Razones para protestar sobran. Caos fue la palabra seleccionada por la mayoría de los asistentes a un encuentro para resumir la situación que estamos viviendo. El diccionario define caos como desorden o confusión absoluta y nos ofrece como sinónimos desbarajuste, desorganización, desgobierno, desconcierto. No hay duda entonces que vivimos en un caos que se manifiesta en el colapso de todos los servicios. La luz se sigue yendo con frecuencia y sin aviso, a pesar de que los gobernantes nos aseguraron que el problema estaba resuelto. El humor maracucho dice que debemos estar muy agradecidos al gobierno porque en vez de agua nos está enviando tamarindo o nestea, a juzgar por el color del agua cuando llega. Por ello, a pesar de que han tenido el cinismo de afirmar que el agua es cristalina y muy potable, son muchos los que se la pasan rascando como si tuvieran sarna y abundan las personas con problemas estomacales. El transporte público está desapareciendo por completo y los que se dedican a carretear personas, sin importar las condiciones de indignidad, cobran lo que les da la gana. Maracaibo está hundido en basura. Antes culpaban a la alcaldesa que era de la oposición, ¿y ahora que tienen todos los poderes a quién culparán? ¿Al imperio? Los precios de los productos se siguen disparando sin control y han destruido en pocos días la supuesta soberanía del bolívar que una vez más ha demostrado su debilidad ¿Estarán ya seleccionando el nuevo adjetivo glorioso para nombrar la próxima devaluación? ¿No sería preferible cambiar de una vez el nombre a nuestra moneda y librar así a Bolívar de tanta humillación?
La supuesta revolución sólo ha sido exitosa en inflar la inseguridad, la corrupción, los precios y las palabras. A la esposa de cualquier gobernante local, regional o nacional la llaman Primera Combatiente, y uno se pregunta cuáles habrán sido las batallas que ha liderado para ganarse semejante título. Cuando todos presenciamos la destrucción completa de Venezuela, nos dicen que Venezuela es indestructible y siguen afirmando que la revolución avanza indetenible a paso de vencedores. Pero ¿a dónde avanza?
Pero si bien sobran las razones para protestar, ha llegado la hora de acompañar las protestas con propuestas. Si el poder reside en nosotros, los ciudadanos y somos mayoría los que deseamos salir de este caos, ¿por qué no ejercer nuestro poder? Si la salida tiene que ser constitucional, democrática y electoral, y si a partir del 10 de enero el Presidente pierde toda legitimidad, ¿no podemos convocar al pueblo a que se exprese en un plebiscito, consulta, referendo o elecciones autónomas e independientes, sin contar, en consecuencia, con el actual Consejo Nacional Electoral? ¿No podría organizarlas y convocarlas la Asamblea Nacional o el Frente Amplio, y pedir la supervisión de observadores internacionales? Estoy convencido de que la mayoría de los países democráticos que han repetido su preocupación y sus deseos de superar de una forma electoral el caos que vivimos, apoyarían esta iniciativa.
¿Seguiremos lamentándonos y protestando sin ejercer nuestro poder, drenando nuestra bravura en meras quejas y lamentos, o seremos capaces de traducirlo en una propuesta que nos devuelva el entusiasmo y la confianza en Venezuela?
Antonio Pérez Esclarín
@pesclarin