Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
La lujuria está considerada como uno de los siete pecados capitales. Sin embargo, el notable filósofo británico Simon Blackburn (nac. 1944) en su extraordinaria obra titulada: ‘Lujuria’ (2004) la reivindica como algo importante en la vida humana y la define como: “el deseo entusiasta, el deseo que invade todo el cuerpo, el deseo de actividad sexual y sus placeres por sí mismos” (Cap. 1).
Veamos dos concepciones opuestas sobre la lujuria: la del filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) y la del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804).
Hobbes en su obra titulada: ‘Naturaleza Humana’ (1650) dice: “El apetito que los hombres llaman lujuria y la fruición que lo acompaña es un placer sensorial, pero no sólo eso. En él hay también el deleite de la mente puesto que consiste en dos apetitos juntos, dar placer y ser complacido. Y el deleite que se toman los hombres en deleitar no es sensorial, sino un placer o alegría de la mente que consiste en imaginar el poder que tienen para dar tanto placer” (sección ‘Lujuria’). Vemos que según Hobbes en la lujuria hay una reciprocidad entre el hombre y la mujer, pues el hombre le da placer a la mujer, y a ella le place lo que el hombre está haciendo, y a él le place el placer que siente ella, y viceversa, a ella le place el placer que siente él. Simón Blackburn denomina este entrelazamiento de la lujuria como ‘Unidad Hobbesiana’ (Cap. 10).
Por el contrario, Kant tenía una apreciación negativa sobre la lujuria. En el año 1924 P. Menzer editó una recopilación de apuntes tomados por estudiantes de Kant que se publicó con el título: ‘Lecciones de Ética’ y en ella Kant dice: “El amor, en tanto que filantropía o amor a la humanidad, se traduce en afecto y simpatía, así como en favorecer la felicidad ajena y regocijarse con ella. Pero es obvio que quienes aman a una persona por mera inclinación sexual no lo hacen filantrópicamente, sino que, atendiendo únicamente a su propia dicha, sólo piensan en satisfacer su inclinación y apetito sin importarles la desgracia que puedan acarrear al otro. Quien ama por inclinación sexual convierte al ser amado en un objeto de su apetito. Tan pronto como posee a esa persona y sacia su apetito se desentiende de ella, al igual que se tira un limón una vez exprimido su jugo. Es cierto que la inclinación sexual puede vincularse con la filantropía o el amor a la humanidad, pero tomada aisladamente y en sí misma, no pasa de ser un mero apetito” (sección ‘Acerca de los deberes para con el cuerpo relativos a la inclinación sexual’).
Aunque Kant acepta la posibilidad de que la lujuria vaya asociada con el amor a la humanidad, resulta demasiado obvio que pone el énfasis en la lujuria como algo rechazable. Blackburn señala que Kant insiste en que la lujuria en sí misma convierte en un objeto a la otra persona de la relación, y la usa meramente como un medio para alcanzar los propios propósitos (Cap. 11). Según Kant, la lujuria en sí misma es deshumanizadora y degradante, y es moralmente inaceptable, ya que según este filósofo, nunca se debe usar a una persona meramente como un medio para satisfacer los propios fines. Blackburn señala que Kant nunca se casó y que “ofrece una versión obscena de la lujuria, en la que todo el énfasis recae sobre las partes corporales y en la que el ser humano, la persona a quien pertenecen dichas partes, se vuelve en cierto modo invisible” (Cap. 11).
Quizás nosotros podemos concluir que hay casos en los que se cumple lo que dice Kant, pero no se cumple siempre. Es decir, de ninguna manera se puede concluir que la lujuria en sí misma necesariamente tiene que ser ‘deshumanizadora y degradante’. La especie humana es una de las especies de mamífero más sexuales y tanto el hombre como la mujer tienen un fuerte deseo sexual. Entonces quizás lo más procedente sería proporcionar mucha educación sexual a los jóvenes de ambos sexos para que disfruten la lujuria como ‘unidad hobbesiana’