¿Qué pasa en la AN que no elige un CNE?

Pastor Heydra

 

Arquímedes, el viejo y noble matemático griego, el del famoso grito de ¡Eureka¡, cuando descubrió la magia de la densidad y los volúmenes en el agua, me presto su nombre hace ya unos cuantos lustros, en 1987 y 88 en la pre campaña de Carlos Andrés Pérez para lanzar mis dardos periodísticos desde El Nacional, confrontando al viejo pensamiento populista que se escudaba en la figura de un Pitágoras fingido y de sus falsos teoremas, borrados por la implacable realidad de ese entonces. Lo reivindique recientemente en esta columna, pero me ha pedido, con suma razón, un descanso merecido para dar paso a calzar con mi nombre mis opiniones sobre la delicada situación política regional, nacional e internacional que confrontamos, cosa que haré de ahora en adelante, pues es hora de hablar las cosas por su nombre y como diría Roger Garaudy, en un momento en el cual: “Ya no es posible callar”.

Comencemos por un tema álgido, la escogencia del nuevo CNE,  que elude una incierta y mayoritaria dirección opositora cuya principal característica han sido sus yerros que sobrepasan con creces sus efímeros aciertos y se remontan a 1999 cuando le entregaron en bandeja de plata la presidencia del extinto Congreso de la República al coronel Luis Alfonso Dávila, en ese entonces representante del chavismo militarista que comenzaba a implantarse en el país, al cual le obsequiaron el poder legislativo, creyendo que abrían la compuerta de una gran negociación, para luego, por añadidura, concederle el nombramiento del CNE, TSJ, Fiscalía con la “genial” abstención de 2005, cuyos responsables, aun gozan de buena salud física e inmejorables condiciones económicas.

El tema en cuestión parece simple, pero obliga a una pregunta: ¿Cuál es la razón para que la mayoría opositora de la AN, relegitimada con la reincorporación de la bancada oficialista, no comienza el proceso de escogencia de los nuevos magistrados del poder electoral, CNE, lo cual podría ser el comienzo de una reconstitución institucional de la maltrecha nación, y de la democracia, si acaso cabe el nombre, que tenemos? ¿Qué cuesta colocar ese punto en el orden del día de una sesión ordinaria de la AN? ¿A qué se teme?

Obviamente la falta de un norte seguro, posible y real en el mundo opositor, su desunión y pequeñas rivalidades, más allá de las quimeras y de los ensueños con la presencia de los Marines o las fuerzas especiales de los Rangers, recorriendo con furia implacable nuestras ciudades y campos para arrasar con los vestigios de un comunismo que nunca pasó de tosco populismo militarista, bautizado por el arrepentido sociólogo alemán radicado en México, Heinz Dietrich, con el rimbombante título de <Socialismo del Siglo XXI>, marcan ese compas musical.

Guaidó, en vez de abordar ese tema, ha lanzado una carta temeraria al convocar el 16 de noviembre a una gran movilización nacional. Si lo logra ¿adónde nos llevará? ¿Qué logrará? Pero si fracasa ¿Cuál será la resultante para su naciente liderazgo? ¿Qué otras fuerzas, nuevas o viejas, tenderán a suplirlo?

Ese es un punto, con fecha y sin comas, muy interesante, sobre todo cuando el acuerdo de la Casa Amarilla de septiembre va cobrando fuerza, al reincorporarse la fracción oficialista a la AN relegitimándola, cuando han sido puestos en libertad algunos presos políticos sin mucho renombre y comienza el tránsito hacia la escogencia de un CNE negociado ¿Qué pasaría si algunos prohombres del G4 dan un paso en ese mismo rumbo? De todo hay en la viña del señor.

Lo cierto es que la presión de Trump contra NM se ha ido desinflando. Subestimaron a la diplomacia y a la estrategia rusa y cubana y las consecuencias las están viviendo en Ecuador, Chile, Perú, Argentina y tangencialmente en Colombia y Brasil. Una añeja operación intentada por la vía armada en los años 60 y ahora transformada en aparentes protestas por reivindicaciones populares que han puesto a temblar varias de las sillas presidenciales del Grupo de Lima.

¿Adónde vamos? Todo parece indicar que el TIAR no pasó de ser un bluf, al igual que la amenaza de una intervención militar extranjera en Venezuela. Eso nos lleva al planteamiento inicial de la UE, del Grupo de Lima, de Canadá, Gran Bretaña y hasta de los EE. UU, de que la salida sea por la vía democrática y electoral, donde hay una suerte de dilema ¿Qué se escogerá, Un nuevo Presidente o un nuevo parlamento? ¿El huevo o la gallina?

Un aspecto que debe repensar con mucha sindéresis la dirección opositora.

El camino suicida de la abstención del 2005 no tiene ningún sentido, a menos que decidan entregar las armas y claudicar ante NM. La elección presidencial tiene muchos obstáculos y si no se logró en su momento de esplendor, ya luce como salida marchita, quedando solo la vía parlamentaria.

¿Es mala para la oposición como conjunto? No lo sé, depende de sus movimientos. Si madura y logra una unidad férrea vale la pena, pues la mayoría del pueblo está en esa sintonía y una contundente victoria electoral habla mejor que mil discursos lanzados al vacío.

Hoy pujan los extremismos de lado y lado, consideran traición todo aquello que vulnere un fundamentalismo sin musculo, ni fuerza, salvo la de la sobrevivencia epiléptica. Ante ella que se impone ¿La emoción o la razón?

Hoy la emoción es un simple deseo sin alma, la razón una razón de ser para buscar un porvenir.

El dilema para la oposición mayoritaria del país nacional, como diría Gaitán, no puede ser entre elecciones presidenciales o parlamentarias, sino en buscar un camino que logré abrir esperanzas y nuevos senderos democráticos que permitan recuperar al país. Como afirmó William Shakespeare en su Hamlet: “To be or not to be, that is the question”.

 

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