Maximilien Robespierre (1758-1794) fue uno de los más importantes líderes de la Revolución Francesa (1789-1799) y es muy importante conocerlo porque ejemplifica el peligro del fanatismo.
Era lento para pensar y redactar sus discursos, que eran considerados tediosos. No era un hombre de acción. Idolatraba a J.J. Rousseau (1712-1778) y su obra: ‘El Contrato Social’ (1762). Vivía con una gran austeridad y tenía una obsesión contra la corrupción. El revolucionario francés J.P. Marat (1743-1793) lo apodó ‘El Incorruptible’ y G.J. Dantón (1759-1794) decía que Robespierre le tenía miedo al dinero. En sus discursos continuamente repetía que había que implantar la ‘virtud’ en la sociedad. Siempre hablaba como si fuera un mesías y su vanidad se evidencia porque su escritorio estaba lleno de bustos y retratos de él mismo que le regalaban sus admiradores (1). El pueblo francés le respetaba mucho por su vida austera e incorruptible. El joven revolucionario Saint-Just (1767-1794), que luego fue apodado ‘Arcángel del Terror’, adoraba a Robespierre, y él sí era un hombre de acción, rectilíneo, sin sentimentalismos de ningún tipo, que cumplía cabalmente todo lo que le indicara Robespierre.
No obstante, Robespierre era un fanático tan obsesionado con la ‘virtud’, que era capaz de utilizar cualquier método para implantarla.
Robespierre era amigo de Dantón, pero en un discurso en el que Robespierre repitió mucho la palabra ‘virtud’, Dantón lo interrumpió y le dijo: “Yo te voy a decir lo que realmente es esa Virtud de la cual tú hablas…Es lo que yo hago con mi mujer cada noche”…Robespierre vivía sin mujer y no respondió nada, pero anotó en su diario: “Dantón se mofa de la palabra Virtud como si fuera un chiste. ¿Cómo puede un hombre ser un campeón de la libertad cuando tiene una concepción tan baja de la moralidad?” (2).
En la Revolución Francesa hubo una primera etapa poco cruenta desde 1789 hasta el verano de 1792. Pero luego hubo una etapa más radical. Esta segunda etapa se explica por varios motivos. Los sectores populares no veían un mejoramiento en sus condiciones de vida y presionaban para lograr reformas más radicales. Además había la amenaza muy real de la invasión de ejércitos de países europeos que querían restaurar la monarquía. Después de derrocar al Rey en agosto de 1792, fue elegida una ‘Convención’, que en la primavera de 1793 delegó sus funciones ejecutivas en un grupo de 9 hombres (luego 12), conocido como el ‘Comité de Seguridad Pública’ que implementó el llamado ‘Reino del Terror’, que duró desde el verano de 1793 hasta el verano de 1794.
No obstante, en la Revolución Francesa ya hubo un ‘Primer Terror’ con las llamadas ‘Matanzas de septiembre’ entre el 2 y el 6 de septiembre de 1792. El 10 de agosto de 1792 hubo una insurrección y toma de las Tullerías y derrocaron la monarquía. La Asamblea Legislativa suspendió al Rey y decidió la elección de la mencionada ‘Convención’, que a su vez eligió un ‘Consejo Ejecutivo’ con nuevos ministros, y quedó Dantón como Ministro de Justicia. El 13 de agosto internan al rey y su familia en El Temple. La guillotina comenzó a usarse el 21 de agosto de 1792. El 30 de agosto cundió el pánico en París ante la amenaza de invasión y la insurrección en Francia en La Vendee. Entonces hubo arrestos masivos de sospechosos en Paris: Unas 3.000 personas fueron encarceladas en París. Dantón pronunció su famoso discurso: “Para derrotarlos, señores, nos hace falta audacia, mucha audacia, más audacia, y Francia habrá vencido”. Entre el 2 de septiembre y el 6 de septiembre de 1792 más de 1.110 prisioneros fueron degollados. Dantón no hizo nada para evitar las masacres y cuando le pidieron que las evitara dijo: “Yo me c… en los prisioneros (…) ¡Que se las arreglen como puedan!” (3). Entre los ejecutados había ciudadanos de origen aristocrático y ‘sacerdotes refractarios’, es decir, los que se habían negado al nuevo juramento a la república.
