Por: Francisco González Cruz
La canonización de San José Gregorio Hernández puede dejarnos muchas enseñanzas. A los venezolanos en general, a la enorme cantidad de sus devotos y a la Iglesia Católica. También a las instituciones públicas y privadas que llevan su nombre, a los prestadores de servicios de salud, a las comunidades educativas, en fin a todos los vemos en él la persona más conocida y apreciada de los venezolanos.
Lo primero es que San José Gregorio Hernández es el santo de todos y en él nos encontramos creyentes y no creyentes, en consecuencia, lo menos que él querría es que lo convirtamos en otro elemento de división entre los venezolanos. Él hacía el bien sin mirar a quien, y respetaba al que pensara distinto, como lo hacía con sus mejores amigos Luis Razetti y Santos Aníbal Dominici.
Era un hombre modesto y sobrio, por lo tanto, nos diría que las celebraciones no deberían representar excesos de ningún tipo, que las cosas grandilocuentes no son propias de su personalidad y que entiende perfectamente la emocionalidad que ha despertado su canonización, pero que preferiría que las manifestaciones de devoción se traduzcan en una transformación espiritual de las personas y de las comunidades.
Seguramente está de acuerdo que Isnotú sea el “paraíso espiritual de Venezuela” y que desde esa epicentro de luz, se expandan sus virtudes de la honestidad, el trabajo, el estudio, la bondad y la espiritualidad, para ser el modelo de la Venezuela posible. Que los recursos que se invierten en estatuas y suntuosas celebraciones vayan a la promoción de hogares virtuosos, de lugares que sean espacios de cordura, de instituciones confiables.
Seguramente San José Gregorio Hernández estimularía que todos los venezolanos mejoráramos la habilidad para escucharnos, para establecer conversaciones productivas, amables y en la forma de relacionarnos con lo demás desde el respeto a la dignidad de cada persona.
Encontró la santidad en el servicio. Oraba y era un católico disciplinado, pero su rutina era la calle, las casas de sus enfermos, los hospitales y hospicios, las aulas, el laboratorio, la Academia, las casas sus familiares y amigos, la retreta en la Plaza Bolívar.
Nuestro Santo, el Santo de todos nos diría que construyamos un relato colectivo que no lleve a ser mejores venezolanos, mejores ciudadanos y a tener una educación de mayor calidad y al alcance de todos, mejor salud y una economía sana y próspera.
La opción por el José Gregorio espectáculo es en el fondo una evasión de la responsabilidad de abordar al José Gregorio disciplinado, estudioso, bondadoso y santo que debemos poner como ejemplo. Siento que su santificación es la gran oportunidad que tenemos los venezolanos para nuestra transformación espiritual que nos lleve al desarrollo humano integral, tal como nos lo propuso el papa Francisco en sus dos Cartas Encíclicas: sobre el cuidado de la Casa Común y sobre la hermandad de todos los seres humanos.
