Raúl Díaz Castañeda, en ese ramillete de muchachas viene la mía / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

“Recuerdo de un ayer que fue pasión/ el suave titilar que yo ayer vi/ en tu dulce mirar tu amor sentí/ tu cara angelical rosa de abril”. Para hacer un relato sobre Díaz Castañeda, pues hay que comenzar por esta gran vals del maestro Antonio Carrillo, magistralmente interpretado por Jesús Sevillano.

Yo vengo de Nueva Segovia de Barquisimeto, una de las primeras ciudades tierra adentro de Venezuela después del Tocuyo. Mi familia Díaz Castañeda, tuvo algunas limitaciones económicas, mi padre pues tuvo sus altos y bajos en cuanto a recursos monetarios, para estudiar tuve mi limitaciones y sacrificio, pero eso sí, siempre buen estudiante.

Recuerdo que en una oportunidad me gané el premio como mejor estudiante del liceo Lisandro Alvarado, como premio me obsequiaron una medalla de oro, oro de verdad, que todavía conservo. Había una población de 1200 alumnos. Hago memoria en cuarto año estudiaba Rafael Cadenas, hoy un destacado poeta de carácter universal, después de mi en primer año venía José Antonio Abreu, otra figura. Quien al año siguiente, el galardonado de ese reconocimiento fue él y yo de segundo.

En esa oportunidad me llamó el director del liceo y me informó sobre el premio y de dije ¿de qué premio?, me dijo que era el mejor estudiante de ese año del liceo. Que iba haber un acto y que tenía que ir muy arreglado, es decir «empaquetao». Se lo dije a mi papá y para motivarlo le dije que había un premio, que podía ser dinero, que con eso podían comprar el traje, me lo compraron en Don Villa ¡qué todo es una maravilla!, decía la propaganda.
Al salir de bachillerato obtuve muy buenas notas, mi madre habló con mi papá, le dijo que me tenía que enviar a estudiar a la universidad. Su respuesta de inmediato fue que no podía, porque no tenía posibilidades para dos estudiantes. Yo oí esa respuesta y me puse muy triste, tal es el caso que a este tiempo me pongo nostálgico. Mi madre sostuvo que yo tenía que estudiar a como diera lugar, porque ese promedio no se podía perder así tenga que salir a limpiar pisos con la lengua, Raúl estudia. Logré estudiar porque mi hermano mayor que era buen estudiante, no con el promedio mío se sacrificó y nos dijo que iba hacer un curso rápido de contaduría para trabajar y te voy a ayudar.

Así fue que me fui a Mérida, que era un viaje larguísimo de 12 horas, era un viaje como para nunca regresar y de hecho más nunca regresé porque hice mi vida propia, tenía 17 años. La situación política era difícil, la dictadura de Pérez Jiménez, las universidades como LUZ, la UCV, controladas férreamente por el régimen, eso hizo que la ULA que tenía 800 estudiantes pasara a más de 3000, consolidándola en lo que es hoy una ciudad universitaria. Para entrar me examinó Pedro Elías Gutiérrez, tertuliamos de Lisandro Alvarado. El último año lo hice en la UCV, porque mi hermano me lo pidió, él fue el que me pagó la carrera. En el banco le fue muy bien, llegó a ser gerente internacional.

Me fue bien, en la carrera nunca reprobé una materia, al graduarme de médico me ofrecieron un trabajo como galeno residente en un pueblito cerca de Quíbor, de nombre Anzoátegui. Pero aquí en Valera se había desarrollado un proyecto de salud nacional, ambicioso, como fue la creación del Hospital Central de Valera con una visión regional, una obra de Pérez Jiménez, ya que él todo lo que hacía era de grandes dimensiones.

Para acá me invitó el Dr. Miguel Viloria, que nos graduamos juntos, estudiamos en Mérida y concluimos en Caracas, él me lleva más años, actualmente vive en Miami, tiene 96 años, una amistad de más de 70 años. Aquí en Valera lo que estaba era el Hospitalito, institucionalmente se llamaba Hospital Nuestra Señora de La Paz, atendido por monjas, era de atención inmediata, no existía el servicio de hospitalización. Si un paciente llegaba herido por la noche pues se esperaba hasta el otro día ahí, se quedaba, desayunaba, hasta que lo viera el médico. Lo que más suministraban era pastillas de levadura de cerveza, que eso es, vitamina “b” conocida como la pastilla de López Contreras.

