Ernesto Rodríguez (ernestorodri@cantv.net)
El notable filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) criticaba duramente a las personas que carecen de personalidad y son incapaces de tener un criterio propio y autónomo. Dicho en otras palabras criticaba a las personas con mentalidad de borrego que solamente saben aplaudir y seguir al líder de la manada. Eso lo expresó en su extraordinario ensayo titulado: ‘¿Qué es la Ilustración?’ (1784). Pero antes de ver fragmentos de dicho ensayo será menester recordar a grandes rasgos lo que fue la Ilustración.
Lo que se denomina ‘Ilustración’, ‘Iluminismo’, o ‘Era de la Razón’, fue el movimiento intelectual que se gestó a finales del siglo XVII y en el siglo XVIII y enfatizaba el poder de la Razón para lograr el progreso humano. Esa Era de la Razón se rebelaba contra las creencias irracionales y absurdas de la Edad Media, es decir, las supersticiones y planteaba la razón crítica representada por la ciencia moderna. En efecto, la Ilustración se caracterizaba por el respeto a la dignidad del ser humano, el laicismo y la desconfianza hacia todo tipo de autoridad no justificada.
Kant en su mencionado ensayo sobre la Ilustración insiste en que el ser humano debe liberarse del tutelaje que él se auto-impone, un tutelaje por el cual otras personas piensan por él y deciden por él. Veamos las palabras de Kant: “La Ilustración es la liberación del hombre del tutelaje que se ha auto-impuesto. El tutelaje es la incapacidad de usar los propios poderes naturales sin dirección ejercida por otra persona. Este tutelaje es denominado “auto-impuesto” porque su causa no es una ausencia de capacidad racional sino simplemente una carencia de coraje y resolución para usar la propia razón sin ser dirigido por otros. ¡Sapere aude! (atrévete a usar tu razón). Ten el coraje de usar tu propia mente – Ese es el lema de la Ilustración”.
La pereza y la cobardía explican por qué muchas personas (…) permanecen durante gran parte de su vida bajo un tutelaje y por qué es tan fácil para algunas personas erigirse en guardianes de todos los demás (…) si tengo un pastor religioso que ya tiene una conciencia preparada para mí, si tengo un médico que decide mi dieta, entonces yo no necesito esforzarme. Si estoy dispuesto a pagar, yo no necesito pensar. Otros lo harán por mí (…) Las personas están comenzando a liberarse del tutelaje auto-impuesto y están aprendiendo a analizar libremente los asuntos religiosos y de otro tipo (…) respecto a las libertades civiles, debería haber espacio para que cada persona se extienda hasta expresar todas sus capacidades. A medida que el uso de la razón se extienda gradualmente y se desarrolle, tendrá primero un efecto sobre el carácter, de manera que las personas serán capaces de administrar su libertad. Eventualmente tendrá un efecto sobre los principios del gobierno, porque los gobernantes se darán cuenta de que les conviene tratar a las personas de acuerdo con la dignidad que tienen como criaturas racionales”.
Después de ver estas acertadas apreciaciones de Kant, podemos hacer algunas consideraciones. En primer lugar, las personas que tratan de ser autónomas, auténticas, críticas e independientes de la autoridad y costumbres establecidas, pueden pagar un precio que puede ser muy elevado, porque esa actitud molesta a las personas borreguiles. Uno de los autores que más ha insistido en este aspecto fue el notable escritor francés Stendhal (1783-1842). Así en su gran novela “Rojo y Negro” (1830) el protagonista Julien Sorel ingresa en el Seminario y se gana la antipatía de los demás seminaristas porque para éstos Sorel : “Era culpable de un vicio enorme “pensaba, juzgaba por sí mismo”, en vez de seguir ciegamente “la autoridad” y el ejemplo” (Libro Primero, Capítulo XXVI). Igualmente en su extraordinaria novela “La Cartuja de Parma” (1839), en una parte de la novela el protagonista italiano Fabrizio del Dongo trata de incorporarse a un grupo de soldados franceses, pero éstos se incomodan con él porque : “Le encontraban muy diferente a ellos, y esto les molestaba” (Libro I, Capítulo 4).
En segundo lugar, el fenómeno de la personalidad borreguil se manifiesta sobre todo en los gobiernos dirigidos por líderes despóticos, autoritarios y mesiánicos. En Alemania durante el gobierno Nazi de Adolfo Hitler (1889-1945) desde 1933 hasta 1945, la propaganda llegó a ser embrutecedora, pues al ciudadano alemán se le decía: “No pienses porque el Führer piensa por tí” (1).
NOTA : (1) Pag. 40 en Gilbert Badia (1972) “Introducción a la Ideología Nacional Socialista”. Editorial Ayuso. Madrid.