Una de las personas degolladas fue la Princesa de Lamballe (1749-1792). Ella había sido confidente de la Reina María Antonieta (1755-1793), que se casó en 1770 con el futuro Rey Luis XVI (1754-1793). El Rey no podía tener relaciones sexuales con María Antonieta hasta que se operó de fimosis, y pudo tener hijos con ella. Pero María Antonieta se había rodeado de una pandilla de intrigantes y parásitos, de tal manera que el pueblo francés la odiaba y pensaba que era infiel. La llamaban ‘La puta austríaca’ y decían que tenía relaciones lesbianas con la Princesa Lamballe. El caso es que cuando esta princesa fue degollada, pusieron su cabeza sangrante en el extremo de una pica y se la mostraron a María Antonieta por la ventana de su habitación en El Temple. No hace falta decir que eso fue un ensañamiento innecesario. Luego, durante el juicio al Rey Luis XVI, Robespierre y Saint-Just, insistían en que no hacía falta hacer juicio, porque el pueblo francés ya lo había enjuiciado al derrocarlo. El Rey Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 y la Reina María Antonieta fue guillotinada el 16 de octubre de 1793.
Los girondinos eran revolucionarios así llamados porque eran diputados que provenían de La Gironda. Representaban los intereses de la gran burguesía y solamente aspiraban a crear una república sin rey. Los girondinos eran admiradores de los clásicos griegos y romanos, sobre todo ‘Las Vidas Paralelas’ de Plutarco, y trataban de aparentar que eran muy radicales en sus discursos, pero eran irresolutos, volubles, titubeantes. En realidad querían frenar las reformas y se ganaron los odios de los sectores políticos radicales que querían acelerar el proceso revolucionario a favor de los sectores populares. Dantón trató de llegar a acuerdos con los girondinos para frenar las trasformaciones, pero ellos condenaban las matanzas de septiembre. Además Dantón fue derrochador y corrupto en su cargo. El caso es que diversos sectores radicales atacaron duramente a los girondinos y fueron destituidos entre el 29 de mayo y el 2 de junio de 1793. J.R. Hebert (1757-1794) era el redactor del periódico ‘El Padre Duchesne’ de ideas muy radicales y el 14 de octubre de 1793 en el juicio de los girondinos expresó: “¿Hacen falta tantas ceremonias para degollar a esos criminales que el pueblo ya ha juzgado? (4). Saint-Just, J.P Marat y otros, también condenaron duramente a los girondinos. El 31 de octubre muchos líderes girondinos fueron guillotinados y el 8 de noviembre de 1793 la famosa líder girondina Madame Manon Roland (1754-1793) fue guillotinada. Ya en el cadalso pronunció su célebre frase: “¡Ah Libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.
Los seguidores de Hebert eran llamados ‘hebertistas’ y eran partidarios de una ‘descristianización’ y un ateísmo, e imponer un culto solamente a la ‘Diosa Razón’. Lo mismo el revolucionario francés P.G. Chaumette (1763-1794). Pero Robespierre era deísta y se oponía tajantemente a las ideas ateas de los hebertistas, porque él quería imponer el ‘Culto al Ser Supremo’. Cuando Hebert a comienzos de marzo de 1794 denunció a Robespierre por ser excesivamente ‘moderado’, éste elaboró un informe y Sain-Just se encargó de leerlo y la noche del 13 al 14 de marzo, la Convención decidió el arresto de Hebert y sus seguidores, y el 24 de marzo de 1794 Hebert fue guillotinado. Chaumette fue guillotinado poco después el 13 de abril.
Jacques Roux (1752-1794) fue un sacerdote antes de la Revolución y era dirigente de un grupo que los girondinos apodaron los ‘rabiosos’ (‘enrages’ en francés). Ellos reclamaban la igualdad social y reformas más radicales. Roux denunciaba a la: “aristocracia mercader como más terrible que la aristocracia nobiliaria y sacerdotal” y aseveraba: “Tan solo los ricos se han beneficiado desde hace 4 años de las ventajas de la Revolución” (5). Por supuesto, eso era verdad. Recordemos que la Revolución Francesa solamente significó el derrocamiento del feudalismo para imponer el poder de la burguesía capitalista. El mismo Robespierre no era partidario de ninguna igualdad en lo que se refiere a la propiedad. Roux y sus seguidores comenzaron a ser atacados por todos y lo enviaron al ‘Tribunal Revolucionario’, es decir, a la guillotina, pero Roux logró suicidarse apuñalándose en su celda el 30 de agosto de 1794 antes de que lo guillotinaran.
El caso de Camille Desmoulins (1760-1794) es digno de referir. Era abogado y fue uno de los principales agitadores para la Toma de la Bastilla el 14 de Julio de 1789. Atacó a los girondinos y fue uno de los responsables de que los condenaran a la guillotina. Pero luego se arrepintió y propuso un ‘Comité de Clemencia’. Saint-Just elaboró un informe contra él basado en notas de Robespierre, y Desmoulins fue guillotinado el 13 de abril de 1794. Ese mismo día lo llevaron al cadalso en una carreta donde también iba Dantón a la guillotina. Dantón había tratado de defenderse con su voz atronadora y su retórica avasallante, pero no le sirvió de nada, porque también era partidario de una ‘clemencia’. Se cuenta que cuando llevaban a Dantón a la guillotina dijo: “Robespierre…tú me seguirás”…Y eso se cumplió porque poco después Robespierre y sus seguidores fueron guillotinados.
