Todo el personal de la Unidad de Diálisis Andina, ubicada en Valera, conocen a Walter Segovia. No solo por ser uno de los 65 pacientes renales habituales, sino por prestarse, de manera voluntaria, para reparar las máquinas de hemodiálisis del centro de salud.
Segovia fue diagnosticado con una deficiencia renal hace 12 años, pero su padecimiento es congénito. Nació con un solo riñón en funcionamiento y, aunque a lo largo de su vida no tuvo problemas, a los 28 años una nefrólogo le dijo que debía empezar a dializarse.
En ese tiempo, recordó Walter, la unidad tenía 22 máquinas. Era una de las clínicas mejor surtidas de la región, pero actualmente apenas le quedan nueve máquinas, de las cuales tres están en reparación.
Walter explicó que él no planeó ponerse a arreglar los equipos. Se dio de manera circunstancial, pues su colega- como llama al técnico oficial de la unidad- le ha tocado estar ausente debido a la pandemia del COVID-19.
El IVSS, que le paga por el mantenimiento de los equipos, también lo contrató para atender otras unidades en el país. A veces pasa hasta tres semanas en ir a la unidad.
En vista de esto, Walter que sabe de reparación de televisores y máquinas de refrigeración, decidió, con el apoyo de su amigo, poner en funcionamiento las máquinas que se dañan.
Les reemplaza los repuestos con los equipos dañados, les calibra los líquidos, en su mayoría con la asistencia telefónica del técnico, pero otras veces sigue sus conocimientos adquiridos en su propio taller ubicado en el sector El Milagro.
Por repararlas no gana nada. Recordó que su mamá lo enseñó a ser agradecido y ayudar al prójimo. En esa unidad el personal médico trabaja incansablemente pese a las carencias: a veces falta de agua, otras de electricidad o insumos médicos. Él simplemente ayuda a encender las máquinas que lo mantienen a él y a otros con vida.