Al bachiller Humberto Martínez.
Mi primer bar fue el botiquín de mi padrino Juan, que estaba al lado de la casa donde yo nací, en Mucutuy.
Un día llegaron a Mucutuy dos señores que aseguraban ser «bachilleres». Todo el pueblo estaba maravillado porque nunca antes habían visto a un bachiller.
Yo salí de mi casa y me encontré con la algarabía. Uno de mis amiguitos me informó que en el botiquín de mi padrino Juan Rivas estaban bebiendo cerveza los «bachilleres». Yo pregunté qué era eso pero no me supieron explicar. Parece que era una cosa muy importante. Nos acercamos al botiquín y efectivamente allí estaban dos hombres diciéndole a todo el que llegaba que ellos eran «bachilleres». Los campesinos no cabían en su asombro. Todos querían tocarlos. Mi padrino sacó una mesa con mantel. Mi madrina Inés les preparó comida y no faltó gente del pueblo que les llevara gallinas, yuca o chimó. Después de que se emborracharon sin pagar, los «bachilleres» desaparecieron del pueblo. Nadie los volvió a ver.
Al otro día en la escuela, a la hora del recreo, nos reunimos en el patio todos los niños del segundo grado. Hablamos del único tema que se tocaba en el pueblo en ese momento: los «bachilleres». Después de las clases yo llegué a mi casa con una meta. Mi madre tenía preparados unos pasteles dulces y, en medio de aquel manjar, dije en voz alta el sueño de mi vida: «Cuando yo sea grande quiero ser bachiller». Mi madre se sonrió pero no dijo nada.
Muchos años después, cuando supe la nota del último examen de quinto año de bachillerato, cuando por fin fui bachiller, salí del Liceo Libertador a celebrar mi triunfo. Me fui caminando por la Avenida Tulio Febres Cordero esperando el momento en que llegara el arrebato de la alegría por haber alcanzado tan sublime meta. Caminé lentamente y no sentí nada. Respiré profundamente y nada. Pensé que quizá sentiría eso cuando me graduara de algo. Cuando me gradué de periodista me fui caminando por la Avenida Tulio Febres y nada.
Me dije que quizá cuando hiciera algún postgrado. Cuando terminé la maestría de filosofía me fui caminando por la Avenida Tulio Febres y nada. Pensé entonces que quizá sentiría lo de los «bachilleres» cuando hiciera un doctorado.
Empecé mi doctorado y hoy soy candidato a doctor en filosofía y la verdad es que no sé si lo termine. Me falta sólo la tesis pero, igual, no siento nada.
Sin embargo, algunas veces, cuando veo o escucho a algunos estudiantes o profesores, me acuerdo de aquellos «bachilleres» de mi infancia.