Robespierre era amigo de la familia de Desmoulins y en frecuentes ocasiones tuvo en su regazo a Horacio, hijo de Camille y Lucile Desmoulins (1770-1794), que era notable por su belleza física. Pero Robespierre también llevó a la guillotina a Lucile Desmoulins y a la viuda de Hebert, el mismo día 13 de abril de 1794. Se ha dicho que Robespierre estuvo enamorado de una hermana de Lucile llamada Adele, pero ella lo rechazó. Entonces se ha insinuado: “¿Venganza de un enamorado rechazado?” (6). El hecho cierto, es que tanto Lucile Desmoulins como la viuda de Hebert no habían dado ningún motivo para que las condenaran a la guillotina. Solamente habían sido devotas de sus esposos y se identificaron con sus ideas. La madre de Lucile Desmoulins le escribió una carta a Robespierre en la cual le dice: “No es suficiente para ti, haber matado a tu mejor amigo. Tú también debes tener la sangre de su esposa (…) En menos de dos horas ella estará guillotinada (…) Si tú todavía puedes recordar las noches felices que pasaste en nuestro hogar cargando al pequeño Horacio, salva una víctima inocente. Si no, entonces apresúrate y llévanos a todos, a Horacio, a mí, y a mi otra hija Adele. Date prisa y despedázanos con tus garras que todavía están manchadas con la sangre de Camille…Apúrate, apúrate, para que todos nosotros estemos en la misma tumba” (7).
El historiador francés Louis Madelin (1871-1956) dice que Robespierre: “Parece haber experimentado una suerte de antipatía instintiva hacia las mujeres. Recibido en el pasado en casa de Germaine de Stael, luego en manos de Manon Roland, más tarde Lucile Desmoulins, persiguió a las tres con un odio especial” (8).
La frase favorita de Robespierre era: “El terror sin el cual la virtud es impotente” (9). Saint-Just vociferaba: “Debemos castigar no solamente a los traidores, sino también a los indiferentes”. En efecto, Saint-Just y Robespierre: “consideraban que todos los disidentes eran criminales” (10).
Teresa Tallien (1773-1835) era famosa por su belleza y su conducta libertina, y fue detenida por la ‘Ley de los Sospechosos’ y por el ‘Comité de Salvación Pública’. Este Comité tenía funciones que se superponían con las del ‘Comité de Seguridad Pública’. Ella ya estaba condenada para ser guillotinada el 10 de julio de 1794, y ella dijo que su amante, el diputado J.L. Tallien (1767-1820), era un cobarde que no iba a hacer nada por ella. Cuando Robespierre anunció que era necesario acabar con unos cuantos más para ‘depurar la república’, se preparó un complot de los diputados que se sentían amenazados de muerte. El 26 de julio de 1794, mientras Saint-Just estaba hablando, el diputado Tallien se atrevió a subir al estrado y empujarlo, y eso estimuló a los golpistas llamados ‘termidorianos’. Recordemos que durante la Revolución se instauró un nuevo calendario y Robespierre, Saint-Just y otros, fueron detenidos y guillotinados el 28 de julio de 1794, es decir, el 10 Termidor según el nuevo calendario. Es importante aclarar que los golpistas eran tan sanguinarios, crueles e implacables, como Robespierre, con el agravante de que además eran unos grandísimos corruptos.
Algunos historiadores han tratado de idealizar a Robespierre, pero los hechos hablan muy claro. Indudablemente tenía sus cualidades (era incorruptible), pero también ilustra que los fanáticos de la ‘virtud’, que se creen ‘dueños de la verdad’, pueden ser peligrosísimos. NOTAS: (1) Pag. 171 en Louis Madelin (1989) ‘Los Hombres de la Revolución Francesa’. (2) Pag. 237 en Christopher Hibbert (1980) ‘The Days of the French Revolution’ (3) Pag. 195 en Albert Soboul (1989) ‘La Revolución Francesa’. (4) Pag. 128 en Louis Madelin, Op. Cit. (5) Pag. 960 en Jean Tulard, Jean-Francois Fayard y Alfred Fierro (1989) ‘Historia y Diccionario de la Revolución Francesa’. (6) Pag. 720 en Jean Tulard Op.Cit. (7) Pag. 245 en Christopher Hibbert, Op.Cit. (8) Pag. 170 en Louis Madelin, Op.Cit. (9) Pag. 169 en Louis Madelin, Op.Cit. (10) Pag. 225 en Christopher Hibbert, Op.Cit.