Es tiempo para el reencuentro y el trabajo, para reorientar la economía y la política y superar juntos los graves problemas de esta Venezuela en ruinas. Hay que trabajar para posibilitar vida digna a todos y frenar la hemorragia de los que huyen del país por no ver aquí futuro. ¿Acaso los que nos gobiernan y los líderes de la oposición no ven el inmenso dolor que sufrimos la mayoría de los venezolanos? ¿No escuchan los gritos mudos de nuestro dolor? ¿Cómo pueden dormir tranquilos y seguir con sus posturas cerradas e intransigentes? Es un delito humano y antipatriótico que haya personas que siguen anteponiendo sus intereses personales o partidistas a la salud de Venezuela. Si el país agoniza no podemos distraernos con otros asuntos, y todos deberíamos dedicar las fuerzas y recursos a devolver a nuestra madre Venezuela la salud.
Es hora de la concordia y del trabajo mancomunado para salir del círculo vicioso que nos ahoga y envilece y empezar a construir la paz. La paz se construye sobre el diálogo sincero, la negociación efectiva, la verdad sin excusas, la justicia y el perdón generosos, pero exige también competencia, seguridad, cumplimiento de la Constitución, acceso sin humillaciones ni colas a los bienes y servicios, trabajo digno y bien remunerado. Sólo mediante el trabajo responsable y productivo, y no mediante las limosnas que sólo generan parasitismo y dependencia, enrumbaremos el país por las sendas de la convivencia y el progreso. Necesitamos hacer nuestro el clamor de Simón Rodríguez: “Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si estuviera enfermo, pediría ayuda; sano y fuerte debo trabajar. Sólo permitiré que me carguen a hombros cuando me lleven a enterrar”.
Como paso previo, necesitamos recuperar la confianza en el país, en las instituciones, en los poderes públicos empezando por el poder electoral, en la Fuerza Armada Nacional, en los gobernantes, en los líderes de la oposición y en nosotros mismos. De no hacerlo, seguiremos hundiéndonos en la anomia, y en esa especie de desesperanza cada vez más generalizada que está robándonos el coraje y la capacidad de reaccionar. La pérdida de la confianza se asienta y se sostiene en la pérdida de la dimensión ética. En Venezuela se ha impuesto la inmoralidad y el cinismo. Nos adormecieron con discursos grandilocuentes y promesas vacías que no fueron acompañadas por acciones y políticas coherentes. Si un buen sistema económico se sustenta sobre un sistema político estable, la buena política se sustenta sobre un capital de confianza que debe, a su vez, construirse sobre reglas claras y conductas éticas.
¿Qué debemos hacer para recuperar la confianza? No es tarea fácil. La confianza toma tiempo en ser construida y muy poco en ser destruida. Recuperar la confianza en las instituciones pasa por cumplir la Constitución y exigir estándares éticos altos a los que quieren representarlas públicamente. Es hora de que los poderes públicos, las instituciones y la Fuerza Armada Nacional empiecen a dar muestras concretas y evidentes de que están al servicio de la constitución y de la nación y no del proyecto fracasado de unos pocos.
En definitiva, reconstruir la confianza va a exigir un verdadero rearme moral: cambiar las ambiciones por la solidaridad; el poder de dominación por el poder de servicio; la desconfianza por alianzas; la soberbia por humildad; la mentira por la verdad.
@pesclarin
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