Desde tiempos inmemoriales es bien conocido que cuanto más desarrollemos la mente, más facilidades tendremos para seguir aumentando ese desarrollo, y cuanto menos la desarrollemos, menos facilidades tendremos para desarrollarla. Lo mismo con las condiciones físicas corporales. Cuanto más ejercicio físico hagamos, más facilidades tendremos para aumentar nuestras condiciones físicas, y cuanto menos hagamos, menos facilidades tendremos para mejorarlas.
Es decir, hay una ‘retroalimentación positiva’ (positive feedback) entre el desarrollo mental o físico que alcancemos y el subsiguiente desarrollo mental o físico que podamos alcanzar. Ahora ya conocemos evidencias científicas que sustentan tal ‘retroalimentación positiva’.
Las investigaciones científicas evidencian que la inteligencia de una persona y su riqueza de vocabulario manifiestan una correlación de un 80 % (1). Es decir, cuanto más rico sea el vocabulario de una persona, mayor será su inteligencia, y viceversa. Este hallazgo era previsible porque una persona que tenga mayor riqueza de vocabulario tiene más capacidad para pensar con claridad y expresar con precisión sus ideas, imaginar posibles interpretaciones de un texto, razonar de manera eficaz y coherente, etc. Además resulta muy obvio que poseer algo de bagaje cultural ayuda a interpretar un texto. Pero la única manera de que un niño enriquezca su vocabulario y su bagaje cultural es por medio de la lectura y la utilización frecuente de un buen diccionario, y lamentablemente la mayoría de los estudiantes no tienen el hábito de la lectura y carecen de diccionario.
Para empeorar las cosas, ahora muchos jóvenes no solamente no leen ni tienen riqueza de vocabulario, sino que son adictos al internet y a los videojuegos. El eminente escritor estadounidense Nicholas Carr (nac. 1959) publicó en el año 2011 una obra titulada: ‘Los Superficiales. Lo que el internet está haciendo a nuestros cerebros’ (2). Esta obra fue un bestseller del New York Times y ha sido sumamente elogiada.
Nicholas Carr refiere todas las evidencias científicas de que el cerebro es maleable y que durante toda la vida hay una neuroplasticidad, es decir, continuamente se crean nuevos circuitos neuronales y nuevas neuronas. Así dice: «La evolución nos ha dado un cerebro que literalmente puede cambiar su mente – una y otra vez. Ahora sabemos que nuestras maneras de pensar, percibir y actuar no están totalmente determinadas por nuestros genes. Tampoco están determinadas por nuestras experiencias durante la niñez. Las cambiamos por medio de la manera en que nosotros vivamos” (Pag. 31). En efecto, hay evidencias de que todo lo que pensemos o hagamos, tiene un efecto sobre nuestro cerebro y cuanto más repetimos eso que pensemos o hagamos, entonces más se desarrollarán y reforzarán los circuitos neuronales cerebrales relacionados con eso que pensemos o hagamos. Entonces resulta que cuando las personas navegan mucho por internet, es muy frecuente que reciban una información fragmentada, pildoritas de información que muchas veces son inconexas, sobre muy diversos temas, de tal manera que el cerebro se acostumbra y desarrolla circuitos neuronales para esa manera de recibir información, con frecuentes interrupciones, de una manera precipitada, y con una distracción continua de la mente que brinca de un lugar a otro (de un link para otro link). El cerebro desarrolla circuitos neuronales para procesar ese estilo de información caleidoscópica de breves informaciones superficiales sobre múltiples temas muy diversos. Pero Carr asevera que eso es muy distinto a concentrarse de una manera calmada en la lectura de un libro haciendo un esfuerzo profundo y sostenido durante un tiempo prolongado y haciendo un análisis crítico del contenido de la obra. Como dice Carr: “A medida que aumentamos el tiempo dedicado a revisar páginas web y disminuye el tiempo que dedicamos a leer libros (…) A medida que aumenta el tiempo que dedicamos a saltar a través de los links y disminuye el tiempo que dedicamos con calma a una reflexión y contemplación, los circuitos neuronales que sustentan esas antiguas funciones intelectuales y búsquedas, se debilitan y comienzan a fracturarse” (Pag. 120). Dicho en otras palabras, el cerebro disminuye los circuitos neuronales que permiten concentrarse en un estudio a fondo de una obra. De hecho, Carr refiere estudios y evidencias experimentales de que las personas que utilizan mucho el internet disminuyen su capacidad de analizar e interpretar correctamente un texto (Pag. 140).
En realidad las evidencias ya indican que el uso muy frecuente y prolongado del internet ocasiona una disminución del I.Q. (Pags. 144-148). Nicholas Carr en una entrevista a BBC News Mundo el 4 de febrero de 2021 expresa: “Por desgracia mis predicciones sobre internet se han cumplido y son incluso peores de lo que se esperaba (,,,) Nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados por la tecnología” (3).
