Culmina el año 2021 y las expectativas de los profesores universitarios son las mismas. Nada ha cambiado con respecto a las que tuvimos durante el año 2020, 2019, 2018, las mismas que tuvimos en el 2004, cuando nuestra lucha lograba que el gobierno reconociera por última vez, la aplicación de las Normas de Homologación como un derecho constitucional que resguardaba la progresividad de nuestros derechos laborales.
Han pasado prácticamente dos décadas de lucha continua contra un gobierno que se empeña en someternos a un modelo socialista, ratificado en julio del año 2021 con la firma de la cuarta convención colectiva única del sector universitario, interpuesta a través de sus acólitos de la ftuv. Convención que no sólo instituye la regresividad en cuanto a beneficios laborales, también promulga el adoctrinamiento e ideologización pro gobierno, entre otras aberraciones pseudo universitarias.
Empero, la universidad sigue siendo un atractivo para nuevos talentos profesionales que decidieron optar por la noble tarea de enseñar. Jóvenes que tras un arduo esfuerzo, se prepararon para aumentar sus credenciales profesionales, las cuales, imbricadas con su alto nivel académico, les permitió aprobar las exigentes pruebas de conocimiento que los hiciera merecedores de formar nuevas oleadas de profesionales venezolanos. La mayoría de ellos no ingresaron a la universidad búscando estabilidad económica, eso parecía implícito.
Profesores del siglo XXI que ingresaron a la universidad con un sin número de expectativas, que no conocían la lucha gremial por recuperar el beneficio de las Normas de Homologación, las cuales permitían que los salarios de los profesores universitarios se ajustaran de acuerdo al incremento de los índices de inflación. Nuevos profesores con la misma estirpe de los fundadores de las universidades más longevas de Venezuela, latinoamérica y el mundo, que ingresaron a la universidad para continuar su formación académica, investigar, extender el conocimiento, para comenzar a formar a ese universo de estudiantes ávidos por aprender y por obtener un título universitario. Profesores que ingresaron y comenzaron a conjugar ese conjunto de intereses espirituales entre profesores y estudiantes consagrado en la Ley de Universidades.
Paradójicamente, en pleno siglo XXI, las medidas económicas, políticas y sociales del gobierno, echaban al traste los alcances y avances de la educación y la ciencia en Venezuela. La realidad económica y social de las dos últimas décadas, mermó sustancialmente los sueños, objetivos y metas, de las nuevas generaciones de profesores universitarios y ha sumido a todo el colectivo profesoral en la ignominia, al punto de llevar a muchos a la indigencia. El gobierno más tóxico de la era republicana ataca sin misericordia a los formadores de las nuevas generaciones. Un gobierno que discrecionalmente decreta un ingreso mísero que no puede tipificarse como salario, otorgando una serie de bonos compensatorios discriminatorios, degradantes e insuficientes, como medida de control social a través del denominado carnet de la patria. Quien no se someta a sus designios y no porte ese carnet, sólo puede optar a un mínimo ingreso tabulado y pagado por el gobierno a nivel central. ¡Adiós Autonomía! Esa ha sido una de las estrategias del gobierno para destruir el modelo de universidad autónoma en Venezuela. Desconociendo la constitución, el estado venezolano ha logrado mermar nuestra matrícula estudiantil, centralizar nuestro presupuesto, dejar que se destruya nuestra infraestructura física, lo miserable ha prevalecido ¡que no han hecho en ese sentido!.
Con conocimiento de causa, aquí seguimos y aquí seguiremos los profesores universitarios, las viejas y las nuevas generaciones luchando por cambiar el estado de las cosas. Sin embargo, es menester internalizar que el modelo paternalista de la universidad autónoma venezolana está en decadencia y urgido de una transformación. Paralelamente se observa que por diferentes causas, razones y acciones, el gobierno nacional también está en decadencia y seguro que en el corto o mediano plazo, será sustituido democráticamente por un gobierno que garantice nuestros derechos constitucionales y otorgue a todos, plenas oportunidades para seguir preparándonos dentro y fuera del país. Que nos permita coadyuvar con la reconstrucción de Venezuela. Ese será el momento dónde la universidad renacerá como el Ave Fénix. Serán muchos los estudiantes y profesores que regresarán de su exilio forzado.
En estos años tan aciagos que hemos vivido, urge un cambio de paradigma. Nuestros esfuerzos inmediatos no deben estar dirigidos a una discusión de salarios justos que este gobierno nunca aprobará. Cerramos el año 2021 con una canasta alimenticia rondando los 400 dólares y con una federación paralela, ilegítima y patronal, cuyo único logro ha sido la firma de una deleznable convención colectiva única para el sector universitario y la exigencia al gobierno, para que el sueldo de un profesor universitario se mantenga por debajo de la canasta alimenticia. Es decir, por debajo de los sueldos mínimos de un trabajador en la mayoría de países latinoamericanos.
