo tiempo que la entrada por ese litoral a la Provincia de Trujillo de pasajeros y flujo de mercaderías importadas”.

La construcción de la línea férrea La Ceiba-Sabana de Mendoza-Motatán, empresa de Antonio Braschi, Canillo Guerra y Roncayolo, se alianza, primero en la alta producción campesina alcanzada en la entidad y después al explosivo impulso que cobran las actividades de compra venta que se desarrollan en Valera a partir de 1875. “El ferrocaril entrará en servicio a fines 1895. Se mantuvo activo hasta 1942”


Política bajo los fuegos del agua

En lo político, dice el historiador nacido hace 93 años en Puente Machado, Trujillo, la aparición del caudillismo regional encaja en una fortuna rural  a una forma de vida donde el fundo nuclea la peonada que sirve para sembrar y recoger los bienes de la tierra y también empuñar un máchele o el fusil para integrar la milicia permanente del jefe local en Jajó, La Quebrada Santiago, Boconó o Trujillo.

“EI viejo León de la Cordillera, general Juan Bautista Araujo, padre del conservatismo regional, tuvo su cuartel en Jajó, un poblado erigido en una de las crestas del Motatán. Los generales José Manuel Baptista y su hijo Leopoldo, vivían en Valera, pero sus fortunas salían de sus haciendas de «San José» y el Jagüito (en El Cenizo); Juan Araujo, un caudillo rezagado que aún da coletazos en las primeras décadas del pasado siglo, tuvo sus fundos en Comboco y Arena Blanca, emplayados al Motatán, los González Pacheco, sus propiedades rurales en Santiago y San Lázaro; cuencas del Motatán”.

Este feudalismo afincó sus bases en los labradores analfabetas que fueron utilizados, en las disputas por el poder, como carne de cañón en esas aventuras que le inquinan serios moretones a la pequeña historia trujillana.

Como pezuña de Atila

Como hemos establecido, el Motatán es el norte de toda acción de presente y utopía de futuro en la vida del estado Trujillo. Sin embargo el hombre que vive de su paso no se ha hecho solidario por conservarlo, por mantenerlo, por deslastrarlo de las purulencias que se le infieren diariamente con las aguas negras de pueblos y ciudades, con los venenos de las importadas tecnologías  que se utilizan como fertilizantes, pesticidas, fungicidas y bocidas, con el avance de la colonización del conuquero que no respeta zonas de régimen especial, de interés especial o de acciones especiales y que desforesta áreas protectoras o de reservas hidráulicas ubicadas en las partes altas y medias de su curso que generan procesos erosivos que degradan suelos y secan fuentes, igualmente, las agresiones que producen las rezonificaciones y cambios en el uso de la tierra para satisfacer la voracidad urbanística, con la construcción de nefastas vías de «penetración agrícola» que vulneran unidades ecológicas y desestabilizan pisos frágiles de reservorios que deben permanecer vírgenes, donde subsisten universos sagrados de flora y fauna.

“Con una conducta demencia” de nuestra sociedad, dentro de una línea de conseja del caballo de Atila, cuya pezuña tenía la maldad de trocar en erial todo cuanto hollaba, acá hemos puesto en peligro una fabulosa extensión de 834.968 hectáreas consideradas bajo régimen especial por aquel famoso Decreto presidencial 105 cuya cobertura encierra áreas productoras, protectoras, recreativas (parques nacionales y monumentos naturales) y de reservas hidráulicas sin caer en la cuenta que cometemos, lenta pero inexorablemente, suicidio”.

Una tregua para el río

“Hace algunos años se efectuó en esta ciudad un foro sobre conservanismo promovido por la filial Trujillo de la Sociedad de Ciencias Naturales en el que hubo graves denuncias por el maltrato que se inflige a las cuencas del río. Hubo quejas por las desforestaciones permisadas en las montañas de El Alto de Tomón en Monte Carmelo y en Durí y por movimientos de tierra en La Mesa; denuncias de tala de árboles en La Quebrada y Jajó para convertirlos en leña, alarma por el alto contenido de elementos químicos y bacteriológicos dañinos para la salud descubiertos en los análisis que realizaba de rutina del agua del río que abastece a Valera, Carvajal, Motatán y otros poblados vecinos, preocupación por las quemas estacionales que se engullen los verdores de las escotaduras y abras de Quebrada de Cuevas, Mendoza y La Puerta, y también por el uso de aquel famoso abono llamado «gallinazo»  mal oliente  y vector de moscas a millaradas.

Los exponentes de aquel foro realizado y de altísima calidad, por los ingenieros Jesús Bastidas, Fidel Moreno y Oswaldo Starchevich, entonces funcionarios del desaparecido MARNR, asomaron una serie de soluciones para un tregua en las cuencas de nuestro río padre, siempre y cuando el gobierno nacional diseñe y ejecute un programa factible empatado a otros ministerios, institutos autónomos, la Gobernación, los concejos, las universidades, las instituciones privadas y la población del estado Trujillo a través de una serie de acciones y rescate de Cuencas dentro de un marco de políticas y estrategias coherentes y-sostenidas a largo plazo, consustanciadas con un sólido espíritu educativo y de participación. Pero todo quedó en eso. Lástima que tan buenas ideas se las llevó el río.”

 

En conclusión

Luego de esta impecable exposición de Don Luis González, sacamos como conclusión que, en este río, hoy como ayer, está echada la suerte de los trujillanos. Por ese tobogán de agua ha fluido la impronta de nuestro horóscopo histórico.

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