Por otra parte, Steven R. Quartz y Terrence J. Sejnowski son reconocidos neurocientíficos del Instituto de Tecnología de la Universidad de California, y refieren descubrimientos sobre el cerebro. Citemos sus palabras: “Si usted emplea una o dos horas al día durante las próximas tres semanas aprendiendo a tocar el piano, usted alterará la estructura de su cerebro. Específicamente usted alterará una parte de su cerebro que representa su cuerpo y ayuda a mover sus partes de una manera precisa (…) Cuando usted aprende a tocar el piano, usted estimula la región del mapa cerebral que representa sus dedos, lo cual constituye un reto para el cerebro, ya que tiene que aprender las nuevas habilidades motoras requeridas. El cerebro responde expandiendo la región que representa sus dedos (…) La nueva exigencia que usted impone a su cerebro propicia la reorganización dentro del mismo (…) Por el contrario, la inactividad cerebral puede conducir a una disminución en las representaciones cerebrales que fundamentan una habilidad, lo cual indica que el cerebro constantemente se está adaptando a los eventos externos que afectan la manera en que usamos nuestro cerebro” (4).
Por otro lado, Guy Brown (nac. 1959) es un reconocido investigador en Bioquímica en la Universidad de Cambridge, y en su obra: ‘La Energía de la Vida’ (2002) refiere que cuando un joven practica un deporte activa las zonas cerebrales concernientes a ese deporte, sea artes marciales, fútbol, baloncesto, o cualquier tipo de ejercicio físico. Lo mismo respecto a aprender a tocar instrumentos musicales. Las investigaciones científicas evidencian la importancia de ejercer permanentemente el cerebro a todas las edades. Se ha descubierto que cuando realizamos una tarea específica entonces aumenta el flujo sanguíneo y la actividad neuronal en una zona determinada del cerebro.
Las mitocondrias son organelos celulares que producen la energía en la célula y cuando una célula tiene mucha actividad entonces aumenta su número de mitocondrias. Los experimentos con animales indican que la cantidad de mitocondrias en una zona determinada del cerebro puede aumentar si se utiliza esa zona, o puede disminuir si no se utiliza. Por ejemplo, cuando un gato tenía uno de sus ojos tapado permanentemente, las partes de su cerebro que analizaban la información visual procedente de ese ojo contenían pocas mitocondrias, probablemente porque ese ojo no se utilizaba. En el caso de los humanos se piensa que ocurre algo similar: cuando una zona cerebral se activa mucho y con frecuencia, entonces aumenta el número de mitocondrias de esa zona. En los músculos humanos se sabe que ocurre eso, porque la disminución en el uso de un músculo conduce a una disminución en su cantidad de mitocondrias.
En consecuencia, muchos autores consideran que la decadencia de las funciones mentales con la edad, se puede frenar con una intensa actividad mental. Además se piensa que esto es cierto en todas las edades. Así, investigaciones llevadas a cabo por psicólogos alemanes han demostrado que incluso irse de vacaciones durante diez días puede disminuir significativamente el coeficiente de inteligencia. Las personas que realizaron un test antes y después de sus vacaciones pusieron de manifiesto que habían perdido hasta 20 puntos de su coeficiente de inteligencia probablemente debido a la carencia de estimulación mental durante las vacaciones (5).
Entonces resulta muy obvio que a medida que un estudiante desarrolle el hábito de la lectura, ejercitará más y más determinadas zonas cerebrales y cada vez se le hará más fácil leer y estudiar. Al principio puede suceder que al joven estudiante le cueste leer, pero a medida que se ejercite, cada vez se le hará más fácil. Por supuesto, los jóvenes tienen que aprender a leer de manera crítica un texto para que no les vaya a ocurrir como al personaje Petrushka. El gran escritor ruso Nikolai V. Gogol (1809-1852) publicó su novela: ‘Almas Muertas’ en el año 1842 y en ella describe a un personaje llamado Petrushka que lee de todo pero nunca entiende lo que lee. Así, en la novela dice que Petrushka tenía una tendencia: “a leer libros, cuyo contenido no le importaba lo más mínimo. Le daba exactamente lo mismo que contara las aventuras de un héroe enamorado, que fuera un simple abecedario o un libro de oraciones (…) Le gustaba no lo que leía, sino el hecho de leer, o mejor dicho, el proceso de la lectura, ver cómo las letras se iban juntando para formar palabras que, en algunas ocasiones, sólo el diablo sabría lo que querían decir” (Cap. II)…Gogol describe el caso de una persona que lee sin ser capaz de interpretar lo que lee.
Sobre la retroalimentación positiva en el desarrollo físico corporal, es interesante referir el caso del nadador británico Tom Dean. En septiembre de 2020 Dean se contagió con Covid-19 y tras recuperarse, a principios del año 2021 volvió a contagiarse “esta vez de manera mucho más severa que la primera vez”. y contaba que: “era incapaz de subir las escaleras sin toser o jadear”. No obstante, en las Olimpíadas de Tokio de 2021, con 21 años, ganó la medalla de oro en 200 metros estilo libre (BBC News Mundo, 27/07/21). El caso de Tom Dean sugiere que su circuito ‘cardio-vascular-respiratorio’ estaba en tan buenas condiciones, que le permitió recuperarse en tiempo récord, porque la natación es un ejercicio aeróbico muy exigente. NOTAS: (1) Pag. 372 en Geoffrey F. Miller (2000) ‘The Mating Mind’ (2) Nicholas Carr (2011) ‘The Shallows. What the Internet Is Doing to Our Brains’ (3) Nicholas Carr ‘Nos estamos volviendo menos inteligentes’. Lucía Blasco. ‘BBC News Mundo’, 4/02/2021) (4) Pags. 41-42 en Steven R. Quartz and Terrence J. Sejnowski (2002) ‘Liars, Lovers and Heroes. What the new brain science reveals about how we become who we are’ (5) Pags. 271-274 en Guy Brown (2002) ‘La Energía de la Vida’.