En democracia, nuestra lucha ha de ser por un salario que se equipare al de los profesores de otras universidades latinoamericanas como en Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Brasil, sólo por nombrar algunos países. La Federación de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) hace años que lideriza una lucha por las reivindicaciones socioeconómicas de sus agremiados y somos cientos los que hemos salido del claustro universitario a luchar por esas reivindicaciones. Luchamos unidos con el sindicato de profesionales, empleados y obreros universitarios, gozando del apoyo del sector estudiantil, en esa cruzada. Finalmente, el régimen impuso el poder de la fuerza y no el de la razón.
Para el año 2022, el llamado es a seguir luchando, uniendo nuestras fuerzas para recuperar a Venezuela. Ese será el primer paso para recuperar la universidad y mejorar la condiciones socioeconómicas de los universitarios. El llamado es a la participación activa, a prepararnos para la lucha final, que no es más que salir democráticamente de este gobierno, ya sea a través de elecciones presidenciales, referéndum revocatorio o una constituyente, lo que el ciudadano decida, pero debemos activarnos para salir de la pesadilla que nos ha hecho pasar este régimen anti universitario. Ya basta de decir: «esto no tiene remedio», «esto se acabó», «ya no hay nada que hacer», entre otros comentarios de pasillo que hacen uso de un lenguaje escatológico.
Cuando se escucha a un universitario con esa narrativa, es obvio pensar que la estrategia gubernamental de la «desesperanza aprendida» ha hecho mella en muchos de nosotros. Las tácticas gubernamentales han funcionado, algunas inclusive, violan la constitución, verbigracia, la violación del artículo 109 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que consagra la autonomía administrativa y funcional de las universidades.
Sin embargo, a pesar de la diáspora, las renuncias, los fallecimientos, entre otras viscisitudes, la universidad sigue contando con un recurso humano preparado, aquellos que independientemente de dónde viven y de su condición socioeconómica, están dispuestos a seguir desempeñándose en la formación de ciudadanos, de científicos, educadores, ingenieros, médicos, abogados, comunicadores sociales, administradores, contadores, economistas, sociólogos, filósofos, agrónomos, entre otros profesionales de diferentes ramas del conocimiento.
La universidad cuenta con ciudadanos dentro y fuera del claustro universitario, que han resistido las condiciones más adversas para enseñar y aprender, venezolanos provenientes de las universidades autónomas, experimentales y privadas, más prestigiosas del país. Instituciones educativas de altísimo nivel académico, formadoras de excelentes profesionales, que no están dispuestas a dejar de hacerlo, aún, cuando siguen sufriendo la contracción económica por la que atraviesa Venezuela. Universidades públicas cuya autonomía está siendo cercenada y estrangulada por la asignación presupuestaria impuesta por el gobierno. La universidad que se niega a someterse a un pensamiento único, que propugna la pluralidad y el libre pensamiento, donde no priva la ideología política para el hacer, el debate, la confrontación de ideas. Aquella donde no se solicita el carnet de la patria o el del PSUV, para concursar y llegar a formar parte de la planta profesoral, dónde sólo basta con prepararse académicamente y ganar un concurso público para ser profesor universitario.
De allí que todos los que seguimos creyendo en la calidad de la academia y de sus egresados, debemos convertirnos en actores que lidericen la recuperación de la universidad. Eso dependerá en gran medida de nosotros mismos.
Se entiende que muchos profesores hayan emigrado, que otros se hayan jubilado y que muchos hayan renunciado para prestar su servicio a la empresa privada, dónde gozan de mejores beneficios socioeconómicos. Lo que no podemos permitirnos es seguir silentes dentro del claustro universitario, sólo «matando tigres» fuera de la universidad para sobrevivir, esperando que mejoren los sueldos y las condiciones de infraestructura física universitaria, para regresar al modelo que otrora fuese nuestra alma mater.
La gran fortaleza de la universidad es su gente, es saber que contamos con la diversidad dentro de la pluralidad. Sabemos lo que el gobierno es capaz de hacer, de allí que es menester seguir formando los jóvenes que tendrán a su cargo la inmensa responsabilidad de reconstruir a Venezuela, porque la política de este gobierno fue, es y seguirá siendo, la desaparición de las universidades autónomas venezolanas, eso no cambiará mientras no cambie el gobierno.
La Autonomía Universitaria no es una entelequia, educar y formar a las nuevas generaciones no debe ser un compromiso laboral. Esa es la razón de ser del profesor universitario.
Feliz año 2022
Prof. Johny J. Humbría N.
Presidente de la APULA Trujillo
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