En las últimas semanas se ha observado un aumento de parqueros o cuidadores de vehículos estacionados en las calles y avenidas del centro de la ciudad de Mérida, situación que llama la atención, ante las dificultades para conseguir bolívares en efectivo y los costos de los estacionamientos.
Pedro Medina, es un joven caraqueño, de San Agustín del Sur, donde reside su mamá; ha recorrido varios estados del país buscando sin éxito oportunidades laborales estables, dedicándose a cuidar vehículos en Caracas, Valencia, Maracay, Guanare, Barinas y Mérida.
Pedro, inicia su jornada desde las 9 o 10 de la mañana, manteniéndose hasta las 2, 3 o las 5 de la tarde, si el clima o las jornadas de revisión de documentos y antecedentes realizadas por funcionarios del Ministerio Público y Policía del Estado, se lo permiten.
Al preguntarle sobre cuánto gana a diario, Pedro explica que existen dos problemas: el primero es la inexistencia de tarifa, teniendo claro se trata de espacios públicos, y en segundo lugar asegura, no todas las personas responden muchas veces ni al saludo o se molestan. Sin embargo, relata el joven, algunos conductores le pagan con productos, un pan, una galleta, una harina o arroz, en fin es bastante variable. En cuanto a dinero también varía, llegando a recibir en un buen día de 15 a 20 Bs, y en malos menos de 5 Bs.
Para dormir, le paga a “un pana” en el sector Pueblo Nuevo, 1 dólar y un producto por noche. Mientras que para comer cuida y ayuda a sacar los puestos del bulevar de la 22, donde le pagan 12 dólares semanales que son transferidos directamente a una señora donde almuerza y cena, de lunes a domingo.
El día que no tiene para pagar la posada duerme “por ahí en el bulevar cuidando los puestos” mientras que, para desayunar ayuda a una señora, familia del Patrón que le contrató, para cargar los puestos o tiendas portátiles de los comerciantes informales en el bulevar, según cuenta.
Pedro se preocupa por asegurar la comidita pues es lo que le da fuerza para mantenerse activo, asegurando “si uno anda sin comidita anda todo débil, feo y así no se puede trabajar” pero no le alcanza para ayudar a su mamá.
Historias como las de Pedro, aumentan en las ciudades venezolanas, ante la mirada de ciudadanos y Estado, sin que al parecer a las autoridades se ocupen de cómo sobrevive una generación en las calles del país.
Fotos: Yanara Vivas
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