Rechazo y autodestrucción, el difícil camino de un joven trans en Venezuela

Giordy Quiñones fue registrado al posar durante una entrevista con Efe, en las instalaciones de un teatro, en Caracas (Venezuela). EFE/Miguel Gutiérrez

Caracas, 28 jun (EFE).- «Mamá, ¿qué hubiese pasado si hubiese nacido niño?», preguntaba Giordy Quiñones, una y otra vez, cuando era pequeño. Entonces, era una niña; hoy se identifica como hombre trans tras una adolescencia de depresión, rechazo y autodestrucción, una historia frecuente entre su colectivo en su natal Venezuela.

Este chico de 25 años recuerda que desde pequeño sentía que su cuerpo y apariencia no coincidía con su identidad sexual, pero no era un tema fácil de hablar en casa.

«Me daba temor decirle: ‘mira mamá yo no me identifico como una niña, yo me siento más como un niño'», dice a Efe Giordy, de cabello rizado y piel oscura, en un teatro en Caracas que, para él, es un espacio «liberador».

Giordy también se define como bisexual y hace una semana participó en una protesta de la comunidad LGBTI en Caracas, condenando el asesinato, aún sin esclarecer, de una mujer trans y dos homosexuales en el área metropolitana de la capital. Desde ese momento siente temor y no es en vano.

Un informe del Observatorio de Personas Trans Asesinadas de Transgender Europa (TGEU, en inglés) registró, entre 2008 y septiembre de 2020, 3.664 transexuales asesinados en todo el mundo por prejuicios discriminatorios, 126 en Venezuela.

«Después que ocurrieron estos crímenes dije: ‘¿qué puede pasar un día que yo no pase tan desapercibido y alguien le provoque molestarme?'», cuestiona Giordy.

Durante la protesta, cargaba dos cruces negras con el nombre y edad de una víctima de otro crimen que considera fruto de la LGBTIfobia.

Además, ayudaba a sostener una pancarta donde se leía «no más discriminación».

De eso, él sabe mucho, lo vivió en la universidad o en el trabajo, en su vida cotidiana.

«AUTODESTRUCCIÓN»

El joven Giordy Quiñones (c) fue registrado al participar en una protesta pacífica a favor de los derechos de la comunidad LGBTI, en Caracas (Venezuela). EFE/Miguel Gutiérrez

Giordy, que es el nombre que asumió seis años atrás, vivió una niñez muy difícil tratando de entender su género: «Atentaba contra mi propio cuerpo, eso me llevó a la autodestrucción».

«Yo esperaba que mi cuerpo fuese más masculino (…) y cuando comenzaron a salir los pechos (…) las curvas, todo lo que tiene que ver con la feminidad, yo dije, ‘esto no me pertenece'».

Más de la mitad de su vida se ha sentido «atrapado», sin saber cómo sacar «eso» que estaba «dentro».

Y añade: «Me llevó a caer en la depresión, fue bastante fuerte yo mismo reprimirme por ese miedo y temor al que dirán, a la discriminación», o al rechazo.

A sus 12 años, «estalló la bomba» de lo que Quiñones describe como un «foso oscuro».

«Yo estaba pensando en el suicidio (…) y dije: ‘me lanzo al abandono y me voy de este plano, o asumo lo que realmente soy'», rememora.

EL DESPLAZAMIENTO

Para él, la discriminación ha sido lo más difícil.

«Es muy triste que las personas te rechacen por ser trans. Cuando tú le dices a una persona que eres trans, te desplaza totalmente y se aleja, ‘no vaya a ser que eso se te vaya a pegar'», comenta.

Giordy abandonó sus estudios universitarios, luego de que algunos profesores se mofaron de su identidad.

«Me ponían en ridículo frente a todos (…) se empeñaban en llamarme por mi nombre legal para que los del salón (de clases) se burlaran», explica.

Cambiar su nombre es un escabroso proceso en una Venezuela que no tiene una ley de identidad de género que incluya a la comunidad.

No solo dejó la universidad, sino que, además, se vio forzado a renunciar a su empleo en una clínica de Venezuela.

«Yo trabajaba como asistente administrativo» detalla Giordy, a quien, con su nuevo aspecto físico, lo «pasaron a vender café».

Antes, describe, «tenía el cabello largo» y, con su transición, comenzó a lucir cabello corto, usa camisas y pantalones holgados.

LAS FAMILIAS

Giordy Quiñones fue registrado al posar durante una entrevista con Efe, en las instalaciones de un teatro, en Caracas (Venezuela). EFE/Miguel Gutiérrez

«Aquí estamos, adorada hija brindándote el apoyo y la devoción de siempre. (…) Hoy dimos el primer paso hacia tu transición formal y física. Vas en vía de la transformación de ese cuerpito de niña que nunca entendiste, que no te define», escribió en 2016 Karina, una famosa cantante venezolana a su hija que, como Giordy, se define como hombre.

La publicación, en su momento, revolucionó la red social con comentarios llenos de odio, en una Venezuela muy poco tolerante con la comunidad LGBTI.

«Es como si viniéramos de otro mundo», explica Fernando Pereira, terapeuta familiar y fundador de la ONG Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), que asegura que poco o nada se discute sobre educación sexual, orientación o identidad de género en colegios de Venezuela.

Para la familia de Giordy fue una «total sorpresa» su revelación.

Y no hubo apoyo «‘porque nosotros aquí vimos nacer a una niña'», afirma que le decían. Sin embargo, ahora están tratando de aceptarlo, «de llevar la situación con armonía».

«Las familias, en muchos casos, tratan de evitar el dolor, el sufrimiento, previendo el rechazo, el antagonismo y, de alguna manera, van viviendo un duelo», señala Pereira.

Giordy ha cumplido seis años «en libertad», en el cuerpo que lo define. Y cada vez que siente miedo al qué dirán, se repite: «imagina que estás en el teatro y eres un personaje».

Nicole Kolster

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