Entre los que llegaron con más fuerza al medio periodístico están los políticos.
Arriban al periodismo no por demostrado amor hacia él, o por vocación, sino mejor atraídos por la cercanía que el oficio de la noticia tiene con la política y el manejo del poder.
Allí están los casos Ramón Muchacho, Diosdado Cabello, Leopoldo Castillo o Miguel Ángel Pérez Pirela, de la página de La Iguana. Para la lucha por el poder sí que están formados y tienen demostrada vocación. Ellos borran los límites entre el periodismo y la propaganda.
Pero hay algo más serio que se ve en esta campaña electoral, en lo que sí tenemos responsabilidad los genuinos periodistas.
El periodismo es un servicio público. Explicar lo que pasa es parte del trabajo. Pero tómese el trabajo de ir a X, antes Twitter, y observar en esta campaña electoral, los análisis de los verdaderamente periodistas de vocación y dígase cuántos análisis no comprometidos encuentra.
DRAMÁTICO Y DESILUSIONANTE
La vocación por el periodismo lleva a dar información para que el público comprenda una situación y use la información como mejor le parezca. En esto se diferencia de la propaganda, que lleva una intención, que busca que el receptor reaccione de una manera previamente planeada.
En contraste con el periodismo, la propaganda tiene como objetivo principal influir en las opiniones, actitudes y comportamientos de las personas, promoviendo una agenda, o ideología específica u opción candidatural.
Simplificación excesiva: Se ignora la complejidad de los temas y las diferentes perspectivas.
DESACREDITACIÓN DEL OPONENTE
En esta campaña electoral, demasiados valiosos periodistas se pasaron al lado de la política a competir con Ramón Muchacho, Diosdado Cabello, Leopoldo Castillo y Miguel Ángel Pérez Pirela. La cobertura de esta campaña electoral se ha hecho muy predecible. Dependiendo del periodista, ya el receptor puede adivinar por cuál bando va la pieza. Porque al periodismo venezolano en esta campaña electoral le cuesta mucho ser imparcial.
Dentro del escenario se prometen obtener cosas emocionantes: los unos la Libertad, los otros la Patria.
Para un político, es legítimo luchar por el poder, incluso metiéndose dentro del mundo del periodismo. Pero si lo hace un verdadero periodista se convierte en una especie de fraude. Porque esa no es su función.
La lucha por el poder es para los políticos, la lucha por la verdad es el ámbito de los periodistas.
La labor de un periodista es explicar una situación dando la mayor cantidad posible de perspectivas. Está guiado por el NO Sesgo. El trabajo de un político es presentar la situación con las perspectivas que le convienen a su interés en la lucha por el poder.
Pero en esta campaña en Venezuela parece haber poca distinción entre una cosa y otra.
Cuando un periodista ofrece un análisis coincidiendo en todas sus partes con la posición de alguno de los bandos electorales en disputa, es cierto que ejerce un derecho que le da la Constitución, pero también se convierte en un simple emisor de propaganda.
Cabello y Pérez Pirela, Leopoldo Castillo y Ramón Muchacho son llegados al periodismo para usarlo en el combate político, o como solía decir Hugo Chávez, citando a Bolívar como “artillería del pensamiento”.
Cuando un periodista hace análisis electoral siempre coincidiendo con el interés o la postura de un comando, grupo o candidato se está equiparando a un político.
Es muy distinto a lo que mueve a un genuino periodista, que solo busca el servicio ciudadano de informar a las personas, apartándose del compromiso político.
Los periodistas son formados para aplicar una técnica: incluye la ética de eludir el sesgo, hasta donde sea posible, para ser lo que ahora algunos colegas se atreven a llamar peyorativamente «ambosladista».
Pero el sesgo es, en contraposición, una característica esencial del político. Un político sin sesgo sería una personalidad gris, no definida. Por eso se interesa siempre que se sepa qué defiende y por qué lucha. El sesgo es lo que le hace atractivo para unos y rechazable a otros. Y desde allí realiza su combate diario.
Esto está ocurriendo en Venezuela dentro de un ámbito que Samuel Huntington llamaría la Sociedad Pretoriana, una donde los grupos sociales van más allá de sus límites naturales para hacer la política por ellos mismos.
Pero…
-Un político se forma para organizar a la sociedad. Un periodista se forma para contribuir a explicarla.
-Un político imparcial es un zoquete; un periodista imparcial es un valor para la sociedad.
-La verdad para un periodista es el objetivo vital. La verdad para un político es una herramienta de trabajo, que puede o no usarse.
-La política es el arte de lo posible; el periodismo es el arte de lo que es.
No hay allí igualdad posible.