Lo que ha ocurrido en Venezuela en los primeros años de este siglo XXI es una tragedia de inconmensurable magnitud. Tragedia que se manifiesta, entre otras cosas, en el colapso de la arquitectura institucional de la República, la desaparición del estado de derecho, la violación de los derechos humanos, el regreso al caudillismo, al militarismo y al centralismo más asfixiante. La desaparición del concepto de la alternabilidad republicana y del principio de independencia y autonomía de las diferentes ramas del poder público.
También se manifiesta esa tragedia en la catástrofe de la economía nacional. Las gestiones de Chávez y de Maduro han producido la más grande inflación del mundo y una recesión espantosa que ha empobrecido a Venezuela y a los venezolanos. Acabaron con PDVSA, con las llamadas empresas básicas, y con toda la economía nacional.
También se manifiesta la tragedia en el tema social. Nunca habíamos tenido tantas familias venezolanas viviendo bajo el nivel de pobreza. Nunca los pobres habían sido tan pobres. Hambre, miseria y desolación es el saldo de la gestión del socialismo del siglo XXI en el área social.
También se manifiesta la tragedia nacional en el colapso de los servicios públicos, comenzando por los más básicos: agua, energía eléctrica, gas, gasolina, pero también, salud, educación, seguridad, comunicaciones. Hemos retrocedido a una situación peor de la que existía en el siglo XIX. También se manifiesta la tragedia en la crisis moral. Si algo ha prevalecido durante estos veinte años es la más escandalosa corrupción que pueda imaginarse. Cifras enormes que pudieron resolver los problemas del hambre y de la pobreza, se han ido por los desaguaderos de la corrupción más abyecta.
A todo esto podríamos todavía agregar el aislamiento internacional de Venezuela. Pasamos de ser un ejemplo de convivencia y de cultura democrática a ser un país visto con lástima.
¿Quién tiene la culpa de este desastre? Todo comenzó el 4 de febrero de 1992. Todo continuó con aquel proceso constituyente convocado en contra de lo prescrito en la Constitución. Y todo se terminó de desarrollar con la gestión de dos presidentes sin ninguna preparación y sin ninguna capacidad para desempeñar esa alta magistratura.
Nosotros, los opositores a este régimen, podemos haber cometido muchos errores. En efecto los hemos cometido y los seguimos cometiendo. Pero nada puede ser comparable a la responsabilidad inconmensurable de quienes han estado al frente del gobierno.
Eduardo Fernández
@EFernandezVE