(*) Carlos Canache Mata
Enlazo el análisis de la hiperinflación, con el anuncio que el lunes pasado hizo Nicolás Maduro de un nuevo aumento salarial, el número 24 desde que inició su gestión gubernamental en abril de 3013. Insisto, si no se toman medidas contra las causas de la hiperinflación, no mejorará el poder de compra y cualquier incremento salarial es un engaño.
El economista Antonio Paiva al examinar, en breve nota, el anunciado aumento, argumenta que para el mes de marzo el salario era de 37,0647 bolívares/mes (salario de 1.307.646 bolívares frente a una tasa de cambio oficial Dicom de 35.280 bolívares por dólar), en tanto que para el 1° de mayo, con el nuevo aumento, el salario es igual a 36,2174 bolívares/mes (salario de 2.555.500 bolívares frente a una tasa Dicom de 70.560 bolívares por dólar). Por eso, se pregunta “¿Dónde está el aumento?”, añadiendo que “si se valora a precios del mercado paralelo, el salario está pulverizado, pues no alcanza ni a la mitad de la devaluación que experimenta el país”.
En relación a lo anterior, hay que mencionar que entre el 15 de abril de 2013 y el 1° de mayo de 2018, el tipo de cambio ha pasado de 8,21 bolívares fuertes por euro (6,3 bolívares fuertes por dólar) a 751.087,14 bolívares por euro (621.498,49 bolívares fuertes por dólar). Una devaluación gigantesca. El arrollador aumento de los precios ha creado una crisis del efectivo que ha conducido a que se retenga en los bancos el dinero de los venezolanos, una emulación del famoso “corralito” argentino de la época nefasta de los Kirchner.
Las reservas internacionales, es decir, los recursos en divisas de que disponemos para pagar los bienes de importación y el servicio de la deuda externa y garantizar la estabilidad del bolívar, han caído en picada. Para el 15 de abril de 2013 teníamos unas reservas internacionales de 25.863 millones de dólares, actualmente están por debajo de los 10.000 millones de dólares. Ya no cumplen ninguna de sus tres funciones: no alcanzan para atender un adecuado nivel de importaciones de bienes de consumo final o de insumos y materias primas que requiere la economía, ni han impedido que hayamos caído en defaults selectivos del servicio de la deuda externa, ni han garantizado la estabilidad monetaria por el desmadre de la emisión de dinero sin respaldo.
Nos falta por hablar de otras dos caras de la catástrofe: la cara social y la cara institucional.
(*) Político