Rescatando el canto de Alí Primera: homenaje a 36 años de su partida  

Por: Luis A. Villarreal P.

 

 

Seguramente, en muchos pueblos y ciudades —de Latinoamérica y más allá— hay  personas que hoy hacen memoria de un personaje que fue realmente controvertido, que dio mucho de qué hablar y, sobre todo, en el que se cifraron y permanecieron latentes  muchas esperanzas, pese a la preponderancia ideológica que bullía en aquellos tiempos de la temible y enigmática guerra fría.

Me refiero a quien de manera inusitada y trágica desapareciera físicamente —en Caracas el 16 de febrero de 1985— de nuestro entorno cultural, del pulso de la lucha popular por un mundo con mejores condiciones de libertad, calidad de vida, y bienestar colectivos:  Ely Rafael Primera Rossell, era su nombre.   Al que simplemente seguimos recordando como Alí Primera.

Alí, como sus panas le decían, fue un celoso empedernido  y obstinado de nuestra identidad nacional, de nuestros valores culturales, que para él estaban siendo  eclipsados o vulnerados y reemplazados con la penetración de culturas foráneas, por  una aviesa transculturización, y el esnobismo.

Recordar a Alí, mientras oímos su canto colmado de poesía, una poesía practicante y no banal,  espejo nítido de lo nuestro, de lo que hemos sido —ilusión plena de las generaciones revolucionarias que derribando dictaduras dieron la buena pro al contenido teórico ideológico internacional del siglo pasado, ya tergiversado en su práctica y con las secuelas que conocemos—, corazón y mente de lo que corre por nuestras venas, de un  individualismo  transmutado en sentimiento y responsabilidad colectivos.

Alí Primera, estirpe de un venezolano sin par, amante de la naturaleza, de los saberes del pueblo, de su  quehacer artesanal, de su inspiración y amor patrio, de sus devociones y religiosidad, de su autoestima, de sus alegrías,  sufrimientos y esperanzas;  exaltó:  la paz, a próceres y libertadores, la hermandad latinoamericana, su folclor y  su música; fustigó la viveza criolla, el conformismo y la ignorancia del pueblo,  la dependencia y la abusiva penetración extranjera;  hizo vibrar barrios, pueblos y ciudades, plazas, ateneos, auditorios universitarios y estadios, con su música y mensaje que fueron aliciente de  las luchas de un colectivo  inadvertido e ignorado en la solución de sus problemas más agobiantes, principalmente por los gobiernos de turno

 

 

Destacar y rescatar su legado, exaltar su obra

—que es efigie de su inmenso talento poético hecho canción y música, puesto al servicio del drama colectivo en la búsqueda de un verdadero porvenir—, ha de ser uno de nuestros sinceros reconocimientos a quien aún vive en nuestro grato recuerdo «… los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos…«.  Y sin necesidad de equipararnos del todo con lo que ideológicamente fue su manera de expresarse,  aun si viviéramos en el mismo contexto en el que se debe evaluar una vida, fueron determinantes que hoy, aunque con las modificaciones del presente, tiene aristas que le siguen dando su vigencia.

Pero aparte de todo eso, en vista de lo que ha estado pasando en nuestra sufrida Venezuela, es menester distinguir y poner a salvo la memoria del Cantautor del Pueblo que nos ocupa, porque su canto  —principalmente panfletario, rezongón, bullanguero y sabrosón, satírico o sarcástico, y tal vez procaz o patriotero para sus acérrimos críticos, pero no menos sensible, humanitario, folclórico y suficientemente romántico y entrañable—  lo han estado utilizando para promocionar y musicalizar un movimiento partidista  que ha venido cerrando las  puertas y ventanas de la libertad, de los derechos humanos, y del bienestar de los venezolanos;  al extremo de obligarlos  a huir o a inmolarse domésticamente en la miseria a la que han sido confinados.

Como ejemplo de la profanación de su canto, tenemos ‘el caso La Puerta’.   Alí vino a La Puerta, y se hizo advertir como nunca antes en el estado Trujillo, con su movimiento de ‘Canción Solidaria’ —que en el país  ya se estaba haciendo sentir preferentemente en lugares donde habían problemas ambientales—, por la defensa de La Puerta frente al acecho urbanístico, inédito caso que ya contaba con una matriz de opinión nacional que se formó en su entorno;  catapultada y sostenida  por el nuevo Diario de Los Andes que la convirtió en su línea editorial por años,  según la visión y determinación de su editor Eladio Muchacho Unda, y a través de la excelente labor periodística de Ramón Rivas Sáez, Guillermo Montilla, Francisco Graterol Vargas, Paula Rivero, entre otros;  esa efervescencia informativa fue la que  hizo posible que Alí Primera, y el contingente de artistas populares que lo acompañaba, visitara los predios trujillanos para hacerle frente —codo a codo, con el pueblo sensible y armado de muy válidas razones— al osado urbanismo que ni social ni turístico ‘contribuiría’ al bienestar y genuino desarrollo del Valle del Momboy.

