Desde muy temprano el golpeteo del martillo contra el latón invade los espacios de la casa.
Los cables y los alambres de cobre, se pasean de un lugar a otro. El alicate y los destornilladores, ahora reposan en la mesa que un día fue parte del emprendimiento de Rigo en el que vendía comida ràpida.
Rigo Ocanto, es un hombre muy conocido en su comunidad, en la urbanización San Rafael de Flor de Patria, donde vive hace más de 15 años en plena vía principal, en la segunda placita frente al estadio “Paco Briceño”.
Allí ha sido atleta y comerciante, durante los últimos años creó un pequeño local a un costado de su casa donde vendía comida rápida. Con la situación del país fue mutando ese espacio, luego, colocó allí una venta de víveres y alimentos.
Y con el pasar del tiempo, las cosas siguieron cambiando, la situación del país empeoraba y con ello su negocio fue mermando, hasta que cambió sus productos para vender verduras y hortalizas.
La esquina de su casa lucía cambures verdes y maduros, auyamas picadas llamativamente, papas y zanahorias, y hasta una pirámide de naranjas, cuando era temporada. Sin embargo, eso también tuvo su fecha de caducidad.
¿Y ahora qué haré? se preguntó Rigo, buscando una idea que le permitiera generar ingresos y paliar los efectos de la crisis de Venezuela, a la que esta vez, se le sumaban los derivados de la covid-19.
Su oportunidad
Con la crisis del gas acentuándose, sus pobladores han tenido que ingeniárselas para poder cocinar sus alimentos. Las ideas van desde cocinas caseras que funcionan con gasoil, hasta construir fogones en sus patios y con ello, la agotadora búsqueda de leña.
A estas también se le suman cosas como darle mil usos al viejo tostiarepas, cocinar con las planchas de ropa o adquirir cocinas eléctricas, pese a que el servicio falla constantemente y a cualquier hora.
Y en medio de esa necesidad, Rigo encontró una idea de negocio. Así que removió sus conocimientos en electricidad y comenzó a reparar cocinas eléctricas. Con la llegada de los primeros clientes, surgió entonces otro nuevo servicio: la fabricación de esas cocinas a partir de materiales reciclables.
“Aquí hemos hecho cocinas con latas de CPU, con latón, con bases viejas de otras cocinas. La gente nos trae las resistencias o nosotros la ponemos. Prestamos el servicio de reparación y fabricación” relata Rigo mientras se prepara para probar una cocina que acababa de terminar.
Al ver que con la llegada de la pandemia la situación empeoraba, comenzó con este proyecto en el que lleva ya tres meses. Ahora, además de fabricar, también enseña a dos jovencitos que son sus vecinos.
Ellos ayudan con el ensamblaje, mientras que Rigo hace las pruebas eléctricas. A diario fabrica y repara más de 5 cocinas. “Aquí enseñamos a los chamos, con eso hacen algo productivo en estos tiempos. Ellos aprenden un oficio, y además ganan dinero por ello” relata.
Su negocio sigue avanzando a medida que pasan los días y el gas no llega. Muchos vecinos y de otros sectores llegan a su casa para adquirir una de sus cocinas o reparar las que ya tenían. El precio varía.
El gas en esta comunidad no llega desde hace unos seis meses, pese a que en varios sectores las personas pagaron las bombonas e incluso algunas, se las llevaron y aún no se las retornan.
En el otro lado del problema, Rigo se sienta en una pequeña banca. Toma el enchufe de su creación y lo conecta, con la palma de su mano verifica que emite calor, al ver que la resistencia enrojece la desconecta; ha sido un éxito “otra más que ya irá para una casa. Mientras se pueda seguiremos creando, esta ha sido mi fuente de ingreso en estos días tan difíciles” dice al sonreír, mientras agarra el material de la que será otra cocina.