Primarias, ajuste salarial y diálogo:  tres complicadas variables en la ecuación de la crisis venezolana

 

Por: Luis A. Villarreal P.

Casi todos asumimos que estamos en la recta final de este trágico maratón  que se ha hecho demasiado largo por la liberación política de Venezuela.  A estas alturas, en antesala electoral presidencial, las circunstancias siguen siendo difusas y desconcertantes, porque, estando tan cerca de esos únicos eventos en los que están puestas tantas ilusiones, observamos que no hay nada seguro por la vía del ejercicio democrático que nos ofrecen las Primarias y las Presidenciales.

Todo lo que recién se está haciendo redunda en el interés electoral: con el propósito de aferrarse en el poder, aunque lo hayan hecho terriblemente mal —en el caso del oficialismo—; de acceder al poder sin los méritos pertinentes y necesarios —por parte de la oposición partidista que ha ido contra la corriente y el sentido político común [llámese G3]—;  de hacerse de la candidatura presidencial opositora con o sin conteo interno —según lo han dado a entender aquellos que han socavado las Primarias con actitudes anti unitarias, reiterando que están muertas—.

Cualquier excusa:  injusta o incoherente, sin fundamento o caprichosa, pudiera ser usada contra la realización de las Primarias y su legítimo propósito, que es la búsqueda de la Unidad por intermedio del ejercicio democrático interno. Quienes no estén en esta onda, pues las utilizarán para dividir que es la aritmética preferida del gobierno cuestionado.

Por tal razón hemos supuesto que en las Primarias confluyen oscuros y claros intereses; y que el acercamiento a las mismas será ocasión para identificar más claramente a quiénes sí desean un cambio que debe ser radical, y a todos aquellos que han practicado la metamorfosis política —anteponiendo el ego a la necesidad nacional—, la oculta y sistemática traición contra nuestra patria Venezuela.

Las elecciones Presidenciales, evento que viene a ser la opción de cambio en las aspiraciones colectivas, excelente oportunidad para ver la luz desde este oscuro túnel donde nos encontramos, siguen siendo enigma en tierra firme, no porque su realización esté en entredicho. Por vocería de diversos aspirantes y contendores se da a entender que este propósito es ineludible, a no ser que ocurran terribles, remotas o insospechadas circunstancias.

Lo que para nada quiere decir que sean realmente las Elecciones Libres que esperamos: autónomas e imparciales, con posibilidad de efectiva verificación. Tampoco que el limpio resultado va a ser respetado y que el(los) ganador(es) —opositor(es)— estén radical y obstinadamente dispuestos a hacer valer los votos del electorado que serán por un cambio rotundo, el que se necesita para las múltiples soluciones que espera la arrolladora mayoría de venezolanos, en aras de reorientar y fortalecer las instituciones y por ende el Estado de derecho.

El persistente reclamo de ajuste salarial, más allá del legítimo deseo de mitigar las necesidades de sobrevivencia, es un punto álgido de índole electoral que el gobierno cuestionado quiere evadir o postergar a costa de lo que sea, como lo ha demostrado con sus alocuciones, al decir que dinero no hay ‘por culpa del bloqueo’; y al tratar de evitar la movilización de los trabajadores que sufren hambre y otras privaciones con el mísero salario devaluado diariamente por la depreciación del bolívar. También, al esquivar la reunión tripartita [trabajadores, empresarios y gobierno], e incluso ante representantes de la OIT que se acercaron —cuasi turísticamente— a la Tierra de Gracia.

Quienes insisten alrededor de los gremios por el ajuste salarial en ciernes, sin contar con la recuperación del aparato productivo, simplemente están tratando si acaso de solidarizarse con los trabajadores con disimuladas intenciones electorales, previendo los contraproducentes coletazos de ese incremento que —según los precedentes— será aprovechado por la especulación so pretexto de desabastecimiento. Este es un escenario que tiene al gobierno cuestionado caminando de puntillas.

Comprensible es el temor al incremento salarial o la intención de dolarizarlo porque, al tratar de equipararlo al costo de la cesta alimentaria o básica, se podría ampliar y acelerar la espiral hiperinflacionaria que ya es perniciosa. Este temido escenario acarrearía daños irreversibles a las ya precarias intenciones electorales de quienes, aún siendo artífices de la catástrofe, acarician la idea de repetir en el poder.

El Diálogo en México, es sin duda, antes que nada y después de todo, la variable más enigmática e insondable de la ecuación que busca resolver la espantosa y extendida crisis, toda vez que ya entendemos que la meta del mismo son las Elecciones Libres, unas condiciones seguras para el ejercicio del voto. Y he aquí el obstáculo más grande, porque de no ser así estaríamos incursos en una elección igual o peor, y en consecuencia propensos a soportar la más dolorosa de las derrotas.

No es coherente asumir a priori el desconocimiento del Diálogo en México, si no se tiene otra opción viable. Al menos este reducto obliga también al oficialismo a negociar, aun sobre aspectos que no sean de su agrado. Cierto es que la renuencia a retomar esas negociaciones es una muestra clara de su intención de vegetar en el poder a costa de lo que sea, principalmente estando consciente de que el tiempo de las soluciones provenidas de su ‘gobierno’ caducó hace tiempo.

Pero la reticencia de Miraflores ante el diálogo tiene su contraparte en el ajuste de las temidas sanciones, las cuales  —de acuerdo a quienes las aplican— pueden recrudecerse. También este estira y encoge obliga a la Comunidad Internacional a buscar una solución ‘más viable y eficaz’, si de verdad se piensa en el pronto retorno de Venezuela a la democracia.

La Comisión Nacional de ‘Primaria’ y el CNE, según información sostenida por Jesús María Casal y Pedro Calzadilla, representantes respectivos de los citados entes, han acordado la habilitación de una Comisión Mixta para procesar las peticiones opositoras de utilizar los centros de votación en las Primarias; además de realizar operativos de inscripción electoral, y la adecuación del Registro Electoral a los datos que actualizadamente comporten los electores.

Por lo expuesto, podemos reafirmar que, aunque se está gestionando lo inherente a los procesos eleccionarios —aún sin fecha en el calendario—, hay incertidumbre sobre la eficacia y efectividad que tiendan a garantizar, íntegramente, las aspiraciones y el deseo de llevar a feliz término las Elecciones Libres como solución a la crisis.

 

 

 

 

 

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