 

…No dejaremos que cierren la linda Puerta que siempre ha estado abierta a la vida… 

… Yo no me quedo en la casa pues al combate me voy, voy a defender La Puerta en el Valle del Momboy…

 

Canción que enaltece el  gentilicio y  geografía trujillana de Motatán, Carache, Boconó, Betijoque…

 Alí transmitió su preocupación y motivación, de manera improvisada en las calles de La Puerta, donde fue visto y aplaudido por escépticos y adversos del Comité Pro-Defensa de La Puerta;  también en el estadio del barrio El Milagro de Valera donde se realizó exitosamente Un Canto Para La Puerta, gracias a la solidaridad hecha trabajo de la Federación de Centros Culturales, dirigida por Alfredo Matheus.  En ambos actos Alí escandalizó con sus arengas y sarcasmos las conservadoras actitudes de pobladores y obsecuentes del urbanismo denunciado, y por supuesto tropezó con la acritud del bipartidismo del cual era caldo rancio de pescado.

Supo advertir, a pobladores y visitantes aglutinados, de esa avalancha que sustituiría —en nombre del pseudo desarrollo turístico—  la vida campesina y sus costumbres, por baratijas y frivolidades ajenas.

De los viejos seguidores de Alí en los años ochenta, considerados vanguardia y alternativa, muchos demostraron con el tiempo que no lo fueron tanto, porque en su corto recorrido demostraron ser oportunistas, simples curiosos, que nunca estuvieron a la altura de su canto.  No fueron reales revolucionarios.   «… Gallina vieja esa gente, ni ponen ni dejan la culequera…«.

A muchos de aquellos ‘conjurados o cruzados’ de la lucha de La Puerta —novedoso y aguerrido movimiento conservacionista, ejemplo de Trujillo hacia Venezuela entera— les correspondió ejercer funciones de gobierno en  alcaldía y gobernación, pero ni recordaron sus viejos tiempos de compromiso, ni mucho menos el canto de Alí por La Puerta, pese a que paradójicamente su canto lo utilizaban de propaganda del ‘nuevo proyecto revolucionario’ que hoy aún se cierne sobre Venezuela.

La razón fundamental de la presencia de Alí Primera en Trujillo fue la equivocada actividad urbanística en la parroquia La Puerta que iba más allá del problema ecológico, por ser  contradictorio a sus signos económicos agrícola y turístico,  cuya atenuación y restricción fue realmente posible con la aprobación de la Ordenanza  de Zonificación y Construcción en 1988.  A partir de esta se prepararon muchas propuestas tendientes al rescate de áreas afectadas y al necesario equipamiento urbano con finalidad realmente social y turística.  Pero con el advenimiento del régimen que persiste se desbarataron los logros de esa lucha de la que Alí fue un verdadero paladín.

En la conducción municipal el alcalde Alí Quintero fue quien autorizó con su silencio e  irresponsabilidad  la violación de la zonificación de la Ordenanza más discutida del municipio Valera, que para su elaboración y aprobación tardó cinco años. Lo siguió en  sus lamentables y equívocos pasos Temístocles Cabezas, quien pusilánime no tuvo valor para detener la anarquía urbanizadora.  Frente a estas actitudes municipales oficiales absolutamente cuestionables, el otrora aguerrido conservacionista de los ochenta, el gobernador Gilmer Viloria Hernández —equivocado histórico del estado Trujillo—, frente a la indiferencia y traición de los citados alcaldes contra una lucha maravillosa y aglutinante, de la que se beneficiaron, no dijo ni hizo absolutamente nada como autoridad influyente del chavismo por el daño infringido, sino que autoritariamente —violando las normas— mandó a construir un barrio al pie del centro poblado, donde se tenían  proyectadas obras ordenadas de interés social y turístico en terreno ganado a los desarrollistas urbanizadores, precisamente también fruto de las luchas respaldadas por Alí Primera.  Pero sí ejerció su disimulada  influencia para acallar e imposibilitar la autonomía municipal de la parroquia La Puerta,  porque era tabú de su corriente partidista y centralizadora;  ni se interesó por el Plan de Ordenamiento Territorial del Valle del Momboy, que pese a la indiferencia estadal oficialista se hizo pero no se aprobó en Consejo de Ministros.  Fue engavetado.

Aparte de la Canción Solidaria, Alí comprometió su movimiento cultural que lo acompañaba en sus esfuerzos por encender las luchas populares, y pudo llevar a cabo la Canción Bolivariana, con motivo del bicentenario del natalicio de Simón Bolívar. En esta cruzada, tuvimos el privilegio de conocerlo más de cerca en la organización de diversos actos.  Particularmente —y que a mí respecta— en la realización del significativo acto realizado en homenaje al Libertador en la plaza de toros de Maracaibo.

Pese a su corta carrera, nos dejó como legado su grandiosa  producción discográfica, sus álbumes —entre los que destacan canciones como: Adiós en dolor mayor, La patria es el hombre, Con el sol a medio cielo, Perdóname tío Juan, La canción del tiple, El bachaco fundilluo, Mamá Pancha, Alma Mater, La guerra del petróleo, Paraguaná, Tin  marín, Caña clara y tambor, Techos de cartón, y entre tantas otras, nuestra excelsa canción ‘Abran La Puerta’. Todas dicen por sí solas  lo que fue su vida consagrada a las luchas populares y a la dignidad de un pueblo, a través del maravilloso mundo de la música. No fue un simple juglar o trovador; fue un aguerrido artista popular, de primera.

 

Ñi ñi ni ñi ñi ñi ñingui ni ñingue  ni ñingui ní…

La lara lá  la la laila lara laraira la laira lá laila laraila lá…

 

 

 

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