El nuevo hospital se iba a llamar José Antonio Tagliaferro, fue un plan nacional de salud, los Dres. como Pedro Emilio Carrillo, Rafael Isidro Briceño, José Gil Manrique entre otros, junto al Club de Leones, al Country Club, generaron una campaña de opinión para la creación del gran hospital para Valera. Logrando esta gran edificación que fue transformadora para la ciudad, Valera era pequeña con un hospital grande como Ciudad Bolívar, más grande, un centro de salud un poco menor en dimensiones que el de Barquisimeto y San Cristóbal, pero seguía siendo muy grande para el pueblo. Pero su necesidad cubría una política regional por la posición geopolítica.

El hospital fue inaugurado por Pérez Jiménez el 2 de diciembre de 1957, que era su día histórico, un día 2 fue su llegada al poder, aunque comenzó a funcionar el 15 de septiembre de 1958. En esa fecha es cuando yo llego, era una ciudad pequeña, pero muy agradable, me alojé cerca del Mercado Municipal que quedaba en la avenida Bolívar, llegaba gente de todas partes del estado, de La Quebrada, Trujillo, la zona baja, de Jajó, tu pueblo, por lo tanto el movimiento comenzaba a las 4:00 am, fue un ágora.

Continuo con el hospital. Para darle funcionamiento llegan muchos profesionales de otros estados, llegamos doce médicos, doce enfermeras que una agarré yo, mi eterna y amada esposa Irma, además especialista. Muy buena acogida por parte de la población, con Pedro Emilio Carrillo formé una gran amistad, él fue como mi tutor, me llevaba bastantes años, hablamos de historia, buscábamos cacharros indígenas. Recuerdo que el Dr. Carlos Vielma nos relacionó con su gente, siempre atento con nosotros.

Yo me casé aquí en la ciudad, en la capilla del hospital, el problema para mí era la confesión, ya que yo soy poco creyente, entonces hablé con el padre Juan de Dios Andrade, conversamos un buen rato, un diálogo bien agradable y me dijo, ya está confesado, puede comulgar. La fiesta la hicieron en la casa de Don Pedro Malavé Coll, una familia conservadora que no hacía fiesta pero mi matrimonio sí lo celebraron, el Ateneo colaboró y lo agasajó como puede ver, pues todas estas personas nos arroparon con mucho afecto, calor y dulzura. Valera, con razón años atrás el poeta Andrés Eloy Blanco sintiera tanto afecto por la villa de las siete colinas.

Mire, otras de las grandes obras de aquí es la iglesia San Juan Bautista, yo le digo la catedral, eso fue un gran esfuerzo comunitario, un sacrificio civil. Recuerde que en la historia valerana no hay compromiso ni deuda con militarismo, con el heroísmo de la independencia, porque esta ciudad es posterior, es por ello que los personajes que están en el parque de “Los Ilustres” son civiles.

Desde que llegué me vinculé con el Ateneo, con Aura Salas Pizani, Alicia Jelambi, sus trabajos, sus obras, su evolución, también hice radio en la 970 de Radio Turismo, recuerdo que lo producía con Ramón Azuaje, un programa que estaba destinado en promover los valores de Trujillo, para el Diario de los Andes trabajé con caricaturas, fueron 3000.

En la escritura, en el libro “Trujillo casi nubes”, inspirado en un trabajo de Arturo Uslar Pietri, Aura Salas buscó el financiamiento, fue una edición de lujo, editado por la Gobernación del estado. Con relación a Valera he escrito dos libros, el primero cuando la ciudad cumplió 150 años en el año de 1970 y el otro con el bicentenario.
Yo sostengo que Trujillo es un lugar de futuro, de prosperidad, de encuentro, de armonía y por supuesto de paz, yo miro hacia el optimismo.

Despedimos al Dr. Díaz Castañeda con unos pasajes de la canción Guitarra Larense. Del maestro y médico Gilberto Mejías Palazzi, interpretada por Mayra Martí.

“Un ramillete de flores Barquisimeto te traigo.
Me lo regaló el camino cuando soñaba con tu región.
Tu paisaje es un romance que por las tardes recoge el sol
Para llevarlos a la estrella que a Lara duerme con su canción”.

 

 

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