REFLEXIONES EN LA NAVIDAD | Por: Francisco González Cruz

 

Estos tiempos decembrinos que van del 21 de diciembre al 6 de enero son para gran parte de la humanidad oportunidad para vacaciones, recuentros familiares, celebraciones, también de viajes, compras y ajetreos. Se juntan el solsticio de invierno para el hemisferio norte y de verano para el hemisferio sur, con la Navidad, el fin del año viejo y comienzo del nuevo. Realmente es el período más particular del año para casi todo el mundo.

El solsticio se celebra globalmente por determinadas comunidades como como el día más largo en el hemisferio sur gozando del sol, o la noche más larga en el norte disfrutando del frío. La navidad se extendió del universo cristiano de unos 3 mil millones de creyentes a casi todo el mundo con el nombre de “fiestas” y además del nacimiento del Niño Jesús, la presencia de Papá Noel, San Nicolás, Santa Claus, Viejo Pascuero y otros nombres, la decoración con “arbolitos”, generalmente pinos u otras especies siempre verdes adornados con bolas, estrellas y cintas y luces de colores, ya sin límites hemisféricos. Así no toda la humanidad celebre en la misma fecha el año nuevo, la noche del 31 de diciembre y la llegada del 1° de enero todos los cielos de la tierra se iluminan con la fascinante y efímera belleza de los fuegos artificiales.

Todo este espectáculo decembrino inicialmente tiene que ver con la celebración de la vida y la promesa de redención, y los ritos asociados eran y son marcadamente familiares y comunitarios, con la alegría del encuentro, del compartir la comida, el dar y recibir un regalo o un simple y valioso abrazo. Todo se anima en estas fiestas, incluyendo la nostalgia que es un noble sentimiento donde conviven el dulce y el amargo, la alegría y la tristeza, al faltar algo querido, generalmente un ser y un lugar valioso.

Es una celebración global, pero se siente fuertemente en lo local y en lo familiar, y aquí destacan las tradiciones culturales, empezando por la gastronomía con los platos tradicionales, los ponches y esa maravilla que es el compartir el disfrute de su confección y de su degustar, en medio de la música, la danza y de las gratas conversaciones.

Es una época en la cual se siente con mayor intensidad la necesidad de la familia, del lugar íntimo  y de sus querencias. Así nació cuando a alguien se le ocurrió acariciar el verdor de aquel pino que no perdía sus hojas en el duro invierno, o la admiración de aquella criatura que nació en una humilde gruta donde pasaban el frío una mula y un buey, y que vino a predicar y a dar testimonio de una buena nueva: que el amor puede ser la base de la convivencia humana.

 

 

 

 